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Mona… Miguel Ángel Abarca. LA PRENSA/U. MOLINA

Los magos con bombín y bolas de cristal

(Pequeñas historias contadas como si fueran verdades) La tristeza no tiene fin, la felicidad sí. Caetano Veloso Se preparan los bailantes y los músicos para otra representación de la obra de teatro, conocida universalmente como la comedia que satiriza y se ríe del Cabildo Real del Señor Gobernador Tastuanes y de todos los Señores Principales. […]

(Pequeñas historias contadas como si fueran verdades)

La tristeza no tiene fin, la felicidad sí.

Caetano Veloso

Se preparan los bailantes y los músicos para otra representación de la obra de teatro, conocida universalmente como la comedia que satiriza y se ríe del Cabildo Real del Señor Gobernador Tastuanes y de todos los Señores Principales. El sonido metálico del violín corta el aire en compás desafinado. Violín rustico como las manos que lo ejecutan, de talalate o cedro real, bien seca la madera para conseguir un sonido alto y expansivo como bomba de contacto con la medida perfecta de una “miss” competencia. Salen los artistas medrosos y confundidos delante de un público expectante y ansioso. Resoplan los machos al golpe de sonajas, mezclando el paso descalzo y ritmo disonante, docena y media de desaliñados “bailantes” muchachos y viejos. Aglomerados en circulo de desordenada pandilla, el grupo mueca difusa de una gloriosa y respetada obra de teatro, orgullo de moros y cristianos. ¡Aquel! Elegante, sobrio, cadencioso, respetuoso, satírico, pícaro, ameno, farsante, de hablar pausado y seguro, giros suaves, postura como estudiada y dominante. Ahora, remedo de una escuálida figura, grotesca, desvencijada y marchita. Los machos sombra de un pasado de gloria que tuvieron los güegüenses. ¡No pueden ni resoplar! ¡Arre machos!

En la moto “Martín” dio “raid” al conductor del carro sin gasolina que esperaba un empujón hasta el poblado próximo. En la Yamaha 250, raudo estaban en el poblado. Gasolina, tiempo y regreso hasta el vehículo soñado. Día y noche los separa en el mismo pueblo. Treinta días después capturan a “Martín” por tope de piedras y talco, gran alharaca en el pueblo. Existen veinte y cuatro puestos de talco y otras hierbas aromáticas. ¿Será por eso, Colón vino a América, a buscar el yaatl? ¿A buscar especies apetecidas por muchos deportistas? Preso, sin mucho preámbulo. ¡Pruebas por doquier! B. J. Simpson no se inmuta. ¡El jurado absuelve sin cargos! Libre pasa saludando en camioneta nueva doble cabina. Los delincuentes caminan a pasos agigantados como Atila por tierras galas, pisoteando a jóvenes y adultos. Drama y tragedia provoca aquella Yamaha 250. ¿Dónde están los gendarmes? ¡Llegan después, siempre a la gorra!

Era francés Agustín, músico, blanco, gordo, fuerte de carácter, bonachón, gustaba de la disciplina degustaba del pinolillo premiando buenos estudiantes. También, regalaba jaladas de orejas, sancionaba después de una infracción. Iván “culito”, “caliche” y el “pollo” visitantes asiduos de la Dirección. En la salida Virgilio el portero, con cara de Hermano de Juan Bautista de La Salle. Agustín, estricto en su clase, en reclamo por las notas siempre tenía razón. Orden y disciplina. Todo coraje, sin quejarse Zeledón abandona el aula, sus libros fueron robados. Esfuerzos y aspiraciones destruidas, sólo sueños e incertidumbres. Ahora, otro gordo arbitrario decide dar por concluidas las averiguaciones de lo tuyo y lo mío. No hará recuento de notas, tampoco se buscarán responsables de semejante robo, ciento cinco libros y dos cuadernos, sumados al desaliento de salir reprobado en los exámenes. El jurado reunido descalificará en tres semanas. Este gordo marrullero, no hubiera servido de Santa, y cuando el pueblo decidió libertad no pudo, enredó entre sus garras de lobo feroz famélico a Caperucita y se empalagó. Absuelto del tribunal, no recuperó su buen estado de salud. Quedo indigesto, acumuló una nueva enfermedad la antropofagia, además de la afición de coleccionista de avioncitos. Solo resta la hibernación en OVNI en viaje a Marte. Sobre el robo no hubo resistencia. Ni la indígena funcionó. Ahora se prepara para afinar esos malabarismos estadísticos que satisfacen a los cretinos hijos de Polifemo.

La música del violín tan latosa que gruñe. Distante la que recogió Cardenal y grabó en radio Güegüense. Pareciera sombra del Centauro en poema de Azul. Obra vitoreada que se pierde en el parque de los recuerdos. Mercedes, Matilde, Onofre, Teofilo, Alejandro, no bailarán con la música de Sebastián Ampié, arrollado por el tiempo. No pudo encontrar la vertical y el horizonte se le vino encima. Ahora se escuchan más lamentos y justificaciones. Perdida lo oralidad, se rompió la cadena de tradición en el tiempo. Sordo y triste corazón. Conservar la sangre y el alma, cuesta un Potosí. Se perdió todo el oro en la conquista, ello no podría comprar, tampoco recrear el antiguo esplendor del teatro indígena. Canta por las calles del poblado un sonido en “lingua franca” chingando a los barbudos de ultramar. Irreverente, vulgar, campechano y sincero, lamenta los tiempos del “hilo azul” que cubría de esperanza la ansiedad cotidiana del llanto silencioso.

Las calles ocultan la tristeza, no hay luces, se apagaron. Todas se las llevó hace un siglo Carpentier. Solamente quedan algunos faroles de kerosene, añoran el principio de la era del petróleo. Renacer que alumbra un oscuro sol. ¡Lejano aquel Luis XIV!. Todo se convierte en caja de Pandora, manos maravillosas de Mandrake, malabares soñados por Ali Kazan, desde el teatro del IPD. “Huevo” Silva, vestido con saco de levita y sombrero de bombín, confeccionado con la Luz del cariño maternal. Nadie lo conocía, tampoco lo reconocían. Era un mago salido de los cuentos de las Mil noches y una noche. Aprendió como árabe venderetazos en la esquina del mercado viejo. Ahora no queda nada, recuerdos y algún rescoldo de vida de algún septuagenario. No era tampoco Armando “mago”. Ya Ali Kazan no actúa, la predestigitación fue superada por el mago del Orinoco y Harry Potter del paisito. Donde ponen la pata salen huevos.

La emblemática casa amarilla y verde de “Moncho” Castro, con su bola de cristal, turbante y barbicha, capa antecesora de Walter Mercado, carretera a la Boquita, es testigo mudo de muchos crédulos perplejos y supersticiosos. Delante la “Gladys”, queriendo conocer secretos que su marido esconde de la cintura abajo. La otra, el otro quieren saber el futuro, el mago descifrando caracoles y cartas de bastos, sirenas y espadas. La fila serpenteada como Quetzalcoatl, delante inmóvil monumento, entrada de su casa cuarenta años después. Pionero moderno del ocultismo. Testigo silencioso de poderosos y caídos espíritus humanos, inicio oscuro de superchería de merlines y pitonisas.

En el pueblo la “Suche Malinche” carece de sitio, larga espera, tedioso, manifiesto interés para conocer su suerte. La “Suche”, espectacular con boas y sabaneras alrededor del cuerpo. La penumbra deja chispazos tornasoles por los movimientos de los ofidios. Ojos clavados en los visitantes, manos asidas a cuerpos estranguladores en busca de la inocencia y superstición de los incautos. Vasos llenos de retratos en el juzgado, fotos cabeza abajo con parafina, ruda y sábila. Todos buscan conocidos, maridos, esposas, “amigas” “la soldadito”, la “Sara pelo”, “la Calentura”, “la María chichona” y “amigos”, “la Julia”, “la bailarina”, “Chica da Silva”, “la Fabiola”, igualmente “trabajos” incompletos para embrujar su alma gemela. Las culebras al zoológico, alguna se escapó entre las tejas y cuartones de casas vecinas, testigos mudas de las “bandidencias” de la “Suche”. El vecindario incontables noches aguardando capturar algún reptil enseguida cautivo a la jaula de los embrujos. Este pueblo siempre tuvo brujos y brujas de poca monta, los vecinos se caracterizaron por tener mejores y más famosos. Se pintaron de blanco sus paredes, el Umbanda arraigado profundamente en la espiritualidad popular transmitirá pureza ocultando las sombrías intenciones de los corazones.

Coda. La tradición, tiempo de hombres, palabras sueltas como diccionario de recuerdos. Se gesticulan movimientos para alcanzar el supersticioso sortilegio que envuelven almas. Luces y noches de tornasoles manos de perfectos malabaristas. Silencio en las calles de multitudinarias gentes.

La Prensa Literaria

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