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Resurrección

El poder del servicio

Cuando Santiago y Juan se acercan a Jesús, van en busca de poder, en busca de puestos importantes, en busca de posiciones privilegiadas, en busca de prestigio: “Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mc. 10,17).

Cuando Santiago y Juan se acercan a Jesús, van en busca de poder, en busca de puestos importantes, en busca de posiciones privilegiadas, en busca de prestigio: “Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mc. 10,17).

La indignación de los otros diez discípulos de Jesús (Mc. 10,41) no iba dirigida hacia la manera corrupta de actuar Juan y Santiago, sino porque ellos buscaban también lo mismo que los primeros. Todos pensaban en el poder, en las buenas ganancias, en los primeros puestos. Pareciera que hubiesen vivido en nuestros tiempos de hoy, y de siempre, ya que el poder ha gustado a todos los hombres. Y es por eso que Jesús tiene que decirles y decirnos: “No saben lo que piden” (Mc. 10,38).

Ciertamente el mundo de Jesús va por caminos muy distintos a los nuestros. En el mundo de Jesús no cuenta el primero, sino el último (Mc. 9,35). La grandeza, sino la sencillez (Mc. 9,37). El poder, sino el servicio (Mc. 10,43). La ambición, sino la entrega desinteresada a los demás (Mc. 10,21).

Jesús trastoca toda forma de pensar y toda clase de valores de este mundo. Lo importante para Jesús no son los puestos importantes que podamos conseguir, sino el servicio que podemos prestar: “El que quiera ser grande entre ustedes, sea su servidor” (Mc. 10,43). No es el poder que tiraniza y oprime, sino la sencillez que libera: “Saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes” (Mc. 10, 42-43).

Nuestro mundo anda loco buscando el poder y el dominio sobre los demás a costa de quien sea y de lo que sea. En su búsqueda nos movemos, como Santiago y Juan, por una ambición que ciega, que rompe con toda moral, que corrompe sin importar perder nuestra dignidad personal, que quita la paz del espíritu y de nuestras familias. Es causa de pobreza para muchos de nuestros hermanos y ha traído consigo muchas zancadillas, indignación, rivalidades y recelos, como ocurrió también entre los discípulos de Jesús (Mc. 10,41).

Por eso es de gran necesidad crear una nueva mentalidad. Tal como nos dice Jesús, en la que se cambie la viveza y la ambición por el trabajo y el servicio; por la que se tenga como máximo orgullo y honor el amor que nos lleva al servicio desinteresado a los demás hermanos.

Para nosotros, los cristianos, la vida es donación, entrega, servicio, tal como dijo Jesús a sus discípulos y como lo hizo él mismo: “Yo no he venido a ser servido sino a servir” (Mc. 10,45). Como decía el papa Francisco: “El verdadero poder está en el servicio. Ten presente que solo una vida vivida para los demás, vale la pena ser vivida”.

Quizá aún no hayamos experimentado la gran alegría que da a la vida el haber estado siempre, como Jesús, al servicio de los demás y, sobre todo de los más débiles. Pero esta es la gran verdad: Servir es hacernos felices a nosotros mismos y a los demás.

Religión y Fe

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