Tanto las fuerzas del gobierno sirio como de la oposición reanudaron sus ataques horas después del cese del fuego anunciado por Rusia y Turquía.
Pero aún si Alepo finalmente cayera en manos del gobierno del presidente Bashar al Asad, este no sería el fin de la sangrienta guerra de cinco años en Siria.
“La lucha por el futuro de Siria continuará”, afirma el corresponsal de asuntos diplomáticos de la BBC, Jonathan Marcus. “De hecho, la guerra podría volverse aún más caótica y sangrienta”.
Después de Alepo
Con la inminente victoria del gobierno sirio en el este de Alepo, Al Asad pasará a controlar virtualmente todos los principales centros de población del país. La captura de Alepo, la ciudad más poblada de Siria antes de que empezara la guerra, será una victoria no sólo para Asad sino también para sus aliados, Rusia e Irán.
Y aunque esta ciudad no importe mucho en el ajedrez estratégico de Moscú, la derrota de la oposición rebelde allí demuestra el extraordinario giro en la fortuna de Al Asad. Antes de que Rusia interviniera, Bashar al Asad estaba en la cuerda floja. Su poderío militar se estaba derrumbando. “Fueron los actores externos los que apuntalaron su gobierno, principalmente para asegurar sus propias aspiraciones estratégicas”, dice el corresponsal de la BBC. “Y estas aspiraciones jugarán ahora un importante papel en lo que ocurrirá después”.
Si el gobierno logra consolidar su control en Alepo, estará al mando de una parte importante de lo que se denomina “Siria esencial”: el occidente del país, sus principales ciudades y la costa del Mediterráneo. Para Asad una opción sería consolidar su poder en este “patio trasero” de Siria.
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El presidente sirio a menudo ha insistido en que sus tropas permanecerán en la ofensiva hasta que recuperen todo el territorio controlado por los rebeldes. Pero esto puede ser sólo una bravuconada. Su ejército está agobiado y es una sombra de lo que era cuando comenzó este conflicto y aunque logre una victoria en Alepo, este es un hecho fundamental.
La presión de Rusia
Gran parte del ejército regular sirio se ha desintegrado en una variedad de milicias leales, pero con preocupaciones locales o regionales y muchos de los combates ahora están siendo dirigidos por fuerzas apoyadas por Irán, por el grupo Hezbolá de Líbano o por varias otras milicias musulmanas chiitas.
Muchos combatientes rebeldes se han escapado de Alepo y buscado refugio en la provincia de Idlib, en el suroeste de la ciudad. Esta provincia podría convertirse en el próximo campo de batalla, si el gobierno y sus aliados rusos desean seguir con los combates.
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Tal como asegura Jonathan Markus, “la opinión de Moscú será de crítica importancia. No necesariamente le dirá a Al Asad lo que debe hacer, pero ciertamente podrá influir con los medios que están a su disposición: armamento y poderío aéreo”. La pregunta, entonces, es qué es lo que Moscú quiere hacer ahora.
El rol de Estados Unidos
Sin embargo, para Estados Unidos, cualquier tipo de acuerdo significará la aceptación de la creciente influencia de Irán en Siria. La simpatía que algunos en el nuevo gobierno estadounidense sienten por Rusia se verá enfrentada con la estridente hostilidad hacia Irán que han demostrado muchos de los nuevos funcionarios elegidos por Trump para cargos clave de seguridad y defensa.
Pero las opciones de Washington están cada vez más limitadas. La caída de Alepo será otro clavo en el ataúd de la estrategia de la administración de Obama para apoyar a la llamada oposición moderada siria.
Los rebeldes que se oponen a Al Asad ahora enfrentan un momento muy difícil porque están perdiendo más que una batalla. Quizás aún no han perdido la guerra pero están cada vez más lejos de ganarla. Su relación con el próximo gobierno estadounidense es incierto. Nadie sabe lo que Trump hará.
Muchos analistas temen que los grupos rebeldes moderados se vean empujados hacia facciones islamistas más extremas.
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