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Gente nueva

Hoy se está hablando mucho sobre la necesidad de construir nuevo mundo con gente nueva y con nuevas actitudes, el papa Francisco nos lo remarca a diario. ¡Ojalá no se quede todo en puras palabras! Necesitamos reconstruir nuestro país, sus estructuras políticas, sociales, económicas, religiosas y las personas todas.

Presbítero Óscar Chavarría

Hoy se está hablando mucho sobre la necesidad de construir nuevo mundo con gente nueva y con nuevas actitudes, el papa Francisco nos lo remarca a diario. ¡Ojalá no se quede todo en puras palabras! Necesitamos reconstruir nuestro país, sus estructuras políticas, sociales, económicas, religiosas y las personas todas.

Pero podemos caer en el grave error de creer que un país cambia y se renueva solo con leyes nuevas. ¡Y no es así! Si queremos un nuevo país, tenemos que ser conscientes de que nunca llegará solo con nuevas leyes, sino cambiando también cada uno de nosotros, de los de arriba y de los de abajo, con el cambio también de cada uno de sus ciudadanos. Un país no se renueva solo con leyes nuevas, sino con actitudes también renovadas de los que en él viven.

En nuestras mismas familias educamos también para cumplir leyes: los padres exigen a los hijos cumplir con ciertas leyes que imponen en el hogar, pero no se les enseña a tener criterios de comportamiento y actitudes ante la vida y convivencia ciudadana. Si nosotros no cambiamos, por muy buenas leyes que tengamos, tendremos lo mismo de lo mismo; por eso se suele decir que los hombres hacen las leyes y las trampas para cumplirlas.

Nuestra misma Iglesia, durante mucho tiempo, nos ha inculcado cumplir la ley, es más cumplimos con leyes religiosas, pero no cambiamos, no terminamos de vivir el mensaje de Jesús que nos convierte en hombres y mujeres nuevos.

Jesús nos dice con toda claridad: “No piensen que he venido a abolir la Ley…” “Pero, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 5,17.20). No es que Jesús vaya en contra de las leyes (Mt.5,17-20); lo que nos dice Jesús es que el cumplimiento de la ley no se puede reducir a “un cumplo y miento”.

La ley por la ley no nos salva, lo que nos salva es el corazón, y el corazón va más allá de la ley. Puedo cumplir al pie de la letra todas las leyes; pero tener un corazón torcido. Puedo decir: “Yo ni robo ni mato”; pero, a la vez, tener un corazón lleno de corrupción, de odio, de desprecio, de envidias, de calumnias e indiferencia hacia los demás.

Para Jesús la ley por la ley o su cumplimiento nada dicen. Para Jesús lo que priva es el corazón. Se trata de tener un corazón limpio, honrado y leal. Se trata de vivir de cara al amor y el amor no es legalizable.

Religión y Fe Iglesia Papa Francisco

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