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El cardenal Angelo Giuseppe Roncalli contaba con 76 años cuando fue elegido papa. Había un periodo de paz para la Iglesia cuando fue elegido el 28 de octubre de 1958, para suceder en la sede petrina al papa Pío XII.

Un papa dócil al Espíritu

Al papa “bueno” lo caracterizaba un gran sentido del humor. Su temperamento era alegre. Pero su calidez y generosidad fue lo que cautivó al mundo desde que fue nombrado obispo de Roma en 1958.

Julio Portocarrero Arancibia

800 mil peregrinos de todas partes del mundo asistieron a la ceremonia de canonización de San Juan XXIII, el papa que dijo que era necesario abrir las ventanas de la Iglesia para que entraran nuevos aires.

El Concilio Vaticano II es el acontecimiento eclesial más importante del siglo XX y del pontificado de San Juan XXIII, celebrado en un momento propicio, religioso y cultural, en pleno desarrollo de la sociedad europea y en una excelente coyuntura mundial. Contribuyeron favorablemente a su realización los movimientos de renovación eclesial previos al mismo; se opusieron los sectores más conservadores del catolicismo, explica monseñor Rolando Álvarez, obispo de la Diócesis de Matagalpa, Iglesia local que en 2014 cumple 90 años.

Al papa “bueno” lo caracterizaba un gran sentido del humor. Su temperamento era alegre. Pero su calidez y generosidad fue lo que cautivó al mundo desde que fue nombrado obispo de Roma en 1958.

Pero esta figura de “papa bueno” no se improvisó, “se fue forjando a lo largo de su vida. Un ejemplo de esto sucedió cuando siendo nuncio apostólico en Francia —gracias a su cortesía, sencillez, buen humor y amabilidad— pudo resolver graves problemas y conquistar el corazón de los franceses”, dice monseñor Rolando Álvarez, obispo de la Diócesis de Matagalpa.

Monseñor Álvarez explica que Juan XXIII “intuyó” que algo faltaba en la Iglesia de Cristo y que esta debía prepararse para los tiempos posmodernos.

Es así como en su mente nace la idea del Concilio Vaticano II, que “contribuyó a un cambio profundo de la cosmovisión cristiana, ya que fue el final de la contrarreforma, la consagración de los movimientos eclesiales innovadores, el reconocimiento de los valores de la modernidad y la aparición de una nueva conciencia de Iglesia. Fue una verdadera transformación para la Iglesia”, explica el obispo.

DOCILIDAD AL ESPÍRITU

“En la convocatoria del Concilio, San Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Este fue su gran servicio a la Iglesia”, dijo el papa Francisco, durante su canonización el Domingo de la Divina Misericordia, en Roma.

Según monseñor Álvarez, los pastores de la Iglesia deben retomar de él “su docilidad al Espíritu Santo; su bondad, diafanidad. La manifestación de una Iglesia menos burocrática y más pastoral”.

“Me gusta la personalidad de San Juan XXIII. Quisiera ser (como él) un pastor bueno”, comenta monseñor Rolando Álvarez, quien no encuentra divergencias entre este nuevo santo y San Juan Pablo II, pues el pontífice polaco “aplicó, practicó y vivió el Concilio Vaticano II. Recordemos que él participó en el Concilio siendo arzobispo de Cracovia”, dice Álvarez.

Religión y Fe

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