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Daniel Ortega, reformas

Del Canal, el cambiolín y otras estafas

El proyecto del canal no se diferencia mucho del “cambiolín”, el “loteríazo”, el “pañuelazo” u otras estafas populares. Su principio es el mismo

¿Y el canal?

¿Se acuerdan que hay un canal construyéndose en Nicaragua? Y hablo en presente porque hasta el día de hoy el gobierno no ha dicho una palabra sobre cancelar su construcción, ni siquiera sobre posponer los tiempos, mucho menos deshacer todo lo que se hizo en nombre de esa mega obra. Hay una concesión, existe una comisión gubernamental para su construcción, hay un vocero, que aunque ya no habla nada del canal sigue siendo el vocero, y por ahí anda, perdido en el mundo, un inversionista chino que sigue siendo el cuasi dueño de Nicaragua. Así que, si usted es de los que le cree al gobierno, alístese, vaya reservando su lugar, porque en un par de años, estaría viendo cruzar por Nicaragua los grandes buques del mundo.

Regalos

En junio de 2013, la Asamblea Nacional aprobó a toda carrera una ley que le otorgaba a una oscura empresa china la concesión por 100 años para construir un canal interoceánico. Prácticamente le entregaron Nicaragua. Con esa ley la empresa concesionaria puede quedarse gratuitamente con todas las tierras y propiedades estatales que necesite, puede comprar a precio de catastro las propiedades privadas que encuentre a su paso, y puede construir lo que tenga a bien con condiciones de lujo en materia de exoneración de impuestos y uso de los recursos estatales. En otras palabras, lo que generalmente se hace por debajo de la mesa y que suele llamarse “corrupción” aquí se volvió una ley en nuestra propia cara.

Cielo y tierra

Para poner bonito eso “que suele llamarse corrupción” prometieron el cielo y la tierra. O sea, nos dijeron: “Es cierto, entregamos la maleta y hasta nuestra honra, pero miren todo lo que ganamos”. El Informe de 2015 que Ortega presentó en la Asamblea Nacional calculó que para el 2020 “la operación del Canal demandará 3.700 trabajadores y 12.700 en 2050”. En febrero de ese mismo año, el ministro y secretario privado para Políticas Nacionales de Nicaragua, Paul Oquist, dijo que Nicaragua pasaría de una economía de 11.800 millones de dólares a una de 25.000 millones de dólares para el 2020 y que sacaría “de la miseria a 353.000 nicaragüenses”.

Tres opiniones

El canal dividió las opiniones de los nicaragüenses en tres grandes grupos. El primer grupo es de quienes apoyaron su construcción. Aquí caben tanto aquellos que igual apoyarían a Daniel Ortega si dice que Nicaragua comprará la Luna como aquellos que por conveniencia tuvieron que seguirle la corriente a pesar de los descabellado que lucía el proyecto. El segundo, grupo es de quienes rechazan de plano la idea de construir un canal que cruce Nicaragua. Porque haría más mal que bien, dicen. Y el tercer grupo, entre los que me incluyo, es el de los escépticos. Nunca creí en ese proyecto. Desde el principio me pareció un adefesio con intenciones ocultas.

Escéptico

Sin embargo, no estoy cerrado a la idea de construcción de un canal interoceánico por Nicaragua. Lo que pido es que se haga de forma correcta y transparente. Económicamente viable y ambientalmente responsable. Por eso, siempre me dieron un poco de risa esas encuestas que decían que el 80 por ciento de los nicaragüenses apoyaba la construcción del canal por Nicaragua y salía eso en los medios oficialistas como una muestra del gran respaldo al proyecto de Daniel Ortega. Claro, es que si a mí mismo me hubiesen preguntado si apoyaba la construcción del canal por Nicaragua hubiese dicho que “si”, lo cual está muy distante de apoyar el chanchullo que armaron en nombre de esa obra.

Encuestas

La pregunta correcta que debió haber hecho la encuestadora es: “¿Usted está de acuerdo en la forma que este gobierno está construyendo el canal”. Otro gallo hubiese cantado. Y resulta sospechoso que esas encuestadoras hayan dejado de hacer cualquier pregunta sobre el canal, como si el gobierno hubiese desistido tácitamente de esa obra que se anunció como “la mayor obra de ingeniería de todos los tiempos de la humanidad”.

Cambiolín

El proyecto del canal no se diferencia mucho del “cambiolín”, el “loteríazo”, el “pañuelazo” u otras estafas populares. Su principio es el mismo. Le ofrecen al incauto tanta ganancia fácil y rápida, que deja de ver la trampa: los rollos de billetes son de papel periódico o el oro dejado en garantía resulta que en realidad es cobre. Muchos piensan que como ya no se habla del canal el proyecto está muerto. No. El canal está muerto porque así nació. Nunca hubo intención de construirlo. Pero la ley, que es lo que les interesaba, está viva. Solo falta ese momento en que el estafado se da cuenta que se le robaron sus propiedades y que el oro que prometieron a cambio resultó puro cobre. El cambiolín.

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