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LA PRENSA/Cortesía

Una vida y dos mandados

Carta prólogo del poeta de Chontales Estimado Fabio: La temperatura en todo el texto se mantiene al mismo nivel, con la misma tensión crítica de todos los capítulos. Usted tuvo presente la recomendación de Albert Camus: “El escritor debe nadar contra la corriente”, pues tirarse el agua y navegar con vela de pendejo no le […]

  • Carta prólogo del poeta de Chontales

Estimado Fabio: La temperatura en todo el texto se mantiene al mismo nivel, con la misma tensión crítica de todos los capítulos. Usted tuvo presente la recomendación de Albert Camus: “El escritor debe nadar contra la corriente”, pues tirarse el agua y navegar con vela de pendejo no le luce a nadie. La historia exige verdaderos relatos, tan concretos que pase el tiempo y no pierdan su esplendor. Vea el caso de Suetonio, fue saqueado por Shakespeare en el siglo XVI y en el siglo XX los saqueó Robert Grave.

Una cosa importante, todos creíamos, que después de Cosmapa de José Román Orozco (1942), nadie regresaría a las zonas rurales, pero ahora he comprobado que muchos nunca salieron. Usted sigue siendo montuno, se mueve mejor entre pinos y ocotes gigantes, que entre automóviles raudos. Usted no ha salido de ese escenario verde de llanos y montañas, todos fantasmales. Usted sigue carreteando con Pedro Páramo, sigue saltando a campo traviesa y pasa veloz a horcajadas de Miguel Páramo. Usted se solaza viendo el río Wanki, ancho y solemne buscando una salida al mar.

Su extenso relato de Una Vida y dos Mandados, está escrito en tres planos: el entorno rural, los asaltos políticos y el estrictamente personal.

Cabalgar tres días para estudiar en el I.N.O. de lechón, es una verdadera hazaña. La distancia es corta, pero las pendientes son empinadas, resbalosas y largas.

En su señalamiento a las dictaduras no hay nada de ficción. La secuencia es real, desde los doce Césares, de Seutonio, hasta nuestros días. El plano personal es el más relevante, usted se ufana en colgar su propio retrato y el de su Romelia a la par de la larga galería de sus amplios ancestros.

La estampa de su padre-alto como una puerta- me recuerda al ingenioso Galileo Gadea, en Juigalpa, armando y desarmando los grandes motores Diesel, cuando fracturada una pieza la repetía al torno con sorprendente exactitud. Estábamos bloqueados. Berlín sitiado por las llamas, cuando el demoníaco Hitler había instalado centenares de hornos para incinerar a una gran parte de la humanidad. Nueve millones de judíos.

Bajo el cielo del exilio su Romelia brilla con luz propia. Lazarillo de Dios en su sendero. Sube y baja tortuosos acompañándole a usted. En cada paso recordaban que el brazo de la dictadura es largo.

Sus testimonios o Cartas de Amor a Nicaragua, creo que sobrepasan el millar. Una vida y dos mandados es un alto en el camino. Escribir uno o dos relatos diarios es fatigante, comparable sólo con la tragedia del poeta Hernán Robleto Huete, quien vivió muchos años en la ciudad de México con la obligación de escribir uno o dos relatos diarios para poder sobrevivir.

Pero insisto, usted sigue siendo montuno. El Galope parece extraído de las rancherías y Pancho Madrigal ancló en las periferias de las grandes ciudades porque no soportaba los claxon y menos los ramilletes de luces de neón.

Pablo Antonio Cuadra pertenece a esa estirpe, fue siempre ganadero y también marinero-poeta estrellero- legándonos un estupendo texto de estricta poesía en Los ¡Cantos de Cifar”, a los que me arrimo cada madrugada para combatir el hastío. Tiene el mismo júbilo de Walt Whitman en su “Song of my self”.

Yo también soy montuno y ecologista como usted, sembrando uno o dos árboles acá en Nicaragua, como tres o cuatro allá en mi estancia en París. “veinte Elegías al cedro” me lo inspiraron los obreros de la construcción, en Managua y “Cita con un Árbol” es el mejor testimonio de amor a los castaños en los largos bulevares, flacos en el otoño y verdosos y brillantes durante la primavera.

Y ahora vaya una crítica hermanable y severa. ¿Por qué ustedes viven enamorados de la palabra Segovia española? ¿tan pronto olvidaron que Pedrarias Dávila fue un ilustre cuchillero, y que los ocotaleanos: Emilio Gutiérrez, Roberto Calderón, Fabio Gadea y Mundo Jarquín, valen más mucho más, que un galeón desembarcando tropas en las costas de Panamá?

¿Por qué insisten en llamarse segovianos antes que ocotaleanos? ¿Por qué olvidarse de las antiguas raíces originales, haciendo a un lado nuestra propia identidad?

Sinceramente creo que un alto mástil de ocote flamea más que un precioso velamen gaditano surcando sobre la alta mar.

La corporancia, como la llaman los campesinos, fue fundada por un provinciano, a puro pulso, rompiendo prejuicios y remendando ensueños. Y se ha instalado en el corazón de la capital, donde vienen a dar todas las calles y avenidas, deseoso de echar a andar un nuevo diseño para una nueva radiodifusora que hablará el lenguaje de su pueblo y bañara con sus luces todo el territorio nacional, la mar Caribe y más allá.

Neruda afirmaba que el diccionario era el granero del todo el pueblo, en otras palabras, el viejo arcón donde las muchedumbres guardaban sus expresiones más sentidas y más amadas. Usted logra trasmitir a las muchedumbres las novelas de José Román, y el acoplamiento es providencial, la trama con que está tejida Cosmapa es el destramado que Radio Corporación conduce a la realidad.

La obra literaria hasta entonces se dispersa. Ambas, el texto y la radio, hablan o ponen al día los diálogos cotidianos, el lenguajes de su pueblo.

La primera en el dial es la primera en despertar a millares de escuchas, la de mayor audiencia y mayor conciencia nacional.

El lingüista Alfonso Valle y el Maese Úbeda, son los pivotes de este largo relato. Los actores no tienen nada de ficción, son seres vivos los que José Román ha dado posada en el enclave, para que centenares de trabajadores no se extravíen en los tupidos laberintos del habla, donde ya parece infiltrarse otra lengua extraña que no es la nicaragüense sino la inglesa. La voz del capataz.

La costa Atlántica en la mitad del territorio nacional. En sus playas caribes atracó Cristóbal Colón, zona inhóspita donde siempre se ha hablado el mismito que Marisol Balladares, desde la Corporación, con su glamorosa voz de bahía, en plan de revanchismo, traduce o transmite en vivo a sus hermanos miskitos, los que ahora están viviendo en Madrid, en la capital del antiguo Español. Los invasores que al acercarse a nuestros ríos, ellos, solo hablaban la lengua de Cervantes.

Quinientos años después nuestros hermanos miskitos radicados allá, frente a la fuente de Cibeles, se hacen entender y hablan, gracias a Rubén Darío, otra lengua más novedosa y flexible. Porque el español que se habla en América es mejor que el español de España.

La mejor novela de ficción después de El Quijote, no fue escrita en España, sino en América Latina: Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez (1967), primer centenario del nacimiento de Rubén Darío.

El gran imperio español fue destrozado en 1896, la generación de Unamuno, fue recompuesto paso a paso, gracias al magisterio del mestizo Rubén Darío. El conquistador fue por fin conquistado, gracias a la hazaña de un hijo de América y nieto de España.

El mestizo Rubén está al margen de las otras etnias: miskitas, garífonas, sumas y ramas. Su ubicación la escribe el mismo en el prólogo de Prosas Profanas (1896). “Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África o de indio chorotega o nagrandano?. Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués.

Cosmapa es a la Radio Corporación lo que Cantos de Vida y Esperanza a Rubén Darío. Ambas son bases fundacionales donde se dan estructuras y mensajes que contribuyeron al fortalecimiento de una y otra identidad.

Allá el arcaísmo, la tradición, el sentido de la Hispanidad. Y acá el neologismo, lo novedoso para el surgimiento de la nicaraguanidad.

Esta filosofía o casi fervor religioso que usted ha impuesto a su institución (a su obra maestra pr la pedagógica) instruye a todos los oyentes. Yo todas las madrugadas en Radio Corporación comulgo con el son nuestro de cada día que nos tributa Carlos Mejía Godoy. El son de un violín de talalate de Quilalí hasta el arreglo del Güegüense por la Camerata Bach en el Teatro Rubén Darío.

La Corporación sigue trayendo el monte a la ciudad, sigue siendo montuna en la acepción más noble de la palabra. En ella Carlos Mejía funda la República de los Pájaros, alta esclusa, el cielo abre su abanico de blanquísimas alas. Todos los matices: desde el blanco lácteo hasta el metálico cadmio.

Es la lechosa madrugada de Homero, el cantautor griego que no cesa de cantar.

La Prensa Literaria

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