Querida Nicaragua: La generación nacida en los años treinta del siglo pasado guarda muchas historias en su mente. Los que hemos recibido de Dios la dicha de vivir tantos años tenemos la mente tupida de viejos recuerdos. Y esos recuerdos son de alguna manera historia patria que no debemos olvidar y que casi tenemos la obligación de contarla a nuestros hijos, nietos y biznietos.
Recuerdo perfectamente que el presidente de la República era el general de división don Anastasio Somoza García. Pude verlo en mi pueblo natal Ciudad Segovia (Ocotal) cuando en 1942 llegó de visita en un viaje largo y tormentoso pues no estaba concluida la Carretera Panamericana que construían los norteamericanos en plena Segunda Guerra Mundial.
Cuando me vine a estudiar a León y Managua, el general seguía siendo el presidente de Nicaragua y tenía una feroz oposición del Partido Conservador y de los liberales que habían abandonado su partido para fundar el Partido Liberal Independiente (PLI). Exactamente no recuerdo la fecha del incidente que voy a relatar pero lo recuerdo porque apareció en primera plana y en grandes letras en el diario Novedades de la familia Somoza. En ese tiempo el general era fuertemente atacado por la oposición, reuniones opositoras, manifestaciones, denuncias en los periódicos La Noticia y LA PRENSA, y en fin que el momento era delicado para el Gobierno. Fue entonces cuando Somoza, que ya había tenido un fuerte enfrentamiento con la oposición, inclusive con una manifestación de mujeres enlutadas, decidió usar su astucia y su mano fuerte. Hizo aparecer en las playas de Masachapa un fuerte cargamento de armas el que fue incautado por la Guardia Nacional y provocó un estado de sitio que llevó a la cárcel a los opositores a su régimen. Con aquel estado de sitio y ley marcial logró dominar el peligroso momento por el que pasaba su gobierno.
Luego pasaron unos cuantos meses, el país entró en calma, poco a poco fueron saliendo los presos políticos, algunos fueron confinados a regiones lejanas, pero el general pudo entrar en pláticas con Chamorro y logró los pactos de 1950.
Vayamos a otra época. Somoza García es balaceado por Rigoberto López y su hijo Luis, (presidente del Congreso) termina el período de su padre. En 1957 Luis Somoza Debayle lanza su candidatura para el período 1957-1963. Hay descontento, malestar, la gente no quiere más Somoza, pero en esta ocasión se produce un pequeño incidente en un sitio fronterizo con Honduras llamado Mokorón. El Gobierno convierte el asunto en algo grave y comienza a levantar los ánimos del pueblo diciendo que la patria está amenazada en su soberanía y que hay que defenderla hasta con el último ciudadano. Decreta el estado de sitio y la ley marcial y el pueblo se enardece ante los supuestos ataques de Honduras. Un mes más tarde se sabe que fue un pequeñísimo incidente que en pocos días quedó arreglado. Pero el pueblo se olvidó de la candidatura de Somoza Debayle, se suspendió el estado de sitio unas semanas antes de las elecciones y compitieron Luis Somoza por los liberales y Edmundo Amador por los conservadores. Gana Luis Somoza. No lo hurta, lo hereda de su padre, son zorros del mismo piñal.
Es maña vieja de los dictadores inventar atentados para conservar el poder. Lo estamos viendo en la actualidad con el dictador venezolano Nicolás Maduro. Está desesperado, tiene al pueblo en ruinas, no hay alimentos, ni medicinas, falta hasta alcohol en los hospitales y quiere reelegirse con una constituyente hecha a su medida. ¿Y qué maña usa Maduro? Un helicóptero vuela al centro de Caracas y lanza cuatro granadas en el edificio del poder judicial. El enorme ejército y la enorme aviación venezolana no se dieron cuenta y no han podido capturar al tal helicóptero. Maduro dice que es un acto terrorista auspiciado por la CIA. La misma maña de todos los dictadores, pero Maduro lo hizo cuando ya está podrido.
El autor es empresario radial.