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Por una Nicaragua libre y en paz

El año recién pasado dejó un balance negativo para la causa de la libertad en Nicaragua: la oposición excluida de participación electoral, represión contra los movimientos sociales.

El año recién pasado dejó un balance negativo para la causa de la libertad en Nicaragua: la oposición excluida de participación electoral, represión contra los movimientos sociales, destitución ilegal de diputados opositores, una mascarada electoral que no logró engañar a nadie y una dictadura que sigue aferrada al poder.

Pero también fue un año difícil para las pretensiones de Daniel Ortega de perpetuar su proyecto dictatorial, pues el intento de cerrar definitivamente la vía electoral y sustituir las elecciones libres por una farsa, tuvo respuestas contundentes de la ciudadanía y la comunidad internacional. La masiva abstención electoral, la amplia cobertura periodística capaz de romper el cerco de la propaganda oficial y el rechazo expresado por organizaciones civiles, organismos internacionales y gobiernos, hicieron que se derrumbara la ya precaria legitimidad del régimen y lo obligaron a iniciar esfuerzos para evitar el aislamiento internacional.

Para la oposición 2016 fue un año de definiciones, en el cual unos decidieron convertirse en comparsas de la dictadura, mientras otros mantuvimos la lucha y pagamos los costos. Ahora es tiempo de capitalizar los aciertos y aprender de los errores, sin perder nuestro objetivo de una Nicaragua en paz y democracia, donde todos podamos conciliar diferencias y trabajar para superar la pobreza y la exclusión social.

Sabemos que este es un objetivo compartido por la mayoría de los nicaragüenses, pero vivimos en una nación donde es común pensar que cada quien por su lado podrá derrotar al dictador de turno o acomodarse mejor que el otro y que para resolver las crisis nacionales solo los cambios políticos radicales y violentos son efectivos. Sin embargo esa mentalidad ha generado nuevas dictaduras y, quienes ya vivimos los horrores de dos guerras civiles, tenemos la responsabilidad de evitar que la sangrienta historia política de siglos se repita.

Con esa visión nos hemos propuesto hacer de Ciudadanos por la Libertad una institución que trascienda liderazgos nacionales y se fortalezca promoviendo la participación política de personas con dignidad y principios, trabajando con objetivos claros en cada municipio de Nicaragua para convertirnos en una alternativa real frente a esta o cualquier dictadura, priorizando la unidad de los ciudadanos que quieren prosperar en paz y libertad.

Después de una década de lucha cívica, en la cual hemos demostrado firmeza y apego a nuestros principios, hoy estamos exigiendo el reconocimiento de nuestra identidad como partido político, pero no para ser un partido más, igual a tantos que sin pena ni gloria entran y salen de nuestra vergonzosa política. Estamos convencidos de que, tan urgente como restaurar la democracia es darle un giro a la política tradicional, que ha sido causante de guerras y pobreza durante toda nuestra historia y ha sumido en el descrédito lo que para los griegos antiguos era la actividad más noble a la cual podía y debía dedicarse un ciudadano.

Nos proponemos ser un partido donde estén representadas las aspiraciones de esos miles de ciudadanos demócratas quienes sueñan vivir en un país con igualdad de oportunidades, justicia, empleos dignos, salud y, sobre todo, en libertad. Hemos emprendido un camino difícil, enfrentando frustraciones, críticas, amenazas y descréditos, pero estos obstáculos no nos amedrentan, y será con nuestras acciones presentes y futuras que podremos ganar la confianza de un pueblo cansado de traiciones, descalificaciones y discursos vacíos.

Esperamos concluir en marzo próximo las asambleas en todos los municipios, departamentos y regiones que culminarán en una Convención Nacional, no solamente para cumplir con la Ley Electoral, sino para que nuestros miembros elijan libremente mediante el voto a sus autoridades partidarias locales y nacionales. Aunque resulte una tarea ardua, creemos que un partido capaz de defender con convicción la libertad y la democracia solo puede surgir de un ejercicio democrático interno.

Y una vez constituidos, vamos a asumir las tareas que corresponden a un partido democrático y que han sido olvidadas por los partidos tradicionales, quienes se han reducido a plataformas electorales. Aunque el principal objetivo de un partido político es acceder al Gobierno para implementar políticas públicas acordes con su visión ideológica, si queremos construir una sociedad donde no tengan cabida los dictadores es fundamental la formación cívica, el pleno conocimiento de las necesidades de la gente y la formulación de propuestas sólidas para resolverlas.

En el año que comienza es obligación de todos buscar una salida viable a la crisis institucional sin poner en riesgo a las familias más pobres, que son quienes más sufren la violencia y el deterioro de la economía. Debemos encontrar la forma de consensuar opciones para restaurar el Estado de Derecho y enderezar el rumbo perdido de nuestra democracia.

Como país tenemos en nuestras manos la posibilidad de avanzar o de destruir lo poco que hemos construido, por eso ya no hay cabida para seguir negando desde el oficialismo el creciente rechazo popular, ni para discursos oportunistas y radicales, vengan de donde vengan. En este año sabremos si todos tenemos la madurez para pensar primero en la Nicaragua que queremos, buscando el consenso por encima de las ambiciones personales y los réditos políticos inmediatos.

Ciudadanos por la Libertad inicia este año reafirmando nuestro compromiso de no cesar en la lucha por cambios fundamentales en el sistema electoral para restituir el derecho a elegir y por la unidad de todos los sectores para construir los consensos indispensables para una economía estable y un desarrollo sostenible, pero, sobre todo, para tener una Nicaragua libre de dictaduras y en paz.

La autora es Directora Ejecutiva de Ciudadanos por la Libertad.

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