Directivos de Amcham con muy buen tino y muy conscientes de la realidad a la que nos enfrentamos, expresaron en días pasados su decisión de gestionar para que los Estados Unidos no aplique sanciones que afecten nuestra economía y la posibilidad de que la misma continúe creciendo.
Los entrevistados por el Diario LA PRENSA están más que claros de que no se trata de cabildear por cabildear, ni defender por defender al Gobierno, ni de solamente hablar bien de su política. Las experiencias vividas durante sus recorridos por Washington les ha permitido conocer que no basta ponderar la concertación lograda entre empresarios y gobernantes, ellos han realizado que se necesita llegar con buenas noticias sobre la fortaleza de la democracia en Nicaragua, garantizando que se podrá celebrar elecciones libres y transparentes, con un árbitro independiente y en igualdad de condiciones para todos; sin ningún tipo de exclusión y que se debe poder asegurar que hay un nuevo ambiente de confianza en las instituciones del Estado; que prevalece la Constitución y las leyes sobre la arbitrariedad y la politización de la función pública; que se debería poder decir que los poderes del Estado son independientes entre sí y que los nicaragüenses ya disfrutamos de una mayor libertad y de la protección de un Estado de derecho funcional y garantista.
En buen nicaragüense Amcham le ha dicho a Daniel y Rosario nosotros les ayudamos allá, pero ayúdennos a ayudarles para ayudarnos todos. La pareja presidencial desde luego reaccionó feliz a las gestiones emprendidas por esos y otros empresarios y a la contratación de varias empresas de cabilderos, pero no les provocó entusiasmo alguno la parte del ayúdame a ayudarte.
Aún con la aprobación en el Congreso de la Nica Act y la posibilidad de sanciones adicionales por parte de la administración Trump por el manejo irresponsable de los recursos de PDVSA, nuestros gobernantes continúan viendo las amenazas lejanas o administrables, y, peor aún, continúan considerando a su pueblo sacrificable.
La percepción de muchos nicaragüenses es que Daniel ocupa el poder para abusar de él, no para servir a los ciudadanos y que en su mentalidad totalitaria cualquier apertura democrática es vista como signo de debilidad porque no cree que la legitimidad democrática, mediante el voto y la confianza de los ciudadanos es el soporte de los buenos gobernantes.
Que Ortega, para mayor infortunio de los nicaragüenses, aparentemente teme a las libertades democráticas y no se ve a sí mismo gobernando con transparencia, con rendición de cuentas, con respeto a la ley, y, menos aún con debates parlamentarios, negociando o convenciendo sino todo lo contrario y apuesta al apoyo de su base partidaria que, por pequeña que sea, puede mantenerla exacerbada y vociferante, responsabilizando de las dificultades que pudieran venir al imperialismo agresor, arrastrando junto con su base a las Fuerzas Armadas en un rol cada vez más represivo, hasta que la situación explote.
En las próximas semanas los empresarios se encontrarán con la cruda realidad, los verdaderos Daniel y Rosario, con su dureza e intransigencia; ya no será la pareja de las bromas, los abrazos y los buenos augurios, no obstante estoy seguro que pese a ello muchos empresarios, junto con la gran mayoría de los nicaragüenses persistirán en tratar de convencerlos de que es la hora de la patria, la hora del diálogo, la hora del acuerdo por la democracia y que su partido y ellos mismos también pueden tener un reconocimiento positivo en la historia; que no se trata de ponerle fin anticipado a sus períodos sino de devolver al pueblo su soberanía, creando espacios donde todos podamos convivir y solventar cívicamente nuestras naturales diferencias, ese es el reto y ahí está el problema.
El autor es abogado.
