Pbro. Óscar Chavarria
La confianza viene por el conocimiento y crece o disminuye a medida que más conocemos a una persona. Así es la fe en Jesús. La fe es confiar, fiarse de, y esto solo es posible cuando conocemos a la persona de Jesús y nos damos cuenta de que sí se merece nuestra confianza.
Hoy vivimos en un ambiente social, político, religioso y familiar de desconfianza. No nos fiamos de nada, ni de nadie: la desconfianza nos acompaña en todo momento y no sabemos en quién confiar.
La mujer samaritana desconfió de Jesús, cuando este le dijo: “Dame de beber” (Jn.4,7). Solo veía en Jesús a un pobre judío (Jn.4,9), digno de desprecio para ella como cualquier judío. Por eso, Jesús le dice: “¡Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber!” (Jn.4,10). Entonces ella siente curiosidad por conocer a ese judío e inicia un bello y sincero diálogo a través del cual, por cierto, se desconcierta porque le está descubriendo los trapos sucios de su vida, no muy correcta: “Me ha dicho todo lo que he hecho” (Jn.4,16-18.39).
Y a través de ese diálogo abierto y sincero surge en ella de una manera progresiva el conocimiento de Jesús: Él no es solo el judío enemigo, ahora es “Señor” y “Profeta” (Jn.4,19), y llega a descubrir que, por encima de todo ello, es “el Cristo” (Jn.4,25-26.29), el “Salvador del mundo” (Jn,.4,41). Ha pasado de la duda y la desconfianza a una confianza total, ha pasado de la no fe a la fe en Jesús y, por esa confianza en Jesús, ha cambiado de vida (Jn.4,28-29).
Es por eso que si queremos tener una sana convivencia social, debemos hablar con claridad y sinceridad, reconociendo nuestros errores y limitaciones. Si unos esposos quieren ganarse mutuamente la plena confianza, tienen que tratarse y comunicarse con toda sinceridad, como la samaritana lo hizo con Jesús.
Si los cristianos nicaragüenses queremos tener la fe y la confianza en Jesús, tal como los samaritanos, primeramente debemos de tener un deseo y un compromiso de obtenerlas, para que través del conocimiento cada vez más perfecto de la persona de Jesús, puedan decir de nosotros, como los samaritanos a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, sino por lo que hemos visto y sabemos de Él”. Estamos convencidos de que Él es el Salvador del mundo” (Jn.4 42). La samaritana y sus paisanos empezaron a creer en Jesús, cuando le conocieron (Jn.4,29-30.39-42). Ahí está el reto también para nosotros.
Ser cristianos es creer, fiarnos de Cristo, y solo podremos confiar en Él en la medida que le vayamos conociendo cada vez más. Solo conociendo a Cristo podemos llegar a confiar en Él como la samaritana.
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