Este viernes pasado me disponía a escribir sobre terrorismo e islam —pensando en el reciente atentado ocurrido en Londres— cuando me llegó la noticia de que 28 cristianos egipcios acababan de ser víctimas de una agresión similar. Ellos se añadían a los 53 asesinados en dicho país el pasado Domingo de Ramos, cuando adeptos al Estado Islámico detonaron dos bombas en templos de cristianos coptos.
¿Qué motiva estas acciones cargadas de odio e intolerancia hacia civiles inocentes y cristianos? Algunos, como el expresidente Obama, no lo atribuyen al islam —a quien llamó religión de paz— sino a desviaciones de algunos fanáticos. Por eso siempre se opuso a usar el término “terrorismo islámico”.
Ayuda a despejar la controversia leer el Corán, el libro sagrado de dicha religión. Lo hice poco después del atentado de las Torres Gemelas del 2001, y recuerdo cómo me sorprendió y horrorizó su contenido. Porque dividía al mundo entre “creyentes”, sus seguidores e “infieles”, todos los demás, llamando a los primeros a combatir, matar y doblegar a estos últimos. Las citas al respecto no eran ocasionales sino abundantes; una especie de columna vertebral de su teología. Veamos algunas:
“Matadles donde deis con ellos, y expulsadles de donde os hayan expulsado”. (1-191). Infundiremos el terror en los corazones de los que no crean, por haber asociado a Alá algo a lo que Él no ha conferido autoridad (151). A quienes no crean en Nuestros signos les arrojaremos a un Fuego.
Siempre que se les consuma la piel, se la repondremos, para que gusten el castigo. Alá es poderoso, sabio (2- 56) Retribución de quienes hacen la guerra a Alá y a Su Enviado y se dan a corromper en la tierra: serán muertos sin piedad, o crucificados, o amputados de manos y pies opuestos, o desterrados del país. 4-33. ¡Combate, pues, por Alá!… ¡Anima a los creyentes! Puede que Dios contenga el ímpetu de los infieles. Dios dispone de más violencia y es más terrible en castigar. 4-84. ¡Que quienes cambian la vida de acá por la otra combatan por Alá! A quien, combatiendo por Alá, sea muerto o salga victorioso, le daremos una magnífica recompensa (74). Muhammad es el Enviado de Alá. Quienes están con él son severos con los infieles y cariñosos entre sí (48-29).
Lo que emerge tras leer este libro es una teología radicalmente opuesta a la de Cristo, quien, a diferencia de Mahoma, predicó el amor incondicional a todos, mandó amar al enemigo, y murió sin haber derramado más sangre que la suya. —Mahoma murió en el poder tras haber ejecutado a millares—.
No debe sorprender, entonces, que una religión, con un fundador como Mahoma y un texto como el Corán, haya generado, a través de los siglos, diversas expresiones de hostilidad hacia los “infieles”. En la “moderada” Arabia Saudita de hoy es prohibida la existencia de iglesias cristianas y la posesión de Biblias. En Pakistán y Afganistán la conversión al cristianismo amerita la pena capital. En otros países de mayoría musulmana —Tailandia, Bangladesh, Siria, Nigeria, Indonesia, etc.— los adeptos de otras religiones sufren toda clase de hostilidades y persecuciones. Alrededor de 1980 la población cristiana en el Medio Oriente rondaba el 20 por ciento. Hoy se estima en un 5 por ciento. Solo de Irak se han exiliado más de medio millón de cristianos en los últimos veinte años.
Algunos sugieren que una reacción vigorosa de los clérigos moderados islámicos, condenando dichas acciones como contrarias al mensaje de Mahoma, podría frenar los extremistas. Pero es difícil: muy desafortunadamente, estos siempre encontrarán numerosas citas y ejemplos que los avalen.
El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.