Querida Nicaragua: Nunca pensé como algunos de mis amigos que el señor secretario general de la OEA vendría a Nicaragua antes del 6 de noviembre. Lo del 6 de noviembre será algo abusivo, ilegal, inconstitucional, hecho a troche y moche pasando por encima de la verdadera oposición, burlándose del pueblo, pero totalmente inevitable.
Una situación como esta solamente la puede detener un pueblo unido firmemente y lanzado a la calle dispuesto a reclamar su dignidad. Y lamentablemente los partidos opositores divididos en pedazos entre sí, muy difícilmente podrán formar una unidad sólida con los otros, tal como lo ha hecho la Mesa de la Unidad Democrática en Venezuela.
La iniciativa del señor Almagro responde al eco que han hecho las constantes denuncias tanto de las comisiones de derechos humanos de Nicaragua, como de algunos políticos de oposición que han divulgado ante la comunidad internacional las intenciones claras del orteguismo de instalar una dinastía familiar de carácter vitalicio.
Sabido es que los comunistas solo dialogan cuando están con el agua al cuello. Recordemos la presencia inmediata de los Ortega en los diálogos de Sapoá y recordemos cómo estos señores instalados en el poder después de unas elecciones de papel como las de ahora, al sentirse perdidos acortaron su propio período presidencial y resolvieron adelantar las elecciones supervigiladas por todo el mundo y tuvieron que tragarse la derrota entregando el poder a la UNO en la persona de doña Violeta Chamorro.
Ahora no tienen necesariamente el agua al cuello pero les viene el tiempo de las vacas flacas con la amenaza de la “Nica Act” que los dejaría sin auxilio financiero internacional. Además algunos países de Europa fueron víctimas de ofensas en las personas de sus representantes aquí y cortaron sus préstamos y donaciones a Nicaragua.
El señor Luis Almagro es una especie de tabla de salvación que podrá ayudar si acaso el régimen orteguista cumple con ciertos preceptos propios de una democracia representativa tal como lo estatuye la Carta Democrática de la OEA cuyos principios son entre otros: el respeto a los derechos humanos, la independencia de los poderes del Estado, la institucionalidad y el Estado de derecho y la obligación de realizar elecciones periódicas libres y con observación nacional e internacional. Pensamos que son estos y otros asuntos los que trae consigo el señor secretario general pues ese es precisamente su oficio en el alto cargo que desempeña.
Tampoco pensemos que todo esto puede conseguirse en forma automática. La diplomacia suele ser muy lenta en estos asuntos y no debemos esperar resultados inmediatos.
Por otra parte muchos de nosotros esperamos que venga alguien de afuera y nos saque las castañas del fuego, siempre esperamos soluciones foráneas. Somos nosotros los dueños de nuestro terruño y los que tenemos que defenderlo todos los días con todas nuestras fuerzas. Y no solo defenderlo sino que divulgar que lo defendemos para lograr la solidaridad mundial que necesitamos. Es preciso romper para siempre con la mala costumbre de luchar por ser caudillos y por apoderarnos de nuestro partido y señalar con el dedo a quienes serán los nuevos funcionarios. Esa ha sido la plaga que nos ha llevado de dictador en dictador y de caudillo en caudillo.
El de ahora es el señor don Daniel que dialogará con don Luis Almagro el primero de diciembre, veinticuatro días después de la farsa electoral. ¿Alguien cree que la OEA va a convencer a don Daniel para que realice unas verdaderas elecciones, con oposición verdadera, devolviendo las personerías jurídicas que ha quitado de un tajo y cambiando el nunca bien ponderado Consejo Supremo Electoral de don Roberto Rivas? Definitivamente no. Pero hay algo grande en el fondo de todo esto, pues no es nada fácil que don Daniel acepte un diálogo ni que se movilice toda una comisión de la OEA y hasta su secretario general.
El autor es gerente de Radio Corporación y excandidato a la Presidencia de la República en 2011.