Somocismo
Cada vez se les hace más difícil contar la historia de la revolución a Daniel Ortega y a Rosario Murillo. ¿Cómo explicar que “dinastía”, “reelección”, “fraudes electorales”, “enriquecimiento familiar a la sombra del Estado”, “culto a la personalidad”, “partidarización de las instituciones públicas”, “abuso de empleados públicos” y tantos otros rasgos distintivos del somocismo que obligaron a luchar y a botarlo, ahora ya no son malos, sino símbolos de la nueva lucha revolucionaria? Explicar el somocismo es para el orteguismo como mirarse en un espejo. Un autorretrato.
Represión
Alguien saldrá por ahí diciendo que lo más característico del somocismo es que torturaba, encarcelaba opositores, los desaparecía, bombardeaba y masacraba a la población civil y eso sería la diferencia fundamental entre Ortega y Somoza. Sí y no. Lo último, torturas y asesinatos, fue el resultado de la lucha por lo primero. Tampoco se vaya a creer que Somoza era un maniático que andaba por las calles buscando a quién torturar o asesinar por puro gusto. Si los nicaragüenses hubiésemos considerado que la dinastía, los fraudes, las reelecciones y demás del somocismo era vivir bonito, si todos hubiésemos estado conformes, Somoza jamás hubiese tenido que recurrir a la represión para sofocar a los inconformes. ¿Qué sentido tendría?
Metamorfosis
En este viaje de Ortega hacia Somoza, he visto a muchos cambiar también sus banderas para mantenerse en el equipo ganador. Vi, por ejemplo, a algunos decir descaradamente que nunca se luchó en contra de la reelección de Somoza, cuando las primeras revueltas armadas que enfrentó el régimen fueron precisamente por eso. Pero ahí van, tragándose sus palabras, y cada vez les quedan menos cosas por las que condenar al somocismo porque ellos se han convertido en lo mismo. Metamorfosis.
Equipo
Hay quienes justifican toda esta involución como “fidelidad a la camiseta”. “Soy sandinista y moriré siendo sandinista”, dicen. Hacer equipo es bueno. De hecho así es como la humanidad logró establecerse como la especie dominante y desarrollar eso que llamamos “civilización”. Primero fue la familia, luego vino la tribu, después las ciudades y finalmente las naciones. Son sandinistas —dicen— y apoyan otra dinastía, la entrega de la soberanía, los fraudes, y si mañana Daniel Ortega decide poner a su hija en el billete de cien córdobas o declararse rey, encontrarán mil razones para justificarlo. Cuando el “vestir la camiseta atenta contra el raciocinio, eso ya no es ser equipo, es ser manada. Y no se avanza, se regresa.
Banderas y camisetas
A propósito de banderas y camisetas, un día de estos unos riferos (personas que se dedican a hacer rifas) del mercado Oriental decidieron protestar frente a las puertas de la misma casa-oficina partidaria-palacio presidencial del comandante Ortega. Para llegar hasta ahí sin ser golpeados o apresados recurrieron a una estratagema que ya se ha hecho común en Nicaragua: ponerse camiseta sicodélicas del Frente Sandinista y marchar con banderas rojinegras. Es que en Nicaragua hasta se puede protestar, siempre y cuando se reconozca al partido de gobierno como la “única vanguardia” del pueblo y no salgan con locuritas de que otros gobiernos pueden hacerlo mejor. Las banderas y camisetas son la máscara de El Güegüense frente al gobernador Tastuanes.
Órdenes de arriba
Cualquier explicación que se pida frente a una arbitrariedad se ahoga en una frase lapidaria: “Son órdenes de arriba”. Ahí muere todo. Ya no hay más. No admite repregunta, ni apelación. Es una sentencia. La dice el policía cuando no puede explicar una multa o cuando actúa contra ley expresa, y la dicen cuando impiden la entrada a ciertos periodistas y permiten la de otros, incluso a espacios públicos. “Son órdenes de arriba” le dijeron a monseñor Silvio José Báez los policías que miraron pasivamente cómo una turba violeta agredía a ancianos y muchachos pacíficos de OcupaINSS. Cuando se dice “son órdenes de arriba” no hay ley que valga. Y vale desde para establecer un estado de sitio, hasta para resolver una vendetta familiar.
Historia subversiva
La historia es subversiva para el orteguismo. Pregúntele a cualquiera de los muchachos que ayer estaban en la plaza quién era Modesto Salmerón, o por qué mató Rigoberto López Pérez a Anastasio Somoza García. Es peligroso estudiar al somocismo o la verdadera lucha sandinista. Por eso es que usted verá en los actos, como el de ayer, muchas banderas, mucha fanfarria, cuidadosas escenografías y calculadas actuaciones pero casi nada de contenido. Pura bulla. Explicar por qué se luchó contra Somoza podría justificar las razones para hacerlo ahora antes de que se pase de la dinastía, la reelección y los fraudes a la represión bruta que muchos exigen como la prueba madre para reconocer que el orteguismo se volvió somocismo.