Helen Fisher, una de las antropólogas más prestigiosa de los EE. UU., es una de las científicas que más ha investigado sobre la biología del amor y la atracción.
A partir de sus investigaciones Fisher concluye que el amor no es una emoción, en contradicción a las creencias populares, considerándolo como un impulso fisiológico natural, similar al de comer o beber, existente por la necesidad de procrear, ya que las zonas activadas eran aquellas relacionadas con las motivaciones, la energía y la atención focalizada. Sería por lo tanto una motivación para transmitir nuestro material genético a la siguiente generación, destacando así su perspectiva evolutiva. El amor es por lo tanto, según los estudios llevados a cabo por Helen Fisher, un impulso que se ha desarrollado para favorecer el emparejamiento.
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