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La fuerza del amor

El otro día me encontré en una casa un eslogan de Jesús que me encantó. Decía: “Jesús un vivir desde el amor, con amor y para el amor”. Y es que “habiendo Jesús amado a los suyos, los amó hasta el extremo” (Jn. 13,1).

El otro día me encontré en una casa un eslogan de Jesús que me encantó. Decía: “Jesús un vivir desde el amor, con amor y para el amor”. Y es que “habiendo Jesús amado a los suyos, los amó hasta el extremo” (Jn. 13,1). Nadie, mejor que Jesús, ha vivido el mandamiento nuevo que nos dejó como testamento en el primer Jueves Santo: “Ámense los unos a los otros” (Jn. 13,34). El amor fue norma y principio de su vida y su comportamiento.

Meditaba entonces que Jesús no hizo otra cosa que amar: Por amor al Padre, a mí y a los hombres fue fiel hasta la cruz. ¡Mira qué amoroso! Por amor se hizo carne (Jn. 1,14) y vivió como uno de nosotros. Siendo el Señor se hizo esclavo y servidor de todos al punto de ponerse a lavarle los pies a sus discípulos (Jn. 13,4-14).

Por amor se hizo Pan: “Tomen y coman, esto es mi Cuerpo” (Jn. 26, 26-27). Haciéndose pan, comida, alimento, se hacía también fuente de vida y energía para todos los que de Él comiesen (Jn. 6, 35).

Por amor entregó su vida para que ya no hubiese más muertes absurdas, sin sentido y la vida fuese la gran riqueza de todos.

Por amor llevó la confianza, donde estaba el miedo. Construyó la comunión, adonde reinaban las distancias. Dio el perdón, adonde antes reinaba solo el odio y el rencor. Convirtió en hermanos a quienes antes éramos enemigos. Compartió el pan donde antes solo había egoísmos. Se hizo servicio para derrocar la opresión. Dio y se dio: ¡Solo quien ama, es capaz dar y darse! Por eso creo que el amor, a partir de Jesús, empezó a revolucionar el mundo y le pido en este día que también revolucione mi vida ya que estoy convencido que no hay fuerza capaz de transformar el mundo, como la fuerza del amor.

Jesús lo sabía muy bien; por eso en aquel primer Jueves Santo nos dijo bien claro: “Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros como yo les he amado (Jn. 15, 12). Que les conozcan que son mis discípulos porque se aman los unos a los otros” (Jn. 13, 35). Por ello solo la fuerza del amor transforma nuestras vidas y suprime la violencia, el miedo y la corrupción de este mundo. Es capaz de librarme del odio, del resentimiento y del rencor; unirme y comprometerme en favor de un mundo, una familia mejor, y llevarme a perdonar y pedir perdón sin condiciones.

Solo esa fuerza es capaz de hacernos fieles hasta la muerte y transformarnos en cristianos, hermanos y solidarios de verdad. Por eso clamo a Jesús para que yo pueda ser capaz de tener la fuerza de su amor, para vivir, entregarme y servir y me dé su gracia para reconocerlo en la Eucaristía, en la Palabra y en mis hermanos.

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