Los municipios que son atacados a balazos cada día por la Policía y paramilitares, son reportados por la primera dama y vicepresidenta designada, Rosario Murillo, como lugares donde se hizo “limpieza”, sin mencionar que decenas de policías y paramilitares apuntan y disparan contra la población.
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Este lunes que el municipio de Nagarote (León) amaneció sitiado por al menos 200 Policías encapuchados, Murillo, en un furibundo discurso de odio, reportó que habían “logrado recuperar la movilidad y seguridad” en esa ciudad, sin mencionar el temor de la gente y el ataque armado que sufrió la población por la balacera.
“Haber logrado esta mañana recuperar movilidad, seguridad, en la Panamericana, estamos hablando de Nagarote, estamos hablando de La Paz Centro, dar lugar al tránsito y al tráfico internacional, un acontecimiento milagroso, obra de la fe en Dios”, dijo Murillo este lunes en su monólogo de mediodía, a través de los medios de comunicación oficialista.
Como ha ocurrido en otras ciudades del país, los pobladores de Nagarote han levantado barricadas en cada calle, como una forma de protegerse de los ataques armados de la policía y los paramilitares.
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El último ataque policial que habían sufrido los nagaroteños fue el pasado 14 de junio, día del paro nacional, que tuvo como resultado dos muertos.
Ese día la Policía disparó contra una procesión del Santísimo que encabezó el vicario de la Iglesia Santiago Apóstol, Juan López.
“Labores de limpieza”
Pero nada de eso dijo la vicepresidente designada quien solo reportó “labores de limpieza” en Masaya, León y Jinotepe, tres ciudades que han resistido el ataque sistemático de policías y paramilitares organizados por el gobierno.
“En León avanzan las labores de seguridad, salud y paz, montones de basura acumulada ha venido limpiándose porque había muchos niños enfermos; también en Masaya, otro acontecimiento milagroso; en Jinotega; así vamos, paso a paso, con mucha fe, con mucha esperanza”, manifestó Murillo, quien osciló de Dios al demonio en su discurso lleno de amargura.
Para Murillo, las barricadas son “actos vandálicos” de los “hijos del demonio”, “gente sin alma ni corazón”, de “lenguas afiladas” y otros epítetos.