Seguimos haciendo el camino de discipulado con el Señor. Una primera lectura de Mc 9, 38-39, da lugar a la comprensión del texto como una tolerancia religiosa, no obstante, más allá de esta interpretación, Marcos nos coloca frente a la razón y sentido del ser de la comunidad de discípulos y por ende del discipulado, la que tiene su fundamento en la persona de Jesús.
Notemos ciertos términos presentes en el texto: el “nosotros” y “nombre”. “Nosotros”: “… y tratamos de impedírselo porque no viene con nosotros”.
“Nombre”: “Hemos visto a uno que arroja los demonios en tu nombre”; “…porque nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí”.
Cuando el “nosotros” está por encima de la persona de Jesús, se desencadenan una serie de pecados. En el contexto evangélico, el “nosotros”: es egocéntrico, denota que un grupo se considera eje y centro de la vida, superior a la persona de Jesús. Es excluyente, si alguien no es “de los nuestros” se le segrega, se le invisibiliza, incluso se le elimina, a Cristo mismo se le crucifica creyendo inmovilizarlo, atarlo. Estigmatiza, pone etiquetas, crea división: los justos y los injustos, los buenos y los malos.
A diferencia de lo anterior, en “el nombre”, el de Jesús, en su persona, se logra: comunión vs. individualismo, inclusión vs. exclusión, unidad vs. división. Jesucristo: es núcleo y eje de las acciones del quehacer de los discípulos, es configurador de la comunidad y de la comunión, es fuente de la unidad en la diversidad.
La deficiencia de la iglesia primitiva sigue siendo actual en grupos eclesiales. “Dentro del pueblo de Dios y en las comunidades, ¡cuántas guerras! En el barrio, en el puesto de trabajo, ¡cuántas guerras por envidias y celos, también entre los cristianos! La mundanidad espiritual lleva a algunos cristianos a estar en guerra con otros cristianos que se interponen en su búsqueda de poder y prestigio, placer o seguridad económica.
Además, algunos dejan de vivir una pertenencia cordial a la Iglesia por alimentar un espíritu de “internas”. Más que pertenecer a la Iglesia toda, con su rica diversidad, pertenecen a tal o cual grupo que se siente diferente y especial” (Evangelii Gaudium n°98).
Ahora bien, las fronteras del “nosotros”, del egoísmo, del individua