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La segunda larga noche oscura

La historia de Nicaragua es cíclica, cada cierto tiempo todo se repite como en una vieja película, pero en esta segunda noche oscura hemos visto cosas aún peores

Exactamente hoy, hace 3 meses, un 18 de abril se inició en Nicaragua lo que podríamos llamar, rememorando las palabras de San Juan Pablo II en su segunda visita a Nicaragua, “una larga noche oscura”, en la que cada mañana despertamos contando los muertos. Es una pesadilla que no termina.

Cuando San Juan Pablo II pronunció estas improvisadas palabras estando al lado de mi madre Violeta Barrios de Chamorro, entonces presidenta de Nicaragua, durante su segunda visita a Nicaragua un 8 de febrero de 1996, hacía referencia a la larga noche oscura que le tocó vivir durante su primera visita, 13 años antes, un 4 de marzo de 1983, durante la primera dictadura de Ortega.

Fue entonces cuando las turbas sandinistas lo irrespetaron mientras celebraba una misa campal interrumpiéndolo continuamente, gritándole la consigna: “¡Queremos la paz!, ¡queremos la paz!” San Juan Pablo II aguantó en Nicaragua una humillación a la que ningún otro papa había sido sometido en tiempos modernos; fue cuando exclamó: “¡Silencio!, ¡silencio!, ¡silencio!”, e inmediatamente añadió con voz severa de autoridad divina: “¡La primera que quiere la paz es la Iglesia!”

¿Suena familiar? La historia de Nicaragua es cíclica, cada cierto tiempo todo se repite como en una vieja película, pero en esta segunda noche oscura hemos visto cosas aún peores.

En su segunda dictadura, Ortega ha cruzado todas las líneas rojas posibles: hemos visto un templo católico ametrallado por 15 horas, con más de 200 personas adentro y dos muertos en su interior por falta de atención médica. Hemos visto en Diriamba a sacerdotes hostigados (incluyendo al nuncio Stanislaw y al cardenal Brenes) y vilipendiados y agredidos físicamente como a monseñor Báez, monseñor Mántica y el padre Edwin Román por turbas y paramilitares.

¿Qué más hace falta para que amanezca? ¿Para que brille la justicia, la paz verdadera y la democracia?
Vimos a Ortega entrar “triunfante” a Masaya, ciudad de puertas cerradas y celebrar con los verdugos encapuchados frente al Comando, despejando así toda duda de que él es también el jefe supremo de los paramilitares encapuchados.

En el mentado “repliegue táctico”, llevado a cabo a sangre y fuego, y a destiempo, mientras el país entero le dio la espalda con el segundo paro nacional, lo vimos pronunciar un discurso en cadena nacional, clamando por la paz y la reconciliación, mientras ordenaba el violento ataque a la UNAN y sitiar la iglesia de la Divina Misericordia. Una verdadera lección de cinismo.

Amanecerá pronto. Cada día que pasa, la dictadura pierde más apoyo: tiene en contra a los campesinos, a los estudiantes, a los obreros, a los empresarios, la comunidad internacional ha cerrado filas y como si fuera poco, arremetió contra la Iglesia católica, una institución de más de dos mil años que ha visto pasar las peores dictaduras.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

Columna del día Daniel Ortega protestas régimen

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