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Cartas al Director, farsas electorales

¿Un populista para México?

No debemos perder de vista que México es uno de los países con mayor cantidad de tratados internacionales. Su relevancia económica y participación en el G20 muestran su solidez. Difícilmente un gobernante en un sexenio pueda transformarlo radicalmente como pretende López Obrador. Aunque solo el intento desgastaría al país.

Para quienes no lo conocen, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es el típico demagogo del que nos encanta enamorarnos en las sociedades latinoamericanas.

Es otro salvador mesiánico que viene a rescatar al pueblo oprimido por la miseria y defenderlo de la vorágine capitalista.
Sobrados de experiencia estamos en Nicaragua para saber que este tipo de líderes se perpetúan con el Leviatán estatal y pretenden nunca acabar el romance con el poder.

El líder de la izquierda mexicana lleva décadas oponiéndose a los partidos tradicionales, entre ellos el Partido Revolucionario Institucional (PRI); donde militó años atrás y abandonó para unirse al Partido de la Revolución Democrática (PRD), el cual también abandonó para finalmente fundar el Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en el 2011. Claramente sus principios son unipersonales y carece de estabilidad.

No podemos negar que su lucha es perseverante, pero por ahora sin resultados. De jefe de Gobierno del Distrito Federal a candidato presidencial en dos ocasiones y seguramente una tercera en el 2018, AMLO sigue desafiando el status quo.

Su movimiento ha revolucionado la política mexicana. Prueba de eso fueron los extraordinarios resultados de su partido en las últimas elecciones en el Estado de México; bastión primordial y tradicionalmente del PRI, donde perdió ante este por menos de tres por ciento. Ciertamente nada mal para un partido registrado en julio del 2014.  Aunque, como es costumbre para AMLO, impugna las elecciones, acusa de fraude y pide conteos de voto por voto para defender sus fracasos. Lleva 30 años con lo mismo. Sus acostumbradas derrotas las atribuye a una “mafia del poder” que impera en México y manipula las elecciones.

Para muchos, López Obrador no es más que otra ficha en el ajedrez de la política mexicana. Es el “abogado del diablo”, quien desafía el sistema y justifica la democracia. Dentro de este contexto parecería estar jugando correctamente su papel. Quizás se equivocan quienes opinen así, en ese caso, ¿qué pasaría si AMLO pasa de ser un peón a ser la reina en el tablero, ganando la presidencia en el 2018?

Si triunfa, intentará desmantelar la estructura social y económica de México; reto complejo de alcanzar con las sólidas instituciones que existen en el país, pero no imposible. Más aun sin mayoría partidaria en el congreso. Adicionalmente, no olvidemos el poderoso vecino del norte, a quien no le convendrían conflictos regionales y estaría dispuesto a desempolvar el destino manifiesto, si fuese necesario, para evitarlo.

No debemos perder de vista que México es uno de los países con mayor cantidad de tratados internacionales. Su relevancia económica y participación en el G20 muestran su solidez. Difícilmente un gobernante en un sexenio pueda transformarlo radicalmente como pretende López Obrador. Aunque solo el intento desgastaría al país.

Para Nicaragua, AMLO puede significar el renacer de las relaciones bilaterales robustas con México como ya ocurrió en los años ochenta. El canciller Denis Moncada, quien fue agregado militar en México, sabe la complejidad del país, conoce sus sistemas y su diplomacia. Sabe además que se necesitan diplomáticos de carrera y de alto nivel para aprovechar las relaciones con México. Esto independientemente si gana el líder de Morena.

En su libro: La salida, Decadencia y Renacimiento de México, López Obrador exhibe la corrupción y desigualdad en México.  Nadie niega que los datos y cifras aberrantes que muestra no merezcan condena, pero, ¿acaso sus secuaces no harán lo mismo? Especialmente cuando se han exhibido videos donde estos son partícipes en actos de corrupción.

Sus intenciones pueden parecer justas, pero como “buen político” va a seguir traicionando sus principios y, sobre todo, su nación. El mismo Cuauhtémoc Cárdenas, a sus 84 años de edad, estaría dispuesto a participar en la contienda del 2018, con tal de dividir la izquierda y evitar que López Obrador llegue a Los Pinos.

Entendamos que los López Obrador no son solución para Latinoamérica. Necesitamos estructuras políticas y líderes que aseguren el Estado de Derecho.

El autor es profesor universitario de relaciones internacionales.

Columna del día Andrés Lopez Obrador canciller Denis Moncada

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