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Escultura de Mark Twain y Rubén Darío en San Juan del Sur, conmemorativa a los 150 años de la visita de Twain a Nicaragua. LA PRENSA/MARIO MAIRENA

Escultura de Mark Twain y Rubén Darío en San Juan del Sur, conmemorativa a los 150 años de la visita de Twain a Nicaragua. LA PRENSA/MARIO MAIRENA

150 años del paso de Mark Twain por Nicaragua

Intelectuales rindieron homenaje a los escritores Rubén Darío y Mark Twain con una obra escultórica de Arnoldo Guillén en San Juan del Sur

En esta fecha, cuando se conmemoran 150 años del paso de Mark Twain por Nicaragua y estando a 20 días del sesquicentenario del nacimiento de Rubén Darío se ha inaugurado en esta ciudad-puerto del trópico nicaragüense un hermoso monumento que invita a nacionales y extranjeros a participar en otro diálogo entre dos gigantes de la cultura del Nuevo Mundo: Mark Twain y Rubén Darío.

Mark Twain vino al mundo en la cola del cometa Halley, en 1835, y 75 años más tarde, a la vuelta del mismo cometa, en 1910, se fue con él. Enero de 1867 nos recuerda que las musas, que habitan las alturas de los volcanes de este país, trajeron a Rubén Darío hasta San Pedro de Metapa; 49 años más tarde, esas mismas musas lo llevaron desde León de Nicaragua al azul de las inmensidades mayores que el mar y la bóveda del cielo.

Ambos fueron escritores de diferentes géneros literarios y amantes de la excelencia. Mark Twain representa la mejor prosa en lengua inglesa del continente americano y Rubén Darío el mejor verso en lengua española del nuevo mundo; ambos crecieron sin la ayuda y presencia de sus padres, desde adolescentes fueron viajeros y autodidactas; como dice el Génesis, ambos se ganaron, literalmente, el pan con el sudor de su frente.

Darío fue conocido, desde pequeño, como el Poeta Niño en su país y en la región centroamericana. Ambos fueron autores del siglo XIX y comienzo del siglo XX, los dos fueron periodistas y cronistas, por eso la obra de ambos, a la vuelta de un siglo, sigue incompleta y dispersa, y aunque esto es una realidad que los estudiosos de ambos autores no han concluido, lo que tenemos de ellos es materia que deleita y eleva el espíritu de las generaciones modernas, modernistas y de la modernidad.

La obra de Rubén Darío llenó de nuevas palabras la lengua española; renovó el metro del verso castellano e introdujo los acentos del metro grecolatino basados en la cualidad de las sílabas y no en la cantidad de las mismas, pero este poeta que cantó los temas europeos no lo hizo volviendo la mirada a los modelos europeos sino abriendo sus ojos de indio y su corazón americano. Por eso, una vez que estuvo en su patria pudo decir:

«Cuando Pan vino a América, en tiempos fabulosos en que había gigantes, y conquistaban Pan y Baco tierra incógnita, y tigres y malosos custodiaban los templos sagrados de Copán,
se celebraban cultos de estrellas y de abismos; se tenía una sacra visión de Dios. Y era ya la vital conciencia que hay en nosotros mismo de la magnificencia de nuestra primavera”

Tanto Darío como Mark Twain representan el triunfo del hombre frente al destino, la superioridad de la constancia frente a la adversidad, la victoria de la belleza frente al peligro. En su poema Enero, de la Ronda del año, el poeta Pablo Antonio Cuadra plantea la tesis del peligro que acecha a la belleza. Según el poeta toda belleza oculta un peligro para quienes la desean, y porque Darío fue autor de arte y de belleza fue víctima del dolor de la carne y del dolor del espíritu: “Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente,pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente”.Esta tarde, 29 de diciembre de 2016, un brillante escultor de nuestras artes plásticas, don Arnoldo Guillén, con el apoyo de intelectuales, empresarios, autoridades, diplomáticos, nos ha presentado un monumento que hemos visto y le deseamos con los versos de Horacio… “aere perennius/ regalique situ, pyramidum altius” “más duradero que el bronce y más alto que las pirámides de Egipto”.

De pie, allí cerca de los poetas, me pareció esta tarde escuchar las palabras de Twain que decían:

—Han pasado los años y he vuelto a tu tierra, Darío, ya no están los hoteles de madera, ¡oh, recuerdo, los volcanes en el lago, los lagartos en río y las loras volando libremente bajo el azul celeste!, pero sobre todo, Darío, gracias por tu escrito sobre mí en aquel periódico de Buenos Aires.

—¡Ah, señor del humor negro! Ya recuerdo aquella historia y gracias a su broma tuve tiempo de mejorar mi escrito; pero ¡bienvenido a Nicaragua, quédese aquí 150 años más. “A través de las páginas fatales de la historia/ nuestra tierra está hecha de vigor y de gloria,/ nuestra tierra está hecha para la humanidad”.

 

Cultura Rubén Darío archivo

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