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Nuevos horizontes

El título de esta columna que hoy iniciamos se inspira en el Documento de la Conferencia Episcopal de Nicaragua que se le entregó al presidente de la República y a la Coordinadora de Medios de Comunicación este pasado 21 de mayo del 2014. Su contenido es una fuente de análisis y acciones para todos los sectores de la sociedad, ya que no puede terminar en una simple lectura porque aquí se juega el futuro de Nicaragua.

Monseñor Silvio Fonseca

El título de esta columna que hoy iniciamos se inspira en el Documento de la Conferencia Episcopal de Nicaragua que se le entregó al presidente de la República y a la Coordinadora de Medios de Comunicación este pasado 21 de mayo del 2014. Su contenido es una fuente de análisis y acciones para todos los sectores de la sociedad, ya que no puede terminar en una simple lectura porque aquí se juega el futuro de Nicaragua.

Los artículos que aparecerán en esta columna será para enriquecer el documento en sí, que apenas es una síntesis de lo que acontece en nuestra realidad nacional, la cual ha sido publicada por la misma Conferencia Episcopal en documentos anteriores y que ahora ha sido reafirmada y ampliada. La cátedra de los obispos es una agenda de nación en la cual los que vivimos en este país debemos verlo como un espejo “por amor a Nicaragua”.

La dignidad de la persona; los derechos humanos; el bien común; y el recto sentido del patriotismo, son ejes transversales en los 46 y seis articulados y que amerita dosificarlos para un recto entendimiento de la eclesiología y la doctrina social. Entre esa amplitud de temas, la familia aparece la familia como primer apartado. El magisterio enseña que la familia es una sociedad anterior al estado, sujeta y fuente de derecho, a la cual todo estado debería respetar.

La familia no es un grupo aislado, sino que está inmersa en una sociedad como primer bien común de toda sociedad; sin ella no puede existir ni el Estado, ni instituciones ni organizaciones; es la familia la que hace posible al estado y no lo contrario. He aquí donde radica el conflicto entre Estado y familia al pretender calificarla como cualquier “organización” y ejercer sobre ella un control estatal.

El bien de la sociedad no puede darse sin la familia y tanto los éxitos como los fracasos de los ciudadanos dependen de la calidad de familia, por ende existe una inseparabilidad entre familia y sociedad. Esta sociedad es incluyente, una responsabilidad compartida en la que interviene el ejecutivo, el legislador y cualquier organismo o redes sociales deben estar al servicio de la familia.

La exhortación Familiaris consortio describe la inseparabilidad entre familia y sociedad de la manera siguiente: “En un momento histórico en que la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla, la Iglesia consciente de que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente vinculado al bien de la familia, siente de manera más viva y acuciante su misión de proclamar a todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, asegurando su plena vitalidad, así como su promoción humana y cristiana, contribuyendo de este modo a la renovación de la sociedad y del mismo Pueblo de Dios”. (no. 3).

Así, velando por el bien de la familia, como institución natural y divina, la Iglesia defiende su institucionalidad; el matrimonio según la naturaleza humana; sus derechos inalienables a la procreación y a una educación de calidad y según sus principios cristianos; a su privacidad; y a la libertad de conciencia. (nos. 3,4, y 5).

Religión y Fe amor Nicaragua

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