“Parece mentira —escribió Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en su editorial del 20 de agosto de 1966—, pero quien implantara en Nicaragua la honestidad administrativa con todo el rigor que esta expresión tiene, haría en nuestro país la más elemental y necesaria, de todas las revoluciones”.
Es totalmente lamentable que después de una insurrección, revolución armada, guerra civil, inicio entusiasta de una construcción democrática, estemos en una situación en que el 100 por ciento de los empresarios —¡el cien por ciento!— dicen que el principal obstáculo para un clima inversionista adecuado, es la corrupción.
El dato lo tomo del tercer informe sobre coyuntura económica, correspondiente al trimestre julio-septiembre de 2017, de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), presentado la semana pasada. Esos informes, desde hace mucho tiempo, tienen una sección de encuestas del consumidor y del empresario, para medir sus percepciones sobre la situación económica y los factores que inciden en la misma.
El caso de la corrupción, en cuanto a los factores de incidencia negativa. En cuanto a los positivos, continúa el informe, “de acuerdo con los empresarios encuestados, los factores de mayor incidencia positiva son la demanda de productos fuera y dentro de C.A y en el país, así como una buena gestión en la seguridad ciudadana y la política económica por parte de las autoridades competentes”.
Cuando Pedro Joaquín Chamorro escribió su editorial, hace medio siglo, en plena dictadura somocista, existían los mismos factores positivos, con una importante diferencia: la economía crecía mucho más vigorosamente.
También los empresarios identifican como otro factor negativo, con el mismo 100 por ciento de los encuestados, el precio de la energía que, como sabemos, es inseparable, en ausencia de una explicación técnica razonable, del mismo fenómeno de la corrupción. Y pisando los talones a esos dos factores de incidencia negativa, los empresarios identifican un tercer factor, con casi el 90 por ciento de las respuestas: el entorno político.
Es difícil saber, pero llegará el momento si las cosas no cambian, en que la economía que ha venido creciendo durante casi un cuarto de siglo, se verá afectada por la incidencia de esos factores negativos. Por lo pronto, se alzan amenazantes algunas consecuencias internacionales del deterioro democrático y la corrupción, como son la Nica Act y la ley Magnitsky.
La impunidad en cuanto a la corrupción se ve estimulada por el control casi absoluto que Ortega tiene de los medios de comunicación. No existe una censura formal, como la que el último Somoza estableció después de una espectacular acción armada del Frente Sandinista en diciembre de 1974, pero entre el control directo de Ortega y el indirecto, incluyendo el autocontrol de otros medios por temor a represalias, el caso es relativamente semejante.
Comento lo anterior, con ánimo comparativo, porque durante esa censura de Somoza se dio el caso de lo que LA PRENSA calificó “danza de la corrupción”, y llegó un momento en que era difícil saber si la censura se mantenía por razones de seguridad, que siempre son políticas, o por razón de encubrir la corrupción, que también es política.
Con motivo del cuadragésimo aniversario del asesinato de Pedro Joaquín, que se cumple el próximo enero, se están preparando para 2018 diversas actividades conmemorativas. Entre ellas, y como lo anticipé en un artículo anterior, se reeditará el libro biográfico, “Pedro Joaquín ¡Juega!”, que escribí hace veinte años. Revisándolo, encontré el siguiente párrafo sobre corrupción y censura:
“Como la censura servía para aumentar la impunidad de Somoza y su camarilla, las contradicciones con los diferentes sectores sociales, empresariales en particular, se acentuaron”. Y uno de los principales allegados y primo de Somoza, entrevistado para el libro, me dijo: “Pocas cosas le hicieron más daño a Tacho (Somoza) que la censura, y él nunca lo quiso entender”.
Es triste, tristísimo, pero después de tanto sufrimiento de los nicaragüenses, aún aguarda “La primera de todas las revoluciones”, como Pedro Joaquín tituló su editorial.
El autor fue candidato a la vicepresidencia de Nicaragua.