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Cartas al Director

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Hoy día, a las nuevas generaciones se les infunde la idea de que “para ser alguien y tener un medio para defenderse en la vida, hay que estudiar”

Mala praxis
Un médico en los tribunales de justicia acusado por presunta negligencia médica al realizar una cirugía de megaliposucción. Según la Fiscalía el médico realizó una mala praxis, pero además Medicina Legal lo confirma y una auditoría médica del Minsa  dice que hubo negligencia.

A un paciente lo hacen firmar un documento que si se muere deslinda de toda responsabilidad al hospital y por su puesto al equipo médico. En otras palabras si el paciente se muere fue porque él quiso morirse, porque ya lo tenía preparado, de esa manera no habrá acusación penal, ahora si el paciente no quiere firmar el documento en mención, no lo operan.

En la mala praxis son solidarios con el médico, el hospital donde se realizó la cirugía, el anestesista, las enfermeras y auxiliares que participaron en conjunto con el médico cirujano. Todos tienen participación y la autoridad judicial debe valorar el grado de responsabilidad de cada uno y de esa manera culpar o absolver según lo determine una verdadera auditoría médica.

Para sorpresa han aparecido unas damas diciendo que el mismo galeno las dejó mal operadas, pero no estaba en sus planes denunciarlo o acusarlo según lo que parece, de no haber sucedido la tragedia posiblemente estas señoras hubieran callado quizás para siempre.

Estas señoras cometieron una dolorosa omisión. Se hubiera, tal vez, puesto atención sobre el médico y se hubiera salvado una vida.

Lo grave de algunos médicos es no advertir al paciente las condiciones que pueden ocurrir durante o después de la cirugía por la anestesia o por la misma cirugía.

Conozco personas operadas de columna lumbar. Ellas llegaron  pidiendo a gritos  ser operadas porque humanamente se hacía imposible seguir soportando el dolor. En ese momento el médico no advirtió al paciente las consecuencias que iba a tener para el resto de su vida. Estas personas cuando no estaban en crisis por lo menos caminaban, después de la operación uno arrastraba un pie, otro no podía sentarse. En todos los casos el paciente ha manifestado que si le hubieran advertido las secuelas de la operación y que el dolor iba a continuar, no se hubiera operado.

Afortunadamente son muchos los médicos que toman en serio al paciente y lo tratan como ser humano, médicos que primero están los valores morales por cualquier otro tipo de valor.

Sé de médicos que sufren cuando se le muere un paciente, no son ajenos a ese dolor.

A un director médico le avisan que su mamá se cayó, con la chapa de diente se le partió el labio superior, se fracturó la nariz, la señora de noventa años siente que la atropelló un tren. En el hospital existen problemas entre médicos y pacientes que deben resolver y su responsabilidad lo obliga a no abandonar el hospital, mientras en su casa la gente pregunta: ¿Qué se hizo su hijo, el médico? ¿Por qué no viene?

El ser humano busca y desea tener figura elegante sin que tenga que controlar los alimentos, sin hacer sacrificios, esa vanidad es la línea de vida o muerte. Una cirugía que ha dejado secuela en los artistas de renombre mundial no causa temor en el paciente, es más grande la vanidad.
Alejandro Calero.
¿Qué nos queda a los jóvenes?
Recientemente formé parte de una serie de debates que formaron dos puertorriqueños, un demócrata y un republicano, sobre la política interna de los Estados Unidos. Ambos pretendían hablar exclusivamente de los que les concernía, el país norteamericano,  pero no pudieron evitar a una avalancha de jóvenes provenientes de distintas universidades del país que los cuestionaban sobre las políticas electorales nicaragüenses.

El mensaje era claro, los jóvenes quieren saber sobre política, quieren que los mandatarios rindan cuentas. Quieren elecciones libres basadas en procesos democráticos y constitucionales. Quieren saber, no quieren que les cuenten cuentos de camino. Piden a gritos la participación ciudadana de la población juvenil.

Ante la falta de respuesta sobre todos los puntos antes mencionados por parte del comandante Ortega, me encuentro ante una juventud apática. No quieren votar, varios expresan que los únicos jóvenes que quieren votar son aquellos que se identifican con la trampa de masas de Ortega llamada de forma eufemista como Juventud Sandinista. Las movilizaciones de jóvenes del partido usando los recursos del Estado, la raquítica verificación y la falacia de que más del 90 por ciento de los nicaragüenses se fueron a verificar, son solo un par de puntos que hacen eco. ¿La gota que derramó el vaso? Una resolución de litis de cuatro magistrados del Consejo Supremo Electoral de tendencia orteguista que le dieron al “opositor silencioso”, el señor Pedro Reyes, la presidencia del Partido Liberal Independiente (PLI).

La apatía juvenil es inminente. Los jóvenes no quieren votar, es su protesta pacífica pidiendo a gritos elecciones libres, elecciones donde no predomine el “zancudismo”, elecciones donde haya participación ciudadana, se abran espacios donde se le dé legitimidad a los procesos democráticos de la Constitución Política.
Los jóvenes no quieren gastar pólvora en zopilotes, si su voz no es escuchada su voto tampoco contará. ¿Qué nos queda al final a los jóvenes? Seguir protestando pacíficamente, pero haciendo conciencia del derecho al voto, informarnos, seguir insistiendo que al final, el peor temor de un gobierno corrupto, es una juventud culta.
Oscar Josué Roa Moreno.
La importancia de saber trabajar
Hoy día, a las nuevas generaciones se les infunde la idea de que “para ser alguien y tener un medio para defenderse en la vida, hay que estudiar”, mejor aún si es una carrera universitaria.

¿Qué tan cierto es tal planteamiento? En definitiva, es errado. Estudiar es importante, sin embargo, no es imprescindible para poder y saber trabajar. El problema radica en que muchos tienen una idea muy limitada de lo que es trabajo.

Por eso, hay una gran cantidad de jóvenes desocupados (titulados o no) viviendo con su pareja o hijos, o ambos, bajo el techo de sus padres. “He metido papeles por todos lados, y no me sale nada”, dicen muchos. Algunos llevan años en esa situación.

A simple vista parece que es válida su justificación, tomando en cuenta que nuestro país solo tiene capacidad para dar empleo a la mitad de los 150 mil jóvenes que egresan cada año de las 57 universidades nacionales, según estimaciones del Programa de las Naciones Unidas en Nicaragua.

No obstante, si se revisa el concepto de trabajo, leemos que es “todo esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza”, o sea no se limita al ejercicio de una profesión u oficio en una empresa, como piensa la mayoría. Ya lo dice una frase popular: “Trabajo es trabajo”.

Recientemente, un canal de televisión difundió la historia de Paola Carvajal, de 23 años, quien es conductora de la ruta 106, debido a que no encontró oportunidad en otros campos laborales. Gana 400 córdobas al día. Así se mantiene y sufraga parte de los gastos familiares.

Ella me hizo recordar lo que me dijo un taxista: “Hay que saber trabajar… Eso me inculcaron mis padres”. Dichas palabras se quedaron en mi mente, puesto que son contundentes y acertadas.

Paola Carvajal nos brinda un ejemplo de ello, así como miles de madres solteras, u hombres, que venden en mercados, casetas de buses, semáforos, etc., aunque solo sea para subsistir. ¿Acaso es mejor estar sin hacer nada y transferir las responsabilidades propias a los padres, como la manutención de los nietos?

Para quienes subvaloran cualquier trabajo ajeno a su preparación académica, existen organizaciones estatales y no gubernamentales que financian a emprendedores, siempre que presenten un proyecto o un plan de negocios. Esto último es primordial.

Al respecto, un predicador que escuché en una emisora expresaba que un inversionista no apoya a soñadores, sino a un visionario que venda una idea de esta manera: “Tengo este proyecto. Cuesta tanto…”

Cuando dejar el currículo en varios lugares no funciona, hay que barajar varias formas de trabajo o de conseguir uno, no las mismas de siempre: otras todavía no exploradas.
Henry Peralta A.

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