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¿Cuál es el cuento?

Jacinto y Benjamín ese día sábado habían terminado de trabajar y se daban un descanso previo a su pago bajo la sombra de un árbol de roble, llovía a raudales, pero no se mojaban porque debajo del árbol había una casita de madera con unas camas para descansar. Cuando cesó la lluvia Jacinto le comentó […]

Jacinto y Benjamín ese día sábado habían terminado de trabajar y se daban un descanso previo a su pago bajo la sombra de un árbol de roble, llovía a raudales, pero no se mojaban porque debajo del árbol había una casita de madera con unas camas para descansar. Cuando cesó la lluvia Jacinto le comentó a Benjamín: “Releo, pienso e ignoro aquel tiempo que ha enmudecido para cortejar su fin. Claro, existe una distancia incansable menos dilatada y de capacidad sigilosa como síntoma venturoso, es el ideográfico porvenir, contestó Benjamín. Si, pero, el Quijote del siglo XXI gana batallas y sobrevive a toda versión, le replicó Jacinto. Tienes razón, el mundo es así de intríngulis, inquirió Benjamín.

Que pobre somos

Bajo el inclemente sol que daba en el patio de la casa de Octavio, José degustaba una taza de café y saboreaban un arroz aguado con cerdo, con unas tortillas. Aprecio la noticia de los sentidos, es la perspectiva de la misma contingencia del mundo, le dijo Octavio a José. Claro, la ajena visión, es un abreviado fuerte y suele recordar, le señaló Octavio. Y que me dices del pudor, que es la negación de nuestro vivir, inquirió José. Si, la contingencia es riqueza, pues ni siquiera podemos determinar lo pobre que somos en todo este mundo que nos merodea, replicó Octavio. ¡Ah!, que bandido sos, como entretejes la vida cotidiana, le señalo Octavio.

Paisaje de la vida

Debemos saber esto: “La mujer se fue con otro, es un pez fuera del agua”, le comentaba Eduardo a Juan. Pero, apúrate que ya viene la lluvia y no vamos a terminar el trabajo, le replicó Juan. Y de qué te preocupas, si la santa obra ya esta hecha, le explicaba Eduardo. Pero la sociedad es un juicio que pone fronteras, donde los sufrimientos, la amargura, la comprensión y etc., le han transformado el carácter a la misma sociedad inmiscuida en ella misma, le contestó Juan. Tal vez sea lícito imaginar rasgos circunstanciales, abstractos, impresionistas, expresionistas y demás, como el poeta vuelve a su estrofa, el narrador a su prosa, el pintor a su lienzo, es decir, el artista a su arte, con rasgos admirables que deleitan al paisaje de la vida, profetizando la vida misma, le señaló Eduardo. Claro, debemos pensar en la sociedad porque no tengo ojos en la nuca, le contestó Juan satíricamente.

La Prensa Literaria

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