República
Desde hace algunos años me angustiaba pensar que Nicaragua llegara a los 200 años de independencia de España, gobernada por una dictadura y lejos del ser una república. No es porque considere que aquella independencia haya sido la gran cosa, sino por el largo tiempo que llevamos sin poder ser república y yendo de dictadura en dictadura. Es como que alguien pase diez o doce años en la universidad y en vez de sacar su título se esté volviendo analfabeta. Algo no estaba bien con nosotros, pensaba.
Revolución
También me preguntaba con dolor cuántos años le llevará a Nicaragua reconstruir la institucionalidad que Daniel Ortega ha destruido, no solo desde su gobierno, sino desde antes, cuando comenzó a pactar con Arnoldo Alemán. Porque entre esperar que Ortega afloje el poder en alguna elección, como esperaban algunos, y que se le vayan venciendo los plazos o las vidas a los magistrados actuales para sustituirlos por otros que sirvan, nos vamos a morir nosotros y nuestros hijos sin ver ese cambio. Pero de repente todo se puso patas arriba. Y lo impensable comenzó a suceder. Las revoluciones son así.
Trámite de urgencia
Nicaragua está de pronto ante una oportunidad de oro para refundarse. Pacíficamente. Y en un tiempo récord. En primer lugar, por las motivaciones éticas que inspiran a estos muchachos que le han abierto la puerta de salida a Daniel Ortega y toda su camarilla, y segundo porque el cambio que la gran mayoría de Nicaragua está pidiendo debe hacerse con “trámite de urgencia” como le gusta al mismo Ortega. De tal forma que lo que podía pasar, si es que pasaba, en unos 30 o 50 años, ahora puede suceder todo en ¿uno solo? Y eso tenemos que agradecérselo a estos muchachos valientes que, con su sangre y energía, han sentado a la dictadura, por primera vez, a rendir cuentas.
Barato y bueno
¿Qué debe suceder? Aquí, haciendo cálculos al aire. Profesionalización de la Policía y el Ejército. Elecciones libres. Nuevos partidos. Nuevos liderazgos. Una Asamblea Nacional de unos 45 miembros (ahora hay 92 mas suplentes). Una Corte de Justicia de unos seis magistrados (hay 16), un solo contralor (tiene cinco), un tribunal electoral con un solo presidente, y así en otras instituciones como la Fiscalía y la Procuraduría de Derechos Humanos, en una vuelta de calcetín a estas instituciones donde se han encuevado un grupo de holgazanes que cobran por hacer nada. Esa es la paradoja: tener pocos funcionarios eficientes ahorraría millones de dólares que nos cuestan los parásitos que sostienen esta dictadura.
Tejido moral
También debe reconstruirse el tejido moral. Es que cuando las cosas se pudren arriba por metástasis llega hasta abajo. Cambiar esa mentalidad de que las leyes son para que las cumplan los tontos, que estudiar no sirve de mucho porque los méritos poco sirven para progresar en la vida cuando se ve a los ladrones y oportunistas ascender a los más altos cargos, y cuando la “bola de canallas” de la que habló Sandino considera que es más importante ser fieles a las personas, a los caudillos, que a los principios, de tal forma que si el líder sandinista se vuelve somocista los principios somocistas serán para ellos la nueva forma de su “sandinismo”.
Diálogo
Tampoco soy tan ingenuo para creer que el asunto es solo decirle a Ortega que se vaya y este va a agarrar las maletas e irse. Falta mucha caña que moler. Pero parece irreversible. Creo que el diálogo en el que se negocie su salida, se haga justicia a las víctimas y se defina el rumbo democrático a seguir, es la mejor vía para salir de la crisis. Creo en el diálogo pero no en las intenciones de Daniel Ortega. El no está ahí para entregar el poder sino para ganar tiempo y tomar aire. Daniel Ortega es ahora mismo una bestia herida y acorralada. Por lo tanto peligrosa. Él, principalmente, debería entender que el diálogo es la puerta de salida para que se vaya de una buena vez sin causar mayor daño. Cerrar esa puerta solo alarga y recrudece la tragedia. Pero no evitará el cambio.
Somocismo
El tumor a extirpar en Nicaragua es uno que lo aqueja desde que esta provincia era colonia de España. El caudillo que se cree señor y amo de la peonada y la hacienda. Que no acepta que lo contradigan. Que define derechos para los otros en función de sus privilegios y feudo. ¡Es el mismo mal de hace 500 años! Se le llamó somocismo en un tiempo porque quienes lo exhibían eran los Somoza y se le llama orteguismo ahora porque quienes lo exhiben son los Ortega. Pero es lo mismo. Y henos aquí, otra vez, ante la posibilidad de refundar Nicaragua. Ojalá esta vez se logre y lleguemos al bicentenario como una república. Estos muchachos nos han devuelto la esperanza.