La madre gavilana
La que no se detiene. La que no se equivoca.
La que me deja ir y venir a su antojo…
pero me mantiene alerta.
La que se esconde arriba y debajo de mi almohada.
La que me empuja me arrastra me hala.
La que se instaló desde el inicio de los siglos….
Mis respetos a la única verdadera mimada de los dioses.
Y además es la que ante el bruto dolor es la necesitada y
la que a veces se hace la rogada.
Ella la que respira por mis poros y a mi pesar
la única confiable en las narices de este mundo.
La desalmada la que se sacia de mi pecho.
La que palpita en mi sangre.
La descarada que con o sin amor es la solapada
que con y sin mi rabia es ¡Ella
¡Ella la gavilana! ¡La misma que salta de gozo en la guerra.
En fin la controladora! Y
¡La única encargada de mi último suspiro!
(Christian Santos)
De pétalos amarillos
Sentada en mi porche con delicia
Recojo el amanecer
Que me rodea y de repente
Con mucha intensidad tu recuerdo viene a mí
Y veo que con toda tranquilidad te sentás a mi lado…
En ese momento un viento fuerte nos sacude
Y las flores de la acacia amarilla se derraman en mi jardín
Sus pétalos caen sobre mi pelo
Al mismo tiempo siento como tus manos resbalan
Suavemente sobre mi frente
Bajando sobre mis párpados
Redondeando mis pechos
Mi cintura
Y desde la ternura de tu pálpito
Todo mi ser quedó florecido!
(Christian Santos)