14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Seamos gente de esperanza

El agricultor es hombre de esperanza, ya que al sembrar nunca se garantiza la cosecha. Sembrar es un riesgo, el campesino se las juega y nunca está seguro que va a recoger cosecha de su siembra. Por eso, quien siembra, es gente de esperanza.

SACERDOTE ÓSCAR CHAVARRÍA

El agricultor es hombre de esperanza, ya que al sembrar nunca se garantiza la cosecha. Sembrar es un riesgo, el campesino se las juega y nunca está seguro que va a recoger cosecha de su siembra. Por eso, quien siembra, es gente de esperanza.

Hoy veo gente que nada arriesga en la vida; gente que todo ven negro y jamás se esfuerzan por nada, esperan que todo se les dé hecho, no tienen esperanza porque quieren ir a lo seguro.

Es verdad —como nos dice Jesús en el Evangelio— que no toda semilla que se siembra produce fruto (Mt.13,4-7). Quien siembra está consciente de los riesgos que corre su semilla; pero no por ello debe dejar de sembrar. Jesús vivió esta experiencia: toda una vida al servicio de una nueva humanidad, de un nuevo hombre y, al final, se ve colgado en una cruz. Pero Él nunca “tiró la toalla”; siguió sembrando día tras día, hasta lo último, con esperanza. Jesús sabía que muchas veces “uno es el que siembra y otro es quien recoge” (Jn.4,37).

Hoy vivimos tiempos difíciles para la esperanza y fáciles para el desánimo. No son tiempos muy propicios para sembrar, aunque sí para gozar de los frutos que otros han sembrado.

Un servidor público honesto puede cansarse y decir: “¿Para qué seguir luchando?” “¿Dónde está el fruto de mi trabajo?” Un buen profesor, cuando ve la desidia y la desgana de tantos estudiantes que pasan por sus aulas, puede decir: “¿Merece la pena hoy día ser maestro, cuando parece ser que nadie te toma en cuenta?” A muchos padres de familia les vendrá la tentación de “tirar la toalla” porque no ven el resultado de tanto esfuerzo por sus hijos. Muchos jóvenes tienen motivos para el desaliento y el desánimo, sobre todo en estos momentos en los que el futuro no lo ven muy halagador. Nosotros los sacerdotes, que nos puede llegar también la tentación y preguntarnos si merece la pena entregar toda una vida al servicio del Evangelio.

Cuando parece que el fruto de ese esfuerzo no se ve, tenemos siempre que recordar que Jesús vivió esta experiencia, pensar y decirnos: “Soy optimista y sí quiero una sociedad más pujante y desarrollada. Yo tengo que comenzar a hacer realidad ese sueño.

Si deseo un mundo más justo, lleno de paz, he de esforzarme y orar para construirlo. Si ansío una vida mejor, lucharé para sembrar la semilla del esfuerzo, de la honradez y del trabajo que hagan mis sueños realidad. Yo soy, tú eres, nosotros somos los creadores del destino de un mundo, de una nación, del destino de nuestra familia, del destino de nuestra Iglesia y de nosotros mismos. Es verdad que muchos no han podido ver el resultado de su esfuerzo, de su siembra; pero lo hemos gozado las generaciones que hemos venido tras ellos. Si ellos nuestros familiares, nuestros próceres, tantos hombres y mujeres buenos, abnegados, santos… no hubieran sembrado, nosotros no hubiéramos gozado de la cosecha.

¡Toma la decisión! Toma conciencia que lo importante hoy en tu vida es sembrar. El fruto más tarde o temprano llegará, y puestos en las manos de Jesús nuestro Señor y Salvador ¡todo es posible!

Religión y Fe

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí