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Herling Hernández, secretario adjunto de la Conferencia Episcopal. LAPRENSA/ARCHIVO

Vivir de la fe por la fe

En el evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma, conocido en la liturgia de la Iglesia como el domingo de “Laetare” (alegría), volvemos a leer otro pasaje del evangelio de San Juan (9, 1-41). La escena es un encuentro entre Jesús y un ciego de nacimiento, que produce en unos admiración y en otros, escándalo.

PBRO. HERLING HERNÁNDEZ

En el evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma, conocido en la liturgia de la Iglesia como el domingo de “Laetare” (alegría), volvemos a leer otro pasaje del evangelio de San Juan (9, 1-41). La escena es un encuentro entre Jesús y un ciego de nacimiento, que produce en unos admiración y en otros, escándalo. En esta ocasión la iniciativa del milagro la toma Jesús, y esto no es extraño, es Él el que siempre toma la iniciativa en el orden del amor a la persona (cf. 1Jn 4, 9-10). Es por eso que siempre va rompiendo esquemas que contradicen la rigidez y el legalismo de los preceptos religiosos que no tienen como primacía el amor al prójimo. Es admirable poder ver como Jesús no se detiene ante nada, ningún obstáculo interno y externo, a su misión, le impiden llevar a cabo su obra de salvación y de redención. Ningún prejuicio social y religioso, ninguna amenaza política le quitan la libertad de hablar y de actuar. Él ha venido para “manifestar las obras de Dios”.

“Cristo es la luz de mundo”, con Él el ser humano experimenta una vida nueva, que le impulsa a ver más allá de los sentidos físicos, es la visión de la fe, que como nos dice la Verbum Domini: “Que adquiere la forma del encuentro con una Persona a la que se confía la propia vida” (Exhortación Apostólica “Verbum Domini” de papa Benedicto XVI, 10).

El creyente está llamado a vivir de la fe y por la fe, don de Dios, para experimentar la verdadera alegría en el encuentro personal con Jesús, capaz de transformar la propia vida y la historia, porque “Cristo no es un individuo del pasado lejano, sino que ha creado un camino de luz que invade la historia (Benedicto XVI, de su Libro ‘Nadar contra corriente’). Creyendo en Cristo, el creyente, puede superar los límites de la debilidad humana, para convertirse en sujeto de las obras de Dios”.

En esta Cuaresma, los cristianos están llamados a “redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (Carta Apostólica “Porta Fidei” del papa Benedicto XVI, 2). Los cristianos deben pasar de ser meros espectadores de una fe trivial, a tomar la iniciativa por una fe con más sentido de responsabilidad por las necesidades y preocupaciones del otro. De una fe que no se reduzca a meras prácticas rituales, sino que lleve el dinamismo de la acción por trasformar el mundo que nos rodea, haciéndolo más humano y más justo.

Religión y Fe Dios

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