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Cartas al Director

Hay una sola palabra en el idioma nicaragüense que explica y exalta la grandeza y santidad de la madre. La dignidad de ser madre; la entereza de llevar en su corazón lo que siente por el hijo amado; por el fruto de sus entrañas, al que con el calor de su sangre le ha dado vida, y con la ternura de sus brazos y de sus sonrisas lo cubre de un inigualable amor. Un amor que no tiene condiciones, ni está sujeto a los mundanos egoísmos, porque por su carácter de madre es un ser especial.

Madre, un pensamiento y una flor
Hugo Ramón García. Periodista de Somoto.

Hay una sola palabra en el idioma nicaragüense que explica y exalta la grandeza y santidad de la madre. La dignidad de ser madre; la entereza de llevar en su corazón lo que siente por el hijo amado; por el fruto de sus entrañas, al que con el calor de su sangre le ha dado vida, y con la ternura de sus brazos y de sus sonrisas lo cubre de un inigualable amor. Un amor que no tiene condiciones, ni está sujeto a los mundanos egoísmos, porque por su carácter de madre es un ser especial.

La madre es una enviada de Dios para cumplir con una misión altamente significativa; con un apostolado que nace de su alma franciscana mostrando sus cuantísimas abnegaciones, consagrando su tiempo a la realización de sus cotidianas tareas con el evangelio de la nobleza.

No hay quien la sustituya, ni hay nada que la compare en el mundo con la práctica de su verdadero amor. Expresamente por la categoría humana de ser madre vive en el templo del cariño, que con palpitaciones de gratitud se siente por ella. La madre siempre tiene disposición para amar y bendecir, y nunca abriga en su espíritu pasajeros resentimientos que se dan en nuestra imperfecta sociedad. Por esas cualidades tan propias en su género se le llama madre; por tener esa mística de ser una escogida entre las escogidas, y ganarse las gracias del Señor cuando la llama a su lado para recibir de Él lo que se supo ganar con indudable merecimiento. Para la madre no hay límite de tiempo cuando se trata de cumplir con sus obligaciones; siempre se muestra atenta a lo que la razón le depara, y en esos comunes afanes de entregarse de lleno a su vocación maternal viene a patentizar su obra cual sinónimo de la más pura misión, pues en la madre se resumen todos los valores que la naturaleza le concede.

Por la madre, los espacios del pensamiento siempre se mantienen disponibles para honrar su nombre y ofrecerle con suficiente voluntad todo el homenaje que a diario se suele ganar. Ella es el centro de nuestras singulares atenciones, y son muchas sus abnegaciones que se vuelven pocas las recompensas que recibe. Pero la madre nunca abandona su apostolado; tiene a tiempo completo la virtud de ser una mujer extraordinaria en sus formas, y detalles que le son compatibles para afirmar la geniosidad de su ser.

En su día, ofrezco a la madre nicaragüense las precisas palabras del pensamiento, y a sus pies tiendo la inmaculada flor de mayo, que con los encantos de un amanecer sin ocaso nace en los campos de nuestra romántica geografía, con el alegre trinar de los pájaros que alzando su vuelo sobre la intensidad azul del firmamento buscan otros destinos y otros horizontes.

Recordando a mamita Chinta
Mariela Godoy Santos

Hoy, Día de las Madres, no puedo evitar el desborde de recuerdos bonitos que disfruté en cada celebración del 30 de mayo al lado de mi mamita Chinta.

El Día de las Madres era todo un acontecimiento en casa de la mamita Chinta. Los hijos, nietos y bisnietos que vivían fuera del país, se hacían cita el 30 de mayo para agasajar de mimos, abrazos, flores y regalos a mi mamita. Ese día no faltaba nadie a la fiesta, pues, el poder de convocatoria que tenía no tiene comparación. Ella como anfitriona atendía a sus 87 descendientes, desde el más pequeño hasta el más grande, con el único amor que solo una madre puede dar. Los chicheros, los mariachis, las piñatas, no faltaban en el festejo, todo era jolgorio alrededor de esa madre admirable, pilar irreemplazable de la familia Santos.

Su nombre, era Jacinta Santos Brenes, una mujer fuerte, luchadora, trabajadora, oriunda de El Viejo, Chinandega, madre de prole numerosa, que al momento de su muerte el 15 de noviembre de 2007 le sobrevivieron 12 hijos, 42 nietos y 33 bisnietos.

En homenaje a ella y a la mujer que me heredó de madre (Rosa Alpina Santos Mejía), les deseo a todas las madres nicaragüenses un feliz 30 de mayo, en unión de sus hijos, nietos y bisnietos.

Beatificación de monseñor Romero
Salvador Pérez González

Soy un nicaragüense gran admirador del pueblo salvadoreño, por ser el mismo luchador ante cualquier adversidad, por muy difícil que se presente como el nuestro.

Quienes sentimos especial simpatía por El Salvador como país hermano, nos unimos con especial gozo en nuestros corazones al saber que recientemente monseñor Oscar Arnulfo Romero ya es beato; para así convertir al mismo próximamente en un santo más de nuestra Iglesia católica.

¡Que viva monseñor Romero y el pueblo salvadoreño, para bien de la humanidad!

Fábula de la hormiga y el maíz
Agustín Pérez Cerrada

Una hormiga independiente, trajinando por su prado, se sorprendió alegremente al encontrar en su andar unos granos de maíz de tamaño singular.

¿Caber puede, díjose, una imprudencia mayor que mis pacientes hermanas abandonen en el campo tan delicioso manjar? ¡Tontas son!, adelantó, mas yo les enseñaré con mi habilidoso hacer.

Cavilando, cavilando, en su continuo trajín, con sus tenazas prendiendo aquí un grano, allá un gusano, seguía su pensamiento buscando como poder a su nido transportar aquel hermoso maíz. ¡Buen invierno pasaré!, se decía estremecida, mientras llevaba a su nido seis ramitas de laurel.

¿Cómo poder portear ese maíz imponente? es una pregunta ingrata, a la que respuesta no halla. ¿Y si llamo a mis colegas y al fuerte guardián del nido? Pero ¡no!, se argumentó, yo sola me basto y sobro para llevar en mis hombros esta deliciosa carga, sin tener que compartir lo que mi esfuerzo logró.

Una y otra vez probó, y no lo pudo mover, aquello que su deseo le provocaba a tomar y no lograba arrastrar. Más esfuerzos, y esta vez casi deja en el intento su herramienta más potente, al arriesgar bravamente su pinza más importante.

Pasó un rato y otro rato; hasta una hilera de hormigas también pasaron de largo, arrastrando ora un trigo, ora un pedazo de higo, ora siguiendo la pista, correteando a su nido. Tenaz y sola la hormiga, de sus ensueños en pos, tras nuevos intentos vanos de cargar con su maíz, ¡tampoco lo consiguió!

Pasó una hora y otra hora; el día también pasó, y la noche fue llegando, y ella siguió meditando, sin duda quizá esperando alguna idea feliz; hasta que al fin se durmió, pegadita a su maíz.

En la alborada risueña, asomando el sol apenas, nuestra hormiga despertó de su más pesado sueño, mojadita por la escarcha y tiritando de frío. Al considerar su conquista, presurosa se aseó para luego retomar la tarea tan gozosa de llevar, ¡ella solita!, aquel tesoro a su hogar.

Distraída en el intento, no llegó a percibir que en ese preciso instante, un volátil, negro intenso, frenó su rápido vuelo picoteando veloz tales granos de maíz, llevándose tras de sí a la hormiga pensadora, que dejó de cavilar justo a su buche llegar.

Así que amigos, pensad que más vale brizna en nido que maíz en el sembrado; que si este quedó en el campo no lo fue por abandono sino por su gran tamaño.

Cuando uno camina solo, abandonado a su sino, llega a poco y llega mal, si es que llega alguna vez. Lo que aislado no se obtiene, dos lo pueden alcanzar; y si consigue un equipo todo lo podrán lograr.

Cartas al Director Cartas al director madre

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