Ausentes
Los mismos medios oficialistas se encargaron de publicar muchas de las cartas de declinación que hicieron jefes de Estado de diversos países del mundo, quienes en lenguaje muy diplomático “lamentaban” no poder asistir a la toma de posesión de la flamante pareja presidencial, y prometían mandar a algún funcionario de quinta o décima categoría para que los representase. Prácticamente no hubo cobertura internacional de prensa más allá de los corresponsales locales. Ni un solo obispo de la Conferencia Episcopal estuvo presente. Hombré, hay que leer las señales. Al igual que las votaciones del 6 de noviembre pasado, los mensajes de este evento hay que leerlos a través de las ausencias más que de las presencias.
Taiwán
Un analista decía, sin embargo, que la presencia de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, obedecía a ese olfato estratégico de Daniel Ortega, haciendo una jugada para ganar puntos ante Donald Trump, quien promete avanzar en el reconocimiento a Taiwán y terminar con ese acuerdo de Estados Unidos a China continental de “un solo país y dos sistemas”. No lo creo. El asunto es más sencillo. Nicaragua agarró ride porque la señora Tsai iba rumbo a Estados Unidos, precisamente a la toma de posesión de Trump, y Ortega invitó a todo el mundo, al que sea, porque no estaba como para escoger invitados. Si la presidenta Tsai estuvo en Nicaragua no es por ninguna genialidad del comandante, sino por las mismas razones por las que estuvo en Honduras, Guatemala y El Salvador: Taiwán necesita de todos los aliados posibles en su batalla diplomática contra China continental.
Discurso
De la casi hora y media que Ortega dijo nada en su discurso, podemos rescatar dos cosas: una, que se desmarcó apresuradamente de cualquier acuerdo nuclear, dada la presencia de su explosivo invitado de Corea del Norte; y dos, su defensa a Roberto Rivas, que augura más de lo mismo. Realmente la sustancia de su discurso estuvo en lo que no dijo: ni una sola palabra del gran canal interoceánico, y apenas una palabra, en tono despectivo, de la OEA, con quien estarían por sacar un informe sobre el estado de la democracia en Nicaragua.
Cinismo
Yo he escuchado muchas veces a Daniel Ortega retorcer la historia, pero esta vez dijo dos cosas que rayan en el cinismo. Decir que el Frente Sandinista fue oposición constructiva durante los años 90 es una salvajada. Hasta ahora había oído justificar las huelgas, asonadas, toma de rehenes, muertes, reparticiones y otras, tras el argumento de que “era necesario para contener la embestida neoliberal”, pero nunca nadie se había atrevido a decir que eso fue “oposición constructiva”. La otra sorpresa fue la mención a Jorge Salazar, el empresario asesinado por la Seguridad del Estado sandinista. Creo que es primera vez que lo nombra. Lo llamó, incluso, “mártir”. Y yo le daría algo de crédito a sus palabras de no ser que quienes asesinaron a sangre fría a Salazar trabajan hasta el día de hoy con Daniel Ortega. Muy cercanos.
Informe OEA
¿Que espero del informe de la OEA, del que no dijo una palabra Ortega? Lo único que espero es que diga la verdad sobre Nicaragua. No estoy esperando un informe que oxigene a tal o cual partido o grupo político. No estoy esperando acciones contra el gobierno. No estoy esperando que la OEA resuelva lo que debemos resolver los nicaragüenses. Lo que espero es que no acuerpe las mentiras del régimen. Espero que, por diplomacia o estrategia, no termine haciéndose de la vista gorda sobre las graves fallas que vive Nicaragua. Mentir sería ser cómplice. Diga la verdad, señor secretario, Luis Almagro. Ni más ni menos. Mentir, en estos momentos, aunque sea por buenas intenciones, haría mucho daño a Nicaragua. La verdad, en cambio, nos hará libres.
El emperador
La verdad es que aquí tenemos a un señor que se mantiene en el poder gracias a una farsa electoral. Eso no es un asunto de opinión, es un hecho. Demostrable. Tan irrefutable como que dos más dos son cuatro. Lo que sucede, señor Almagro, es que con Ortega pasa como con aquel emperador del cuento, que iba desnudo, con sus vergüenzas al aire, pero todos sus súbditos, por conveniencia, alababan el traje que nadie veía. Ortega necesita que le digan que sus fraudes son democracia, que su dictadura y enriquecimiento personal es revolución y que ponerle a sus compinches camisetas de “opositores” es pluralismo político. Hasta ahora siempre ha encontrado quien, por miedo o conveniencia, le diga que son verdades estas mentiras. En el cuento es un niño, desde su sinceridad, quien le grita al emperador que iba desnudo. Y se acabó la farsa. Sea usted ese niño, señor Almagro. Es todo lo que se le pide.