Por Josué Bravo
Es el varón de una pareja de hermanos. Nació en Catarina, Masaya, el 3 de junio de 1989. Sus padres, como cientos de nicaragüenses, tuvieron que emigrar hacia Costa Rica cuando el niño tenía 5 años. El proceso duró cinco meses hasta que se asentaron todos en un barrio de la capital costarricense.
En las maletas que llevaron en ese viaje solamente cargaban lo necesario, y esperaban dejar atrás la pobreza y la falta de empleo. Durante la travesía, hubo algo que el pequeño Oscar no dejó atrás: su anhelo, la pasión por el deporte y las ganas de jugar futbol.
“Cuando llegamos a Costa Rica empezamos de cero, no trajimos nada de allá. Agarramos las maletas y venimos como la mayoría que viene a este país”, recuerda Oscar Duarte Reyes, padre del muchacho, un señor moreno, de 50 años y de hablar pausado.
DEPORTISTA NATO
El amor por el futbol ya se notaba en el chavalo de 5 años. Según cuenta su padre, en Catarina corría tras un balón con sus primos y un tío, quien también se llama igual a él. La afinidad para el señor Duarte —quien no ha hecho cambios en su acento, y que dirige una pequeña lavandería ubicada fuera de San José— fue algo curioso pues en 1994, en Nicaragua la influencia del beisbol en los niños era predominante.
Cuando llegó a Costa Rica, el pequeño encontró el oasis perfecto para saciar su sed de juego. La madre recuerda que llegaron a Mozotal de Guadalupe, un barrio ubicado en la periferia de San José, a una casa cercana de la plaza comunal.
Ahí el niño hizo química con amigos con quienes no paró de jugar. El futbol era su mundo, lo practicaba sin saber que años después sería un afamado jugador en Costa Rica y luego viajaría a Bélgica, donde juega con el Brujas, un club de futbol de tradición.
“Venía de clases (de primer grado) y se iba directo a jugar pelota con los amiguitos. Pasaba todo el tiempo jugando, toda la tarde. Nosotros lo dejábamos pero nunca creímos que eso le iba a beneficiar más adelante. En la casa solo era patear bola. Cuando regresaba del trabajo a veces me decía: ‘mami me pasó algo, le quebré un adorno’”, recuerda Walkiria Gaitán, madre del jugador.
Cada año vacaciona en Nicaragua, donde aprovecha para visitar a sus primos, tías y abuelos. De hecho, cuando recibió la oferta por teléfono de hacer una prueba en Bélgica con Brujas, regresaba de Nicaragua.
A Catarina nunca ha dejado de viajar cada año, según su padre. Desde el año pasado pide los uniformes de su equipo en Bélgica y se los regala a los equipos de esa comunidad. Y quiere construir una cancha de futbol.
El niño quiso ingresar a una escuela de futbol y al ver su entrega los padres lo apoyaron, pero lo hicieron más por complacerlo. Ingresó a una academia que el Deportivo Saprissa, club de futbol de Costa Rica, tenía cerca de la localidad. Desde ahí, Duarte siempre fue entregado, guiado por la atención de sus padres, más de su madre quien lo acompañaba a los partidos.
CON TENACIDAD
No había motivo alguno que lo detuviera para ir a las prácticas. Las carencias familiares lo hicieron más fuerte y nunca reprochó nada. Incluso, si no había para el pasaje del bus, alentaba a su madre a levantarse temprano para que se fueran caminando hacia la cancha.
“Empezó a jugar, fuimos a escuelas de futbol, a salir por todo Costa Rica con él. Él era muy disciplinado. Ni el agua ni el sol lo detenían, él podía estar enfermo pero siempre estaba ahí, puntual. Como a él le gustaba eso, nosotros decidimos apoyarlo, claro está en medio de tanto sacrificio, en lo que podíamos. No teníamos muchas posibilidades, debíamos trabajar para sobrevivir”, recuerda su madre.
Para sus padres y su hermana mayor Cinthia, esa vida de sacrificios, le ha permitido ver resultados acelerados desde que debutó en Primera División en el Saprissa, en el año 2009; y a valorar el éxito que siempre se lo atribuye a Dios.
En el Saprissa le apodaron “La Piedra”, por ser un fornido defensor izquierdo de 1.84 metros de altura que no le teme al rival, con esa pared el propio Lionel Messi rebotó en 2011, cuando Duarte defendía a Costa Rica en la Copa América ante Argentina.
“Yo creí que ese muchacho se había quebrado, por el grito que dio cuando cayó”, le contaría después Oscar, según su madre, mientras habla rodeada de algunas camisetas con las cuales ha jugado su hijo.
Ese año fue su primera convocatoria a una selección de Costa Rica. Para esa fecha jugó también en la Copa América y en 2012 fue contratado por el Brujas de Bélgica, uno de los clubes más antiguos de Europa y ganador de una Copa UEFA (1976) y una Liga de Campeones de la UEFA (1976).
ENTRE GRISES
Dentro de la cancha a veces rinde honor a su apodo. Es serio y callado, buscando hacer lo suyo en el juego; aunque fuera de ella, según la familia, es amable, le gusta el dibujo, la pintura y hasta tocar batería.
Hubo momentos tristes en la vida de Duarte, como cuando fue retirado del Saprissa, a la edad de 15 años. Llegó con la vida destrozada a su casa, encontrando consuelo en la familia. Le dijeron la frase típica en los equipos: le llamaremos por cualquier cosa. Él sabía que esa llamada no suele ocurrir, aunque la vida lo siguió premiando.
Dos días más tarde, el entrenador argentino José Antonio Giacone le dijo que retornara a las prácticas. “Creo que ‘Giaco’ fue el que le vio las cualidades. Con él como que Oscar dio el salto (a Primera División)”, dice su padre, quien le admira la disciplina para trabajar en función de sus metas, demostrando que con esa cualidad se puede lograr éxitos si le añade temple y amor al trabajo.
Luego, quedó fuera de la selección Sub 20 que logró el tercer lugar en Egipto 2009, por no haber tenido a tiempo la nacionalidad.
“Es cierto que ahora tiene este nivel, pero no es fácil. Ahora uno lo ve fácil pero si uno ve cómo viene recorriendo toda esa historia desde niño, ve que ha pasado momentos difíciles”, añade su papá.
Con el éxito a sus pies, Oscar acostumbra repasar en la cama con su mamá las dificultades de infancia. Como buen hijo y gran hermano, según Cinthia; nunca olvida los primeros tacos de marca que ella le compró.
“Yo me acuerdo pero cuando me lo pregunta me hago la desentendida, para que no crea que le cobro el apoyo que le dimos. Fueron unos Umbro, color verde con negro, cuando tenía él 14 años. Él sabe qué y me recuerda que le di todo el sueldo para comprárselos”, dice la mamá, horas después de saber la noticia que su hijo irá al Mundial.
El próximo reto de Duarte es debutar como titular en Brasil ante Uruguay, el 14 de junio. Quiere defender “a muerte” la camisa del país que lo acogió y le abrió las puertas de la grandeza. Pero sus afanes no terminan, el sueño de jugar en España lo mantiene intacto.
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