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Coincidencias de “elecciones” 1984 y 2016

El mes de noviembre del año 1984 marca un hito de inflexión en la política nicaragüense y en mi propia vida: un cambio de dirección radical

El mes de noviembre del año 1984 marca un hito de inflexión en la política nicaragüense y en mi propia vida: un cambio de dirección radical, ya que fue en ese mes y en ese año precisamente que decidí autoexiliarme en Costa Rica, una decisión que también tomaron en la misma época otros dirigentes moderados de la oposición cívica, como el doctor Arturo Cruz Porras y el ingeniero Alfonso Robelo Callejas con quienes en 1986 compartí la dirigencia colegiada en el primer directorio de la Resistencia Nicaragüense, que se llamó la UNO (Unidad Nicaragüense Opositora).

Las credenciales de Cruz y de Robelo como demócratas moderados, o socialdemócratas, eran intachables. Ambos incluso habían formado parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional en diferentes momentos, Robelo renunció a los nueve meses junto con mi madre y Cruz entró poco después con Rafael Córdova Rivas en reemplazo de ambos.
Luego de las “elecciones” del 4 de noviembre de 1984 en que la Coordinadora Democrática Nicaragüense (CDN) se retiró debido a los continuos actos de violencia a que fueron sometidos por los grupos de choque del sandinismo, bautizados entonces por el propio Ortega como “las turbas divinas de la revolución”, quedó claro para muchos, incluso los opositores más moderados, que los cauces cívicos en Nicaragua se habían cerrado.
La brutal censura de prensa que prevalecía desde el 15 de marzo de 1982 y que yo ingenuamente pensaba que sería levantada durante el proceso electoral, fue flexibilizada un poco, pero más bien posterior al 4 de noviembre recrudeció y ya no digamos después de la toma de posesión de Daniel Ortega el 10 de enero de 1985.

Ortega fue electo indudablemente por la mayoría de los nicaragüenses que participaron en aquellas “elecciones”, pero no gozó de la legitimidad que toda elección libre y democrática entrega como presea a los ganadores.   Las consecuencias fueron nocivas para el país: miles de exiliados, la guerra civil entre hermanos nicaragüenses que dejó miles de muertos, la debacle económica, un país destruido.

Este proceso de autodestrucción solo se detuvo y revirtió cuando presionado por las circunstancias nacionales e internacionales, el régimen sandinista se comprometió a realizar unas verdaderas elecciones libres en 1990, con oposición, con observación internacional y con un Consejo Supremo Electoral que a pesar de sus preferencias políticas contó los votos imparcialmente.
Si bien en 1984 el FSLN permitió legalmente la participación de la CDN que agrupaba a los partidos opositores, de hecho fue impedida usando métodos represivos que no han sido necesarios en este proceso “electoral” porque esta vez la verdadera oposición fue impedida de participar con argucias legales al arrebatarle el vehículo electoral y como si eso fuera poco, la eliminó también del parlamento con la defenestración de sus diputados.

El resultado es que estamos a las puertas de otras “elecciones” sin oposición, por eso está entrecomillado. Ya conocemos lo que pasó anteriormente, no sabemos lo que viene ahora, pero ciertamente no queremos ni debemos repetir el círculo vicioso de la violencia.

Como patriota nicaragüense quiero lo mejor para Nicaragua y lo mejor que puede ocurrir es el diálogo, antes, no después, de esta farsa electoral que de previo sabemos que no acarrea consigo la presea de la legitimidad. Un diálogo que tenga como objetivo la búsqueda de la paz y el progreso duradero que, a como ha quedado históricamente demostrado, solo se puede dar cuando hay elecciones libres y transparentes, donde los perdedores acepten con hidalguía los resultados y los ganadores sepan asimilar con sabiduría la victoria gobernando para todos, no solo para sus electores.
¿Con quienes será este diálogo? Lógicamente que debe ser entre el Gobierno, las principales fuerzas políticas opositoras y el sector privado, con la mediación de la Iglesia que lo ha venido solicitando desde el 2014. El general Humberto Ortega lo ha sugerido, pero posterior a las “elecciones”, la propuesta es antes y que sea para desmontar la farsa y realizar precisamente verdaderas elecciones el próximo año, que todos, absolutamente todos los nicaragüenses, reconozcamos como legítimas.
El autor es periodista y exdiputado PLI destituido arbitrariamente.

Columna del día Pedro Joaquín Chamorro

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COMENTARIOS

  1. Raf
    Hace 8 años

    A Ortega y sus oportunistas que le rodean, no los van a bajar del poder asi por asi. El unico medio es la misma via que dealojo a Somoza orquestada por el patriotico pueblo de Nicaragua. No tapemos el sol con un dedo. Seamos realistas. Ningun nicaraguense quiere sangre entre hermanos pero es Ortega quien esta invitando a su propia suerte a como le ocurrio a Somoza. Al final de cuentas se esta repitiendo la misma historia.

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