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Lecciones de elecciones EE. UU.

Los candidatos se someten y respetan las reglas de juego que han servido y han estado vigentes en los 240 años de vida independiente de esta gran nación.

Al conocerse los resultados de las elecciones del 8 de noviembre en los Estados Unidos (EE. UU.), una serie de eventos comenzaron a ponerse en marcha que dejan perplejos los ojos de un observador y admirador de esa gran democracia, visto desde perspectiva de un país que dos días antes había sido testigo de una farsa electoral caracterizada por el mayor abstencionismo de su historia.

Quizás la primera es la llamada de felicitación de Hillary Clinton a Donald Trump y su impactante “discurso de concesión” o reconocimiento de la victoria de este. Esta llamada jamás se hubiera producido si no existiera la confianza en el sistema electoral norteamericano, que a pesar de sus debilidades, que esta vez trabajaron contra Hillary, quien obtuvo 63.4 millones de votos contra 61.2 de Trump, o sea 2.2 millones de votos más, pero perdió el colegio electoral a nivel nacional y en estados claves como los del llamado “cinturón de óxido”.

Los candidatos se someten y respetan las reglas de juego que han servido y han estado vigentes en los 240 años de vida independiente de esta gran nación. Hillary no solo llamó a Trump para felicitarlo, sino que le ofreció todo su apoyo para que fuera un presidente exitoso.

Tras la llamada, el mismo Trump, que en el último debate televisivo había amenazado con encarcelarla de llegar a ser presidente, demostró más el espíritu democrático que el espíritu revanchista, y agradeció a Hillary su gesto, la elogió como candidata, la reconoció como una formidable contendiente y dijo que el país tenía con ella una gran deuda pendiente por sus largos años de servicio público.

Luego de la llamada de Hillary, se produjo la llamada del expresidente Bill Clinton y tras ella, en una entrevista exclusiva que brindó a CNN como presidente electo, Trump también elogió a Bill Clinton, a quien en la campaña había tenido expresiones sumamente duras y hasta llevó a los debates a 3 mujeres que presuntamente habían sido abusadas por él.

Más tarde viene la llamada del presidente Obama, quien no solo felicita a Trump, sino que lo invita al día siguiente a la Casa Blanca para iniciar los primeros pasos de la transición. Luego Trump tiene palabras de elogio al presidente Obama a quien califica como un gran hombre, a pesar de todo lo dicho en la campaña electoral.

En sus entrevistas posteriores, Trump ya como presidente electo, deja a un lado el tono confrontativo de la campaña y asume un rol más conciliador: de estadista, no de candidato.

Resumiendo, como lecciones electorales tenemos que todo se deriva de una sola tradición y es que ganadores saben ser los ganadores y los perdedores saben asumir su rol de perdedores para darle un aliento de esperanza a la nación, luego de una campaña encarnizada.

Las debilidades del sistema, como lo es el hecho de que un candidato puede llegar a ser presidente con menos votos que su contendiente (lo que ha ocurrido cuatro veces en los 240 años de vida independiente de los EE. UU.), quedan subsanadas por un hecho y es que todos confían en el conteo de los votos en todos los Estados de la unión y respetan las reglas de juego.

En contraste, en Nicaragua no hubo emociones, porque no hubo elecciones, ya que nadie confía en el recuento de los votos. En consecuencia, tampoco hubo llamada de felicitación del perdedor, que al reconocer los resultados adversos, los legitima.

Esta tradición democrática del llamado discurso de aceptación, del borrón y cuenta nueva tras una campaña electoral, solo puede existir si hay contendientes verdaderos y si todos los contendientes aceptan todas las reglas del juego electoral, que estriba en la credibilidad del conteo de los votos.
Es lamentable que hayamos retrocedido tanto en estos aspectos. La mañana del 26 de febrero de 1990 Daniel Ortega llegó la casa de mi madre a felicitarla por su triunfo incuestionable, en un gesto democrático que fue elogiado y reconocido en todo el mundo.

Años después, cuando tuvo poder, se dedicó a cambiar las reglas para que todas y cada una de ellas le favorecieran y es así que tristemente llegamos aquí: sin celebración ni felicitaciones porque no hay nada que celebrar, ni a quien felicitar.

 El autor es periodista y exdiputado PLI arbitrariamente destituido.

Columna del día CNN Donald Trump EEUU Hillary Clinton

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COMENTARIOS

  1. José
    Hace 8 años

    E invitan a observadores de la OEA, estuvo Almagro mientras el representante de nuestro gobierno criollo les dice sinvergüenzas. Increíble, no?

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