La campaña contra LA PRENSA que a mi entender tiene el propósito de socavar su prestigio y credibilidad, se ha personalizado contra Eduardo Enríquez seguramente por su función de editor en jefe del periódico.
Pero yo también soy responsable de lo que publica LA PRENSA, aunque no tenga nada que ver con la parte informativa, solo con la línea editorial. De hecho, todos los que trabajamos para LA PRENSA en el área periodística, nos sentimos o deberíamos sentirnos corresponsables de lo que se publica y también afectados por los ataques contra Eduardo Enríquez.
Sin duda que Eduardo comete errores, como los cometemos todos los editores y redactores de LA PRENSA, como los comete cualquier persona que hace algo, máxime quienes trabajan en una obra tan delicada como es la elaboración de un periódico, y no cualquier periódico, sino LA PRENSA, con más de 91 años de prestigio bien ganado a cuestas.
Pero estoy convencido de que ni Eduardo ni nadie en LA PRENSA tiene intención de hacer daño a alguien. Lo que pasa es que todavía hay quienes no comprenden que nuestro trabajo es informar sobre los hechos cotidianos comunes y corrientes que hacen noticia, pero también y sobre todo sacar a luz lo que se pretende mantener en la oscuridad; decir lo que los lectores necesitan saber y se les quiere ocultar; denunciar los abusos de poder; descubrir la corrupción que aunque no se pueda mirar se sabe que está allí, porque —como decía la recordada Claudia Frixione, vicecontralora general de la República cuando el gobierno de doña Violeta—, la corrupción es como un ratón muerto, aunque no se le pueda ver se siente el tufo.
Obviamente, este trabajo no es del agrado de quienes gobiernan turbiamente, sin rendir cuentas a nadie, manejando todo lo que es y debe de ser público de manera compartimentada, como una conspiración.
A propósito de conspiración, a LA PRENSA y personalmente a Eduardo Enríquez se les acusa de que con las críticas a los abusos de poder, con las informaciones, investigaciones periodísticas y opiniones publicadas conspiran contra la economía nacional, atentan contra el buen clima de negocios. Una acusación absurda, por decir lo menos.
Personalmente siempre he comprendido o tratado de comprender la relación de la cúpula empresarial con el régimen orteguista. Y la respeto. Pero también reconozco el derecho de quienes quieran criticar al Cosep porque no aprueban su política, del mismo modo que reconozco el derecho de los líderes empresariales de criticar a LA PRENSA y a quienes los critican. Es más, creo que esa interacción crítica debería aprovecharse para corregir los errores que inevitablemente se cometen, pero sobre todo para promover un debate público vigoroso y democrático.
También siento necesidad de decir que, si bien en mi juventud yo creía que el socialismo era el mejor sistema para resolver los males de la humanidad, con el tiempo me convencí de que en realidad el capitalismo es el único que produce riqueza y genera prosperidad. Guardo gratitud a personas emblemáticas como Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y Ramiro Sacasa Guerrero, quienes primero como aliados políticos y después como amigos, en largas conversaciones me demostraron que el capitalismo con justicia social, libertad y democracia es el mejor sistema que puede haber en todas partes del mundo. De manera que a estas alturas de mi vida mal podría yo querer que la libre empresa fracase en Nicaragua. Lo que sí quiero es que funcione en el marco de un Estado de derecho y seguridad jurídica, sin depender de los humores, caprichos e intereses corruptos de un dictador.
Finalmente debo confesar que con la campaña contra LA PRENSA y Eduardo Enríquez me siento intimidado. No lo puedo negar. Sé que en todas partes detrás de las campañas contra la prensa independiente viene por lo general la imposición de la censura y la autocensura, las acusaciones judiciales, el cierre de medios y hasta la represión física de los periodistas.
Creo que no es eso lo que quieren los empresarios que critican a LA PRENSA, pero hay personas del poder político que sí quisieran hacerlo, que nos amenazan diciéndonos que estamos “jugando con fuego”. Pero intimidados o atemorizados tenemos que seguir haciendo nuestro trabajo. Y pienso que lo debemos seguir haciendo con el sentido crítico que es irrenunciable, pero a la vez reconociendo nuestros errores e informando y opinando con objetividad y responsabilidad.
El autor es editor de Voces de LA PRENSA.