Al oír El Solar de Monimbó, El Nandaimeño, o el Caballito Chontaleño, el nicaragüense se encuentra consigo mismo, con sus raíces, con la letra y música que traslucen su identidad en la alegría, el amor, la pasión, la picardía.
Camilo Zapata, constructor de sueños, ha recogido en sus canciones el lenguaje y el paisaje, el doble sentido cantado en el ritmo de 6×8 del son nica, la policromía de colores, sabores y amores, con la que el nicaragüense transforma su realidad en fantasía e ilusión.
Ha creado y recreado nuestra música. Se ha inspirado en la marimba de Monimbó, marimba africana, sin bemoles ni sostenidos y en la que sólo se puede tocar en tonos naturales, y desde ahí, y otras experiencias, ha construido una arquitectura de cantos, sensaciones y emociones, que sin dejar de ser los mismos, son siempre nuevos.
Artista pilar y puente, que es a la vez sustento y tránsito, base y camino, fundador y guía que señala el sendero por donde transita hoy lo mejor de nuestra música vernácula.
Todo esto con la más absoluta sencillez y autenticidad, como auténtico es el olor a reseda y a tierra mojada, el requiebro y el desafío, la ilusión por el amor que se insinúa tras la sonrisa y la nostalgia que nos canta en Cara al Sol por el amor que escapa al llegar la tarde.
Zapata zapatea en tu Solar de Monimbó que es el de todos, cabalga Camilo en tu Caballito Chontaleño que en su galope galopa también el corazón de Nicaragua.