El papa Francisco lanzó una fuerte condena contra la corrupción, “un proceso de muerte” que se ha vuelto habitual en la sociedad y que “es un mal más grande que el pecado”, pero que sin embargo no puede contra la esperanza traída por el Señor Jesús.
“Es como una red que captura solo los peces pequeños, mientras deja a los grandes libres en el mar”, denunció.
“Las formas de corrupción que se necesitan perseguir con mayor severidad son aquellas que causan graves daños sociales, sea en materia económica y social, como por ejemplo, los graves fraudes contra la administración pública o el ejercicio desleal en las administraciones”, expresó.
“Sin embargo, el Señor no se cansa de llamar a las puertas de los corruptos. La corrupción no puede contra la esperanza”, dijo el papa Francisco.
“El corrupto se cree un vencedor que en un ambiente triunfalista se pavonea para menospreciar a los otros. El corrupto no conoce la hermandad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad”. Papa Francisco.
Francisco advirtió esto en el discurso que dirigió a una delegación de la Asociación Internacional de Derecho Penal y en el que denunció que “la escandalosa concentración de la riqueza global es posible a causa de la complicidad de los responsables de la cosa pública con los poderes fuertes”. “La corrupción es en sí misma también un proceso de muerte: cuando la vida muere, hay corrupción”, expresó.
Señaló que “hay pocas cosas más difíciles que abrir una brecha en un corazón corrupto”.
Indicó que esta persona vive del oportunismo e incluso llega a interiorizar una máscara de hombre honesto. “El corrupto no puede aceptar la crítica, descalifica a quien la hace, busca disminuir cualquiera autoridad moral que pueda cuestionarlo”, incluso ataca con insultos a todo el que piense diferente y si puede lo persigue, denunció.
“El corrupto se cree un vencedor”, explicó. Dijo que en un ambiente de triunfalismo, esta persona “se pavonea para menospreciar a los otros. El corrupto no conoce la hermandad o la amistad, sino la complicidad y la enemistad”.
También afirmó que “el corrupto no percibe su corrupción”. Es como el mal aliento: difícilmente quien lo tiene se da cuenta, son los otros quienes se percatan y deben decirlo. Por tal motivo, difícilmente el corrupto podrá salir de su estado” a través de su conciencia. “La corrupción es un mal más grande que el pecado. Más que ser perdonado, este mal debe ser curado”, expresó Francisco.
En ese sentido, denunció que este flagelo “se ha vuelto natural, al punto de llegar a constituir un estado personal y social ligado a la costumbre, una práctica habitual en las transacciones comerciales y financieras, en las contrataciones públicas, en cada negociación que implica a agentes del Estado. Es la victoria de la apariencia sobre la realidad y de la desfachatez impúdica sobre la discreción honorable”.
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