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En Letra Pequeña

Lo que está haciendo Ortega es poner a la OEA en la tarima principal para observar una carrera donde Ortega tiene reservado un Ferrari y el resto de “contrincantes” participan a pie o en carros sin llantas.

Palabra de borracho

Dicen en Alcohólicos Anónimos que el primer paso para salir del alcoholismo es reconocer el problema que se tiene. Los acuerdos que se han conocido entre el gobierno de Nicaragua y la OEA pueden sonar muy bonitos porque hasta parecen ser los de una elección de verdad, pero tienen un pecado original: no reconocen el problema que quieren corregir. Si a este acuerdo nos atenemos, aquí nunca hubo un informe  en octubre que fue el origen de estas negociaciones, tampoco existió una farsa electoral en noviembre pasado que nadie se atreve a defender ya, y tampoco explica que quien da las garantías de transparencia es don Roberto Rivas, el mismo zorro que ha acabado con el gallinero, el mismo que ha ejecutado cuatro fraudes en fila. Así que, sin reconocer el pasado, estos acuerdos quedan como la palabra de aquel borracho que promete nunca más beber, lloricoso, con la botella en la mano y sin salir de la cantina.

Que gane ¿el mejor?

Al final la gran concesión de Daniel Ortega es que la OEA pueda observar las próximas elecciones municipales, siempre y cuando, sea solo ella y nadie mas quien “acompañe”, siempre que no participen nicaragüenses entre sus observadores, siempre que entreguen sus informes al CSE y sea él quien decida cuando se publican o si se publican o no, y siempre y cuando se reconozcan como reglas válidas las marrullerías con que han ejecutado todos los fraudes anteriores. Lo que está haciendo es poner a la OEA en la tarima principal para una carrera donde Ortega tiene reservado un Ferrari y el resto de “contrincantes”  participan a pie o en carros sin llantas.

Observadores

Alguien podría alegar: algo es algo. Es un primer paso para recuperar las elecciones como método para escoger a las autoridades en Nicaragua, dirán. Al menos tendremos a la OEA certificando que se robaron otra vez las elecciones, denunciando que no permitieron la competencia y que el sistema está diseñado, como en efecto lo está, como un dado cargado que siempre caerá del mismo lado, lo tire quien lo tire. Mi problema es que este observador que nos proponen, es el mismo que hasta el día de hoy no ha querido publicar su propio informe electoral de octubre pasado, que ha escogido el secretismo como instrumento de trabajo y que parece más preocupado por tener al gobierno de Nicaragua como socio que en cumplir las funciones que sus mismos estatutos establecen para los países miembros. Así como han ocultado el informe de octubre, así como legalizaron la farsa pasada haciéndose de la vista gorda, ¿quién garantiza que esta vez sí vamos a conocer todas las irregularidades que observen y que no van  a salir con un informe de esos de los que hasta Cantinflas siente envidia?

Otra farsa

El problema es que la observación de la OEA, aun cuando fuese técnicamente justa y transparente, es insuficiente para dar garantías en un sistema que ha sido diseñado para impedir que los ciudadanos de Nicaragua elijan. Falta que puedan competir las otras opciones y no solo las que Ortega escoja, falta que puedan participar otros observadores, incluyendo los nacionales, y falta, sobre todo, que sean jueces imparciales quienes cuenten los votos y publiquen los resultados. Sin eso, solo será otra farsa con nuevos invitados.

No me ayude compadre

Las expectativas que había con estas negociaciones es que la OEA representara de alguna manera la voz de aquellas personas que el gobierno ha ignorado. Hasta ahora, como están las cosas, parece más bien una negociación de la OEA para conseguir protagonismo en un proceso fallido. Y si es así, y no se demuestra la contrario, por favor, no me ayude compadre, que con los observadores de Unasur teníamos suficiente.

La última trinchera

Si algo bueno podemos rescatar de estas conversaciones entre el gobierno y la OEA, es la confirmación de que las elecciones son la trinchera donde se está librando la batalla final entre República y Dictadura. Son momentos difíciles. Las elecciones no deben ser un asunto de la oposición. Es un asunto de todos, incluyendo a los sandinistas. Porque cuando pedimos elecciones libres no es para que gane tal o cual partido, sino para que gane quien tenga que ganar. Por los votos no por las trampas. Si gana el Frente Sandinista, bien, pero que también pueda ganar otro partido si tiene los votos suficientes. Los que se critica de este sistema no son los resultados, sino el proceso por el cual se llega esos resultados. Y si las elecciones son la última trinchera entre dictadura y democracia, la gran duda que tengo, señor Almagro, es de qué lado está la OEA.

Columna del día En Letra Pequeña Fabián Medina

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