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LA PRENSA/O.Navarrete

El “santo” del Oriental

Fritongo Morongo, novela de Henry A. Petrie parece ser la parodia de la actuación fanatizada y recurrente de las masas populares frente a los líderes políticos. Puede ser la campanada de alerta para reflexionar acerca de los recurrentes errores de nuestra conciencia contaminada por la inocencia. Y de igual manera, no deja de ser valedero […]

Fritongo Morongo, novela de Henry A. Petrie parece ser la parodia de la actuación fanatizada y recurrente de las masas populares frente a los líderes políticos. Puede ser la campanada de alerta para reflexionar acerca de los recurrentes errores de nuestra conciencia contaminada por la inocencia. Y de igual manera, no deja de ser valedero reflexionar, acerca del papel que los medios de comunicación han jugado en estas situaciones.

Avanzando por la novela, su autor en la página 13, advierte “en el mercado oriental nada estaba prescrito” y luego en la página 37 “Morongo (una vez “muerto) tenía insurreccionado al mercado, el Fritongo sonaba por todos lados y casi se podía hablar de un santo con desborde popular”.

Pero los momentos de duda para el lector y para el creador, sobre la existencia del jóven Fritongo Morongo son perceptibles en la página 43, hay un momento de duda sobre si el aparecido es un fantasma o un muchacho que ha huído a mejores rumbos.

Las distintas circunstancias que se producen en el relato, provocan dudas, certezas y ambigüedades. Continuando con esta batalla entre mito y realidad, la narración nos lleva a la página 85, donde una situación especifica siembra la semilla de la “desantificación” o mortalización de Fritongo, cuando se transparenta el papel de los medios de comunicación con esta frase: “Con el juego de las palabras era suficiente para establecer religiones o crear guerras”.

La experiencia del personaje nos revela que cuando un mito nace del pueblo, el mismo lo sacraliza, ay de quien violente estas creencias, a pesar de eso, en la página 115 el autor nos plantea una posible causa por la cual nació este santo: “Porque el negrecillo…estaba en el alma y la mente de las muchedumbres que en algún tiempo no tenían en quien jodido creer”. Y entonces, en la página 123 el autor lanza esta interrogante: ¿Cómo decir que lo tenido como verdad, no lo era? Y finaliza, en la página siguiente con esta afirmación lapidaria: “En algo había que creer en tiempos de poca fe”

El elemento circunstancial milagroso reforzado por lo sociológico y espiritual, motiva hechos mayúsculamente culturales y religiosos como una beatificación o canonización popular no asoma en la novela.

Es decir Fritongo “post falsa morten” no realiza “desde el más allᔠningún tipo de milagro, ni económico, ni de salud, que son los más buscados por el pùeblo y los más otorgados por el santoral ya establecido y reconocido por los creyentes.

Es más, no hay en la novela, milagro comprobado de ninguna índole, y en vida el susodicho, simple y travieso Petronio Smith, no fue un dechado de virtudes como para que esto justifique una acción popular y cultural de tanta trascendencia, cuando más lo que se producen, son esporádicas apariciones del “santo” y una aparente desaparición del cadáver de Fritongo que Lucecita Candela solamente creyó ver.

Es decir, estos hechos son demasiado simples y comunes para entenderlos como factores de arrastre de la psicología popular, como elementos determinantes para la aceptación de un espejismo confuso e incompleto que solamente a fuerza del rumor lo convierte en un hecho extraordinario de trascendencia religiosa y culturalmente en la utopía: un santo per se.

Visto desde ese enfoque, el autor de Guanuca proyecta en su obra, un Mercado Oriental que a través de sus chismes con fuerza atómica, conflictos con o sin justificación, en un entramado de relaciones comerciales e interpersonales, donde existen personajes reales, que triunfan de la nada o aprovechan un contexto social, religioso o de cualquier índole para emerger como potentados.

Esta obra de Petrie tiene la virtud de abrirnos una pequeña rendija donde curiosear, a ese Mercado Oriental, caótico, caprichoso y emocional, donde la beatificación y canonización no cumplen con más protocolos que las necesidades colectivas de creer en algo propio, no solo íntimamente cultural, sino geográficamente cercano.

La Prensa Literaria

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