Por Juan Carlos Ampié
Un mes antes de su estreno mundial, Los indestructibles 3 apareció en internet. Fue el acto de piratería más notorio desde el 2009, cuando X Men Origins: Wolverine se filtró por servidores de todo el mundo, sin sus efectos visuales terminados. La nueva producción de Sylvester Stallone se ha descargado dos millones de veces. El estudio Lionsgate calcula pérdidas de unos diez millones de dólares, y ya abrió una demanda legal. Sin embargo, el episodio de piratería es lo mejor que pudo haberle pasado. Sin la cobertura noticiosa habría pasado inadvertida. Es la peor entrega en una franquicia que ha perdido el rumbo.
Barney Ross (Stallone) y los “Indestructibles” sobrevivientes se reúnen para una nueva misión. Antes, toman un peligroso desvío para liberar a uno de los suyos, Doc (Wesley Snipes), atrapado en una prisión de máxima seguridad en algún lugar de los Balcanes. Este giro de trama sigue uno de los elementos principales de la fórmula: “rehabilitar” simbólicamente a una estrella caída en desgracia, o abandonada en una industria donde se favorece la juventud. Snipes se autosaboteó siendo difícil en set de Blade 2 , y tuvo problemas legales por evasión de impuestos —confirmando que la ironía posmoderna es el tono prevaleciente en la cultura popular, la película le da un chiste alusivo—. Pero no basta con un solo ejercicio de rehabilitación. Mel Gibson es el villano de rigor, rebotando tras el escándalo múltiple conformado por un divorcio escenificado en los tabloides, acusaciones de maltrato doméstico y la publicación de diatribas antisemíticas.
El sobrepoblado reparto también encuentra lugar para Harrison Ford y Antonio Banderas. A pesar de Han Solo y El Mariachi , los dos actores no encajan en el molde de Stallone y Schwarzenegger. Agotadas las filas de guerreros ochenteros, los productores ahora reclutan a cualquier estrella masculina que alguna vez haya empuñado un arma frente a una cámara.
No estoy seguro cómo encaja Kelsey Grammer aquí. ¿Porque es hombre y tiene la voz resonante? No. Stallone es un astuto comerciante, y sabe que en el mercado global una película se vende a costa del reconocimiento de sus estrellas. Y mientras más, mejor. También es imperativo que el público joven se identifique de la manera más clara posible con los personajes, por eso, la trama obliga a Barney a armar un equipo de jovenzuelos que incluye al actor Kellan Lutz ( Twilight , La Leyenda de Hércules ), el boxeador Víctor Ortiz, y la estrella femenina de artes marciales Ronda Rousey.
La nueva generación está en desventaja. Casi veinte actores luchan por hacerse notar. El director Patrick Hugues es incapaz de darle a cada quien su lugar, y desperdicia a la mayoría del reparto. Peor aún, es incapaz de articular escenas de acción coherente. Estamos en la escuela del sensacionalismo impresionista. La edición frenética crea la ilusión de movimiento, pero rara vez nos deja discernir como fluye la acción. De vez en cuando, una explosión pobremente generada por computadora pinta la obligatoria bola de fuego. Abunda la violencia, pero casi nunca vemos sangre, porque eso le granjearía calificación “R” en EE. UU., limitando severamente su mercado.
La visión alegremente reaccionaria y pseudopopulista de Stallone se hace patente en la caracterización del villano. Sabemos que Gibson es malvado porque colecciona arte abstracto. Banderas es el extranjero como bufón, puro alivio cómico. En el suelo queda el irónico escenario de la batalla climática en un derruido casino palaciego en Europa del este. Nada de eso importa, realmente. El público meta está bien servido por la destrucción expansiva y el sentimentalismo macho. Prepárense para la IV parte. En ese reparto van a enrolar a todo actor viviente.
Ver en la versión impresa las paginas: 19
