La noche del miércoles 4, a amanecer jueves 5 de octubre, es una fecha trágica que quedará grabada en la historia de San Juan del Sur. La hermosa bahía en forma de herradura engalanada siempre por numerosas embarcaciones, amaneció desolada: una sola pequeña embarcación pesquera desafiando a la tormenta permanecía anclada en la bahía. Irónicamente se llama El Clavo.
El fortísimo oleaje con olas de hasta 10 metros que rompían a 1.5 kilómetros, fue provocado por vientos huracanados del nor-oeste y arremetió con furia contra todas las embarcaciones, grandes y pequeñas allí fondeadas, cuyos propietarios desoyeron las advertencias climatológicas de las autoridades. La marejada las arrojó contra los restaurantes costeros que, con el correr del tiempo, poco a poco habían ido invadiendo el área de playa, “comiéndose” aproximadamente 25 metros de costa.
Lamentablemente lo han venido haciendo con permisos de construcción otorgados por el ente regulador, la Alcaldía de San Juan del Sur, es decir, el Gobierno municipal, que también les ha venido ampliando las concesiones, cada vez más adentro de la playa y más a lo ancho del área costera, que es pública.
El mar había reclamado lo suyo, ¡y de qué manera!
¿Qué lecciones nos enseña la naturaleza, tanto para los que estaban en tierra como para los que no tomaron en serio las advertencias y negros pronósticos, manteniendo sus embarcaciones fondeadas en la bahía en lugar de sacarlas a tierra como hicieron muchos o llevarlas a la protegida bahía de Santa Elena en Costa Rica, como hicieron los dueños de yates que cuentan con mayores recursos?
Comencemos por los restaurantes afectados: las ampliaciones de algunos de ellos construidas recientemente, fueron las más afectadas. Algunos construyeron con base sólida de piedra cantera en la arena inestable y dentro de la pleamar (marea llena). Cuando vino el oleaje lógicamente socavó sus endebles cimientos y los hundió.
En primer lugar, creo que la Alcaldía debería ordenar al menos, la inmediata demolición de aquellas extensiones de restaurantes que le robaron la costa al mar y que luego el mar se las reclamó. La distancia máxima debe ser revisada tomando en cuenta el fenómeno ocurrido, que históricamente es recurrente y podría volver a repetirse.
En segundo lugar, no se debe permitir construcción sólida sobre la costa dentro del área de la pleamar (marea llena), sino en pilotes de concreto bien embasados, porque ofrecen menos resistencia al oleaje y las mareas altas. Se debe de ordenar la demolición de las construcciones que no ofrezcan garantías elementales de seguridad y no se debe permitir que cuando reconstruyan, abusivamente bloqueen con materiales la calle costanera. Además, se deben congelar más concesiones en la costa.
Volviendo a las embarcaciones fondeadas en la bahía, ¿por qué El Clavo aguantó solitario la tormenta y otras naves más grandes sucumbieron? Según el propietario de esta embarcación, don Edmundo Dangla, nunca se había visto una tormenta así en San Juan del Sur y en el caso de El Clavo, el fondeadero o el “queso” no cedió, pero la fuerza del oleaje fue tal que le arrancó la vita (amarradero) a la vieja embarcación de 64 años, quedando totalmente al garete y hubiera sido la primera en ser arrojada a la costa de no ser porque él se percató a tiempo.
Don Edmundo y su hijo salieron en media tormenta en una panga al rescate de El Clavo, la abordaron y le pusieron las amarras alrededor de la cabina y con dificultad la lograron amarrar a otro fondeadero o “queso”. Fue así que por la mañana del jueves 5 de octubre comprobaron con alegría en el horizonte que la única embarcación fondeada en la bahía de San Juan del Sur era El Clavo.
“Casi todas las lanchas se vinieron a la costa brincando levantando y halando sus ‘quesos’, hasta que el oleaje las varó totalmente”, afirma Dangla, quien también observó otras que corrieron peor suerte y fueron destruidas o se hundieron totalmente.
Es el caso del emblemático velero Pelican Eye que se partió en tres pedazos, el yate Ilusión de Edén Pastora, el Big Boss, Blue Marlin 2 de Erwin González, Ambassador y otras desventuradas, mientras El Clavo construido hace 64 años por el carpintero ometepino Juan Paisano, milagrosamente salía airoso de la tormenta más fuerte que haya visto San Juan del Sur.
El autor es periodista, exministro y exdiputado.
