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El mundo Kitsch lo invade todo

Un arte que raya en la falsificación de obras clásicas, para convertirse en piezas baratas y fácil de coleccionar, pero además en un arte popular y colorido, pasado de moda, pero que con los días sigue falsificándose masivamente Afrodita de Melos o Venus de Milo es la famosa escultura símbolo de la belleza y el […]

  • Un arte que raya en la falsificación de obras clásicas, para convertirse en piezas baratas y fácil de coleccionar, pero además en un arte popular y colorido, pasado de moda, pero que con los días sigue falsificándose masivamente

Afrodita de Melos o Venus de Milo es la famosa escultura símbolo de la belleza y el amor reproducida en cientos de miles de falsificaciones, muchas de mal gusto; comprada a precios bajos para luego ser exhibidas y admiradas en hogares, oficinas, iglesias, museos, sitios públicos y lugares remotos de cualquier parte del planeta.

Generalmente sus fans, compradores compulsivos, adquieren esta réplica u otras millones de figurillas pasadas de moda, que forman el monumental inventario del fascinante mundo Kitsch que sigue popularizándose por sus copias, copias y más copias de obras prestigiosas; por lo que estamos ante una “plaga fascinante” que invade todo a nuestro alrededor.

Muchos creen que la famosa Venus, es una pieza prima, “única”. Esta pieza que se pavonea en una de las salas del Museo del Louvre, en París, fue hallada en 1820 en la isla de Melos, sin brazos, pero con una mano que sostenía una manzana.

Se sabe que su edad data de entre 150 a 100 años a.C; y fue esculpida por Alexandros de Antioquia; sin embargo su primogenitura es cuestionada, por la mitológica Afrodita, que proviene del siglo IV a.C. Esta Venus aparece sosteniendo el escudo de Ares con ambas manos.

Otras primas-hermanas de estas afroditas con sus respectivos atributos sexuales del deseo, belleza o la fertilidad, son la Venus de Savignano; y la Venus de Willendorf, esta última pequeña estatuilla regordeta, de 11 centimetros, cifra una edad de 30,000 años a.C; y es la primera Venus, la más antigua hasta hoy conocida.

Este arte de la antigüedad llevó al celebre escultor italiano Antonio Canova (1757-1822) a esculpir una versión de la Venus semidesnuda y con prenda de vestir. Esta bella madona del neoclásico despierta sensualidad al tener un pecho al descubierto. Gesto que algunas cantantes pop, recientemente han imitado buscando “popularidad kitsch”.

En muchos países estas variaciones, o reproducciones de miles de imitaciones de la Venus de Milo nos siguen sugiriendo en cierta forma que su decadente ícono del amor y la belleza sigue reinando con su estilo de lo “clásico”, sobre las muestras del novísimo arte, el cual ha vestido ropaje de arte surrealista, expresionista, abstracto, y posmodernista europeo.

Pero lo que es común, ver en galerías, tiendas, mercados, expendios de calles, plazas, y en nuestras casas las muchas imitaciones del arte Kitsch, tratado en yesos, concretos y plástico; fibra de vidrios, cerámicas, tuzas y aserrines; piedra, madera y telas; pintadas, o intervenidas con collage y otro aditivos vetustos, en tonos rosas, dorados, plateados, principalmente.

Lo kitsch, vienen a ser falsificaciones de los iconos más famosos del arte clásico, barroco y decimonónicos; y hasta del mismo arte Pop, todos pasados de moda en los dos últimos siglos; pero que arrasadoramente se siguen multiplicando por sus atractivos pretensiosos, eróticos, religiosos, románticos, heroicos y hasta irónicos.

¿Qué es el Kitsch?

Su término en alemán es yiddish etwas verkitschen, y se originó en los mercados del arte de Munich entre la década de 1870-80, cuando fue usada por artistas para describir los dibujos y bocetos baratos y fácilmente comercializables. Sin saberlo estos artistas estaban inaugurando la masificación de las artes figurativas, que siglos anteriores eran exclusividad de reyes, príncipes, papas y mecenas.

Actualmente la palabra Kitsch, en el mundo global de Internet, es repetida en más de nueve millones, con más de 200 mil imágenes, dando a conocer su aterrador inventario de copias, o “reconceptualizaciones” de artefactos, figurillas, accesorios, y demás versiones.

En toda este descomunal armario circulan retratos de vírgenes y santos del barroco; adonis al desnudo y madonas eróticas; reyes y papas; muñecas y peluches rosa; relojes y flores con jarrones dorados o plateados; prendedores e íconos gay; y cualquier otro objeto sin autencidad estética, efectista y que busca la masificación comercial, donde el gusto o mal gusto es algo tan volátil.

Así esta expresión masificada del arte consumista viene a “democratizar el arte” y satisfacer los múltiples, locos y ridículos deseos de la vista por los gustos kitsch del pasado que imita lo pretencioso, barroco, decorativo y desechable.

Lo que muchos no logran entender porqué millones de personas compran tanta chucherías que imitan hasta no más poder la “realeza del arte”, existente hoy en día en cada rincón de los casas; y que incluso ha sido elevado a categoría de “arte” en museos de gran prestigio mundial.

Kitsch en los grandes museos de Europa

¡Qué horror!, el Kitsch no deja de reproducirse de manera tan complicada y liberal, sin prejuicios y tapujos. Este también ha acaparado la atención internacional, al ser exhibido sin rubor hasta en grandes salones de arte, en recientes años.

Para sus tradicionales exposiciones de verano el museo Reina Sofía, de España, presentó una retrospectiva de Luís Gordillo y Carlos Pazos. Según el comisario Manuel Borja, “estos dos locos son los dos más locos del arte español”.

Con algo de pop y surrealismo, exhibieron jarrones de lo más kitsch, y cientos de Mickey Mouse, que parecían reproducirse a millares. Centenares de retratos, collages, dibujos, fotografías, vídeos, esculturas, instalaciones, y hasta una película fueron parte de la muestra reunida de 30 años de trabajo, la que concibieron como “suvenires de los recuerdos”.

Asimismo en otra retrospectiva iconográfica, el pintor y fotógrafo Pierre et Pilles, elevó esta categoría a “arte” cuando exhibió en los salones del Jeu Paume de Paris, retratos de famosos del mundo de la moda y el espectáculo.

120 retratos figuraban con decorados reales e ironía de máscaras y alter egos, entre ellas: las figuras de Madonna, Marilyn Manson, Marie-France; así como retratos mitológicos de Buda, San Sebastián, y la Virgen María en sus varias representaciones.

Otra muestra, valga citar, fue la celebrada en Utrecht (Países Bajos), en el Instituto Cervantes. En dicha expo llamada Kitsch-Ote, en homenaje a Don Quijote y Sancho Panza, fueron exhibidos como arte: ceniceros, llaveros, vasos figuras, bolsos cuadros, bustos y platos decorativos representativos del mundo kitsch y su carácter popular e irónico.

Estas ideas nos sugieren que todo este mundo de imitaciones sin control, viene a ser como una gran juguetería del nuevo imaginario burlón de estos artistas adultos que huyen del lenguaje de los ordenadores y se refugian con su lenguaje de ironía en el pasado de una “memoria colectiva o personal kitsch”.

La masificación y el consumismo

Así, este lenguaje, que al inicio del siglo XVIII, vino a replicar los modelos del arte clásico y barroco, se expandió a los grandes mercados del siglo XX, y se generalizó al retomar muchas concepciones del arte pop que las masificó, con sus colores vivos y caóticos, ironía e informalismo, llegando a los tiempos presentes al arte objetual y conceptual, de la forma mas burla y disparatada, donde los limites del arte posmoderno, son cuestionados, y parecen ser burlados.

Ya las concepciones elitista de arte decimonómico y arte burgués al servicio de la clase en el poder, es solo referente para los libros de historia y las grandes subastas de arte. Hoy el mundo en toda su complejidad macrocaótica viene a ser la gran megasubasta mundial, donde todo se compra en copia, o clona, al menor precio. Y no se sorprendan porque asimismo se desecha, y se vuelve a comprar y recomprar.

Esta “cultura masiva del kitsch” fermentada por el voraz consumismo y la aceptación en sus complejidades derivadas está llamando mucho la atención de intelectuales y críticos que la están revalorizando por su impacto social sin precedentes y espacio conquistado en esta aldea global, del mundo real y visual.

Basta una rápida mirada por los registros del mundo táctil y virtual para darnos cuenta que las imitaciones no solo invaden los espacios del arte, sino que estos han invadido la música y sus cantantes con sus modas; la literatura, arquitectura y urbanismo; el porno, la política y sus revoluciones; toda la sociedad de nuestro tiempo ha sido arrastrada por esta fascinante plaga que imita todo a su paso con su Kitsch, Kitsch, Kitsch…

La Prensa Literaria

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