Queda la sensación y la pregunta nos ronda alrededor de todos los nicaragüenses, en un escenario, mientras se conozca el informe de Almagro aquel que hemos esperado en nombre de la OEA, ¿qué parte de mi cuerpo y mi patria estarán cercenando tras bambalinas? ¿Cómo quedará lo que se ha cocinado a la uruguaya-nicaragüense?
Existe la percepción que, al conocerlo, nos comeremos un nacatamal bien calientito con mate bien helado con limón, llamado Tereré (no caliente); ¡qué explosión estomacal! ¡Pobre estómago nica!
Señor Almagro, los interesados beneficiados de políticas blancas no podemos ser los últimos y no existe potestad para que unos cuantos decidan porque sí, o porque se imaginan que los designios los designan, el Moisés de un pueblo.
Existe un verdadero sin sabor y por qué no decirlo, una anticipada desilusión por un infortunio que tal informe no produzca más que una decepción, por el posible reconocimiento entre otros y por cuanto las cartas están dadas que, las puertas hacia una democracia sin bisagras, no se darán hasta después del término de este nuevo mandato presidencial iniciado el 10 de enero. Si acaso.
En realidad, el informe podría condenar la praxis de las recientes elecciones pero más que tecnicismo, lo que se espera es un posicionamiento altruista políticamente hablando, incluso por ambas partes y por respaldo a unos y por respeto necesario y obligado de otros, a la Carta Magna de esta organización, sobre la conducta esencial de otras actividades domésticas de gran importancia del ejecutivo, el legislativo y el judicial para que no continúen horadando la convivencia social nacional, además, de lo más esencial de un pueblo dícese civilizado, los cimientos de una natural evolución y desarrollo de una democracia. Es perniciosa herencia para nuestros nietos continuar con estos designios; no digo hijos, dado que de resultar en un futuro inmediato la magia del buen ciudadano, nuestros hijos serían una generación bisagra hacia el futuro mejor. En otras palabras, ya hemos perdido varias generaciones y seguimos lastimosamente hiriendo con llanto franco, a nuestro paisito que todos queremos.
Quizás, además pensamos que esa desilusión tenga un escenario de pompa fúnebre por cuanto se teme más que un desacuerdo franco, haya una simulación “estratégica” en ese sentido. Es una desazón sin límites; es una resignación a la pérdida de valores; nos quedaríamos sin piso y no tendríamos ni siquiera una imagen en quien creer. No somos nada, sensación similar que me embriagó en los días inmediatos después de observar tanta devastación del terremoto de 1972.
Es muy probable que Almagro esté de manos atadas, no la OEA contaminada y reconozca a priori que, no hay tal efectividad en los diálogos y en realidad lo que Nicaragua estaría por presenciar, no sería más que el cumplimiento de un protocolo que a los actores deje bien parados ante la preocupación que les pudiese asistir de un juicio posterior de la historia. Habrían cumplido con el punto apropiado del check list y pueden entonces caminar sin responder ante sus semejantes, cobijados en los enredos de la tallarinada de la “democracia” de las organizaciones internacionales.
Un informe antagónico de extrema dureza, ciertamente podría precipitar esenciales cambios gubernamentales y algunos politólogos por consecuencias de violencia, consideran que la OEA no actuaría en forma “impertinente” como dijo en una reciente entrevista de LA PRENSA un experto en política internacional, y que Almagro y la OEA no desearían sentirse con la responsabilidad de provocar el enfrentamiento de los extremos y por tanto, el informe, sería una carta de negociación débil, casi blandengue, enredada en los laberintos de las organizaciones, auspiciada por los politólogos algunos apasionados y otros desubicados a propósito y no una posición de principios básicos y fundamentales de creación y desarrollo de sociedades.
¿Por qué tanto silencio, señor Almagro? Por aquí los interesados afectados solo hemos estado viendo los toros de largo; ¿no cree usted que deberíamos estar más bien en primera fila consultados o al menos comunicados?
Somos el pueblo. Ojalá no, pero suena a repartija y más encima pareciera que se están comprando el cuento que así debe ser; sería una diplomacia decepcionante.
El autor es ingeniero civil.