Querida Nicaragua: Este mes tuvimos dos días muy tristes, dos días de difuntos. El tradicional 2 de noviembre cuando los cementerios se llenan de flores y de gentes que recuerdan a sus muertos y el día 6 lamentando el entierro de la democracia. Al revés de las elecciones en países democráticos como Costa Rica, Perú, Argentina, o Colombia. Y lo peor de todo es que esto se planificó para que así ocurriera porque fue una elección de una sola cara, no hubo partido contrincante porque a este lo inhabilitaron desde hace días y la tropa que lo acompañaba no pudo ponerle un poco de pimentosa alegría o lucha digna a la llamada elección. De todas maneras hubiera ganado el señor don Daniel porque tiene la ayuda sempiterna de Roberto Rivas que nunca falla contando votos al revés.
Fue un día muy triste, no hubo movimiento del pueblo, ni hubo filas de gentes votando alegremente por el candidato de su preferencia. Nos quedó el mal sabor de una justa electoral silenciosa, desanimada, como que a nadie le interesaba el asunto y que los pocos que fueron a depositar su voto lo hicieron obligados por las circunstancias que todos conocemos.
Es una pena porque en toda el área centroamericana hemos visto elecciones limpias en los últimos tiempos. En Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala, todas han sido elecciones ejemplares, supervigiladas, limpias y transparentes. Inclusive Venezuela con sus trágicos problemas pudo realizar limpiamente las elecciones parlamentarias y la oposición ganó por abrumadora mayoría. Parece ser que solo nosotros padecemos ese sistema en el cual se quieren descartar los procesos electorales, tener partido único y el mismo candidato siempre.
Quiera Dios que la historia no nos cobre en el futuro estos errores que hemos permitido que hoy se cometan en perjuicio del pueblo, porque no solo el Gobierno es el culpable, los principales culpables somos nosotros que no hemos sido capaces de evitarlos.
Se supone que don Daniel luchó para desterrar de nuestro país las dictaduras de antaño, los gobiernos prepotentes que formaban grupos oligárquicos y dejaban a los pueblos abandonados en su pobreza y su ignorancia. Para esto se sacrificaron los héroes como Sandino, Pedro Joaquín Chamorro, Carlos Fonseca y tantos otros combatientes que entregaron sus vidas a lo largo de muchos años de lucha. Se luchó para tener elecciones libres, para rescatar la soberanía de la nación, para que el pueblo pudiera escoger libremente a sus gobernantes y exigir de ellos institucionalidad, independencia de los poderes del Estado, adecuados programas de educación, salud y bienestar para todos. Se luchó para eso, y todos los nicaragüenses ayudamos en alguna forma a que se consolidara el sistema que derrotó a la dictadura somocista.
Es por eso que el pueblo no espera ver hoy una repetición de aquellos aciagos días donde actuaban los Roberto Rivas con otros nombres pero haciendo las mismas cosas, manipulando votos, haciendo que siempre gane el mismo hombre.
Nicaragua no merece estar discutiendo si debe ir o no a la urna electoral, ni tiene por qué estar poniendo en juego lo que es un supremo derecho de los pueblos: tener partidos políticos, respetar las ideas de todos y sobre todo respetar los compromisos internacionales de los que el Gobierno de Nicaragua es firmante. La Carta Democrática de la OEA manda a todos los gobiernos firmantes a cumplir con sus postulados y uno de ellos es realizar elecciones periódicas, limpias, transparentes, con observación internacional y con todas las garantías del caso.
Pero parece que el gobierno actual ha olvidado todo esto. Y no solo no cumple sino que hasta irrespeta a los observadores internacionales cada vez y cuando. Fidel Castro, el mentor de don Daniel, dejó para nosotros una frase lapidaria: “Los pueblos estallan como los volcanes”. Por algo lo diría.
El autor es gerente de Radio Corporación y excandidato a la Presidencia de la República en 2011.
