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Edmundo Jarquín

¿Imposible el cambio sin “cañas huecas?”

En el balance del año 2016, que todos hacemos, invito, a propósito de un significativo editorial en LA PRENSA de hace tres días, a realizar una reflexión en cuanto a las semejanzas y diferencias entre Nicaragua y Venezuela porque de la misma podemos extraer importantes lecciones sobre nuestro futuro.

Las diferencias son obvias. Venezuela, a pesar de ser el país más rico del mundo en cuanto a reservas petroleras, está atravesando una crisis económica total, de extremo humanitario.

El caso de Nicaragua es diferente. Aquí crecemos económicamente mientras Venezuela se hunde en una espantosa recesión, y en Nicaragua no existe la crisis de hiperinflación y escasez de Venezuela.

Ortega, como sabemos, coincide con la retórica chavista, pero no intenta económicamente hacer lo mismo. Aprendió la lección de los años 80.

La coincidencia fundamental entre ambos países es que han consolidado un régimen autoritario total. En Venezuela, mientras había recursos para repartir, Chávez se permitió tener elecciones en las cuales se contaban bien los votos, porque ganaba esas elecciones. Hasta que hace un año la oposición arrasó en las urnas y ganó mayoría absoluta en el parlamento. Entonces su sucesor, Maduro, con su control del Órgano Judicial, anuló el poder del parlamento.

Ortega cortó por lo sano: se robó las elecciones municipales de 2008, y en todas las elecciones posteriores ha hecho lo que le da la gana con los resultados electorales. Es tal el control de Ortega en cuanto al sistema electoral, que mientras el mismo no cambie radicalmente, más allá de tener o no personería jurídica (que para eso la tienen más de una docena de partidos, todos satélites de Ortega), ir a cualquier elección que Ortega convoque es hacerle el juego. Los cambios muy ligeros que Ortega ha hecho hasta ahora, invitando al secretario general de la OEA, responden más a la “Nica Act” que a factores internos de Nicaragua, en que Ortega luce muy sólido. Hasta ahora.

Pues bien, hace dos días encontré en un supermercado a un viejo conocido. Me comentó el editorial de LA PRENSA sobre el llamado que en diciembre de 1974 hizo Pedro Joaquín Chamorro, en su discurso de constitución de la Unión Democrática de Liberación (UDEL), sobre la importancia de la resistencia cívica activa, y agregó: “Es válida la resistencia cívica cuando se le agregan las cañas huecas (fusiles), y por eso el FSLN se quedó con el poder y no la oposición cívica”.

“No, hombre, le contesté”. Agregándole: “El asesinato de Pedro significó que no había solución de la dictadura sin lucha armada, porque la Guardia Nacional era pretoriana, y ante el afán de Somoza de mantenerse en el poder, incluso frente a los ruegos de los gringos, la guardia unció su destino al de Somoza”.

Y hasta le comenté, porque participé directa o cercanamente en esas negociaciones, que primero los gringos hablaron de mantener a la Guardia Nacional (mediación de la OEA en 1978 por los representantes de República Dominicana, Guatemala y Estados Unidos), y después hasta de integrar un solo ejército entre la Guardia y las columnas guerrilleras sandinistas (negociaciones finales del embajador americano Pezzullo y Humberto Ortega, por la Dirección Nacional del FSLN, en julio de 1979). Es decir, los Estados Unidos apostaban a una autonomía de la Guardia Nacional que no existía.

“Ideay —me dijo el amigo—, ¿y cuál es la diferencia ahora?” Le contesté: “Sencillamente, las fuerzas armadas y de policía, pese al intento de Ortega de subordinarlas a su proyecto dinástico, no son la Guardia Nacional, pretoriana, sin ningún sentido de institucionalidad y ninguna autonomía en relación al proyecto dinástico”.

Como vi que mi amigo no procesaba suficientemente mi reflexión, le agregué: “Cuando tengamos, y la tendremos, mayor resistencia cívica activa, como en Venezuela, nuestras fuerzas armadas no dispararán como lo hizo la Guardia Nacional con Somoza, y ese será el fin del proyecto dinástico de Ortega”. Y algo semejante es probable ocurra en Venezuela en 2017.

El autor fue candidato a la vicepresidencia de Nicaragua.

Opinión FSLN Nica Act OEA archivo
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