La tarde aciaga del domingo 22 de abril, un Daniel Ortega frío y cauto, destruyó en menos de una hora los últimos vestigios de un lema que apenas días atrás llenaba de orgullo a la Policía Nacional: el mito del país más seguro de Centroamérica.
Las calles del país, literalmente ardían; barricadas, columnas de humo, saqueos, explosiones y disparos, sangre e imágenes brutales de abuso policial mientras los cadáveres se apilaban en un macabro recuento de jóvenes que morían a balazos en las cámaras de miles de teléfonos que registraban la mayor masacre en la Historia contemporánea del país.
En ese contexto, Ortega lanzó la bomba que hizo añicos la imagen del país más seguro: “Ahora ya no pueden ni salir, porque se encuentran con un grupo de pandillas y los está extorsionando ahí mismo para dejarlos pasar y si no les entregan, le meten el balazo”.
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“Tenemos que combatir a las pandillas y combatirlas, ¿para qué? Para que no sigan actuando en la forma que actúan; que no se sigan matando entre ellos mismos, porque se matan entre ellos mismos también; y mucho menos que vayan también a asesinar a otros ciudadanos para robarles o que vayan a asaltar establecimientos”.
Un año atrás, en 2017, Ortega presumía de un país sin pandillas o maras y sin bandas de narcotraficantes: todo un muro de contención al crimen organizado en Centroamérica.
Ni pandilleros ni delincuentes
“Pienso que es impreciso afirmar que los hechos fueron provocados principalmente por pandilleros y delincuentes, lo que no niega que, en río revuelto salieran algunos desbocados y se manifestó lo que convive en barrios, colonias y asentamientos, entre pobreza y exclusión”, razonó el comisionado general en retiro Francisco Javier Bautista Lara, en un extenso análisis publicado en su blog, titulado Ocurrido lo impredecible.
“Las crisis sacan de individuos y sociedad los extremos de lo mejor y peor. Aquí confirmo el planteamiento inicial, en Nicaragua prevalece, más que violencia delictiva, violencia por razones políticas y sociales, inconformidades que, al contenerse, se desbordan en excesos lamentables. ¿Será violencia cíclica que obedece a esquemas socioculturales y de cultura política que afloran en determinadas circunstancias?”, cuestiona.
“Nadie estaba preparado para las dramáticas circunstancias que alteraron la paz, trastocaron la vida política, social, económica e institucional que colocó al país en el escenario mundial y deterioró su imagen”, analizó Bautista Lara.
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“Esta Policía ya no le sirve al país”
Los hechos provocados por la represión policial y política del Gobierno dejaron, a la fecha, más de 34 muertes, más de 60 heridos, desaparecidos y una imagen de país en guerra.
“Fue una verdadera masacre que va más allá de cualquier horror imaginable. Nicaragua está de luto y tres días no bastan para expresar el dolor”, dijo.
Para Elvira Cuadra, socióloga, esa Policía ya no le sirve para reforzar la imagen del país.
“Después de ese, otro tema que no puede soslayarse y tiene la más alta importancia es el papel de la Policía. Especial responsabilidad tiene en esta masacre la jefatura en pleno, pero además, numerosos oficiales que en todos los videos circulando en las redes muestran el nivel de violencia y saña con el que atacaron a los jóvenes sabiendo que estaban desarmados. Esa Policía ya no le sirve a este país ni al mismo Gobierno”, analizó.