Columna
Hoy quiero hablar de esta columna y el derecho (o deber) de opinar. Hace 20 años comencé esta columna en El Semanario y con ella solo pretendía decir en voz alta las inconformidades que como ciudadano siento contra el poder. Es una columna, básicamente, anti poder. En Letra Pequeña es el comentario suelto del ciudadano en una parada buses, en el regateo del mercado o en una mesa de amigos. De hecho, y aquí lo confieso, muchas de las ideas que a veces expongo ni son mías totalmente, sino oídas por aquí y por allá, anotadas y expuestas porque me identifico cien por ciento con ellas.
Daniel Ortega
Una de las críticas más frecuente que encuentro es que esta columna es obsesiva en contra de Daniel Ortega. ¿Les dije que esta es una columna anti poder? Pues resulta que si quiero criticar al poder, tengo que hacerlo con quien lo tiene, con quien lo exhibe y con quien lo usa como garrote todos los días. Daniel Ortega tiene 10 años ya en el poder, más los otros 16 que pasó “gobernando desde abajo”. Daniel Ortega es el jefe de la Corte, del Tribunal Electoral, de la Asamblea Nacional, del Ejército, de la Policía, de la Contraloría, dueño de los grandes negocios de energía y combustible, de casi todos los canales de televisión, del partido Frente Sandinista, es el jefe de las turbas paramilitares que garrotean y el de los empresarios y políticos vendidos que viven inventado culpables para exonerar al que de verdad las hace. Así que ¿de quién voy a hablar aquí cuando de criticar al poder se trata?
Lo malo y lo bueno
Entonces viene la otra crítica. ¿Por qué solo en lo malo se fijan? “Acaso este gobierno no tiene nada bueno de lo que se pueda hablar”, dicen. ¡Y claro que lo tiene! Siempre hay algo bueno. Lo que sucede es que lo bueno es tan poco y hay tantos hablando de ello, mientras lo malo es tanto y hay tan pocos hablando de ello, que sería un crimen que quienes podemos hablar en un medio como este nos uniéramos al coro oficialista en nombre de una objetividad malentendida.
Memoria corta
Lo que sucede es que generalmente nuestra memoria es corta y selectiva. Olvidamos el pasado y escogemos lo que queremos creer. Así que de repente me encuentro con gente que me dice que solo con Ortega vemos lo malo y con Alemán, Bolaños y Doña Violeta “todo era lindo”. A estos señores les invito a leer mis columnas de la época de Alemán y Bolaños, donde igual me ganaba el odio del coro que siempre defiende a la gente de poder. Y en el caso de la época de doña Violeta, no tenía aún esta columna, pero sí pueden localizar trabajos bajo mi firma muy críticos a su gobierno en el periódico en que trabajaba. Lo que les quiero decir es que esto no es una cosa personal contra nadie, sino el ejercicio de mi derecho a criticar lo que considero está mal de quienes nos gobiernan. Ya quisiera yo dejar de hablar de Daniel Ortega, porque eso significaría que Daniel Ortega dejó de hacer las tropelías que hace.
Jueves
Siguiendo con la historia de esta columna, cuando vine a LA PRENSA fui yo quien pidió continuarla, saliendo el mismo día en que salía el periódico en el que la inicié: jueves. No me pagan por ella. Mi trabajo en LA PRENSA es otro. Este es un espacio donde doy mi opinión personal, y para nada la del diario en el que trabajo. Al revés, en varias ocasiones mis posiciones personales han sido frontalmente contrarias a la posición editorial de La PRENSA. Y en honor a la verdad, nunca ningún directivo de este periódico me ha dicho qué escriba o qué deje de escribir.
Pagos
Pero lo más gracioso de todo es que quienes creen que hay que dejar a Ortega en paz, quienes dicen que hay que hablar mejor de lo bueno para la “imagen país”, y hasta quienes dicen cosas tan estúpidas como que escribo contra Ortega porque si no me corren o porque me paga la embajada de Estados Unidos por ello (un clásico del primitivismo político) y que llueve dinero por esto, todos los que dicen eso, son generalmente a quienes les va bien con el poder, a quienes se le ve progresar, enriquecerse. Porque la lisonja, el mercenarismo político, el hacerse de la vista gorda, o sea, el crimen, paga. Criticar al poder, al menos a mí, nunca me ha traído algún beneficio económico. Al contrario, me ha traído varios problemas. Lo único que me deja decir lo que pienso es sentirme libre y saber cada jueves que hay muchos, muchísimos, que a través de sus comentarios y a veces hasta mensajes privados me hacen ver que piensan parecido. Que somos más los que estamos de este lado que los que están del otro.