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Verónica Arana, la bailarina y coreógrafa. LA PRENSA/U.Molina.

Verónica Arana: Espírutu de la danza

Lleva treinta años bailando, coreógrafa pionera, maestra, ahora su sueño es “la danza como terapia”, una vida dedicada al arte de danzar con el cuerpo y el espíritu Ha vivido para la danza contemporánea. Desde niña Verónica Arana Juárez (Managua, 1964), sintió el ritmo y el movimiento correr por sus venas como el lenguaje de […]

  • Lleva treinta años bailando, coreógrafa pionera, maestra, ahora su sueño es “la danza como terapia”, una vida dedicada al arte de danzar con el cuerpo y el espíritu

Ha vivido para la danza contemporánea. Desde niña Verónica Arana Juárez (Managua, 1964), sintió el ritmo y el movimiento correr por sus venas como el lenguaje de su vida, llegando a convertirse en una de las bailarinas pioneras de la primera generación de egresadas de la Escuela Nacional de Danza de Nicaragua.

“Para mí, la danza es la sangre que me corre por el cuerpo, que fluye en eterno movimiento de belleza”, con esta frase resume su hondo sentir sobre esta manifestación artística vivida en sus casi treinta años como bailarina de cámara, profesora, coreógrafa, promotora, y fundadora del proyecto integral de psicodanza.

“ No me veo haciendo otra cosa que no sea el movimiento, la expresión que se comunica con el público, al que veo como un ser humano trasladándose a espacios mágicos y atemporales”, reitera la artista que recientemente presentó su segunda edición de la obra El Laberinto de las Juanas, en homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz.

Arana quien ostenta la Orden Independencia Cultural Rubén Darío, fue una de las bailarinas que luchó por conquistar su espacio en un mundo difícil; asimismo habla de su sólida formación académica y presentaciones danzarias en México, Cuba y Nicaragua; y de su propuesta de danza contemporánea integrada que promueve la Fundación Pisicodanza, de la cual es su presidenta.

Sus primeros pasos en la coreografía

Los años ochenta, fue el gran boom de la danza contemporánea, e ingresar en ella para muchas jóvenes fue difícil, ¿cómo logró llegar a la Escuela Nacional de la Danza?

Por casualidades de la vida y por mi hermana Imelda, que estaba interesada en teatro y me llevó a matricularme. No se me olvida, fue un febrero de 1980. Era una chavala de 14 años, sin condición física. Te digo esto, porque en 1982 el maestro Gerardo Lastra de la Compañía Nacional de Danza de Cuba, reconoció mi realidad; sin embargo me aceptó, y me hice estas condiciones a punto de trabajo arduo, llanto, sudor, lágrimas y sangre.

Pero sus frutos fueron venturosos, porque participó en la coreografía Un gigante que despierta, que dirigió la también cubana Rosario Cárdenas.

Para estos días, estaba de alumna. Definitivamente los cubanos fueron formadores, y como siempre digo: “nos entrenaron con carburo”, rápido, porque habíamos entrado adolescentes, y no de ocho años. Fue una experiencia formativa muy buena. Se nos hicieron llagas en los pies, esto nos marcó, porque fue una coreografía fuerte y de muchos sacrificios físicos.

Además de los cubanos, quiero destacar que fui educada por la mexicana Evangelina Villalón, profesores de Estados Unidos como Susan Matheke, Ismael Houston, Carol Browman y otros, que me enseñaron coreografías muy buenas. Recuerdo que la cubana Rosario Cárdenas, seleccionó a las muchachas que fueron parte de la excelente coreografía Un gigante que despierta. Ahí estábamos: Gloria Bacón, Ligia Espinosa, Mabel, Félida Gaitán, Alenka Díaz, y “Memo” (Guillermo Márquez).

En México con Anna Sokolow

Su trayectoria cuenta con muchos talleres técnicos, como Graham, jazz, ballet y expresión. Cómo fueron estas experiencias formativas.

En 1986 gané una beca como la mejor bailarina, para hacer una pasantía en la Escuela de Bellas Artes de México por dos meses, pero me quedé diez. Ahí recibí talleres de Graham, y la técnica de Limón pura. Ahí tuve la extraordinaria experiencia de recibir un curso de coreografía con Anna Sokolow, bailarina pionera que llevó la danza moderna a México del siglo XX.

Además de bailar con la compañía Barro Rojo, ellos, me montaron un “solo”; también participé con mi compañera Ligia Espinoza en una obra de ópera en el Palacio de Bellas Artes de México, que para estos años de 1987, no podía participar ningún extranjero, y lo logramos.

Bailamos también en plazas y otros lugares públicos de solidaridad con Nicaragua. Por lo que para mí, no solo el salón de danza, te hace artista, sino que también el escenario abierto.

Su carrera como bailarina ha estado presente en realizaciones coreográficas donde destaca el psicoballet ¿Cómo ha combinado esto al respecto?

Fui a Cuba a operarme de la rodilla, por lo que suspendí mis actividades y me uní al programa de danza para psicoballet de dos años. Luego monté en el municipio de Regla, esta experiencia, donde participaron muchachos con retardo mental, deficiencias visuales y auditivas; y conté con el apoyo de un psiquiatra.

Desde 1999, lo implemento en Nicaragua, al desarrollar un proyecto con muchachos de Pajarito azul; y para montar la coreografía conté con apoyo del grupo de cámara Quinteto. Me gusta dar arte a personas que no tienen posibilidades.

En la Universidad Nacional Autónoma de Managua también ha dejado sus huellas ¿Qué tal la experiencia?

En la UNAM, estoy como coordinadora de danza y paralelo he creado la Fundación de Psicodanza. Ahí formé la Compañía Danza Contemporánea Integrada, porque quiero como artista profesional de la danza involucrar, cuando se den las oportunidades, a personas que no tiene formación, pero que sí tienen talento. Por ejemplo Katherine Portobanco Marenco, Wendy Montiel Marenco, Marjoire Hernández Mejía. Ellas no tienen formación de danza contemporánea, pero tienen la posibilidad de formar parte de la danza integrada. Nosotros tenemos en la universidad a jóvenes haciendo danza en, folclor, performance y danza contemporánea. También tengo entre mis metas dar espacios a personas con discapacidad de cualquier edad y sexo. La idea es abrir una escuela de terapia a través de la danza. Ése es mi sueño.

El performance también ha sido parte de estas muestras disciplinarias integradas. ¿ Tranvía, y el 50 Aniversario de la Autonomía Universitaria, van en esa búsqueda?

Les llamo art performance y son instalaciones artísticas que me gustan por ser obras de arte integradas, donde se unen la danza, el teatro, la música, la literatura y otras expresiones en un mismo proyecto. Estas manifestaciones buscan levantar el aspecto cultural y darle actualidad al reenfocar la danza contemporánea en mi país.

La Prensa Literaria

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