Elecciones
A veces los grandes problemas tienen soluciones sencillas. Como este. Que el pueblo decida. Y punto. Elecciones. Libres, sin fraudes. Ninguna legitimidad tendría otro gobierno salido de un fraude. A estas alturas un fraude podría ser, por el contrario, el detonante para hacer estallar al país. Si los que queremos que Ortega deje el gobierno somos minoría pues que lo demuestren con votos. No puede Nicaragua seguir secuestrada, como si estuviese destinada a soportar a como sea a un gobierno que la destruye. Las elecciones son la solución sencilla y pacífica para salvar esta Patria que es nuestra casa común. Para todos. De ellos y nosotros.
Maras
Ojalá nos quede la lección de nunca más permitir un gobierno cuya única garantía de estabilidad es el miedo. Esos gobiernos que advierten: “O me aceptan así como soy, y vivimos en paz, o quemo el país si quieren otra cosa”. Es el modelo del “gobierno mara” que cuando controla un territorio, ofrece protección a los que ahí viven a cambio de reconocer ese espacio como territorio suyo, a cambio de demostrarle lealtad y atenerse a que la ley de ahí en adelante es la que se le ocurra cada día al capo que gobierna.
Código de leyes
Ni siquiera pueden cumplir sus propias leyes. Porque uno de las particularidades del Derecho moderno es que las leyes son para todos, y así ellos no juegan. Quieren todos los derechos y libertades para ellos y todas las obligaciones y prohibiciones para los otros. Para los que son distintos a ellos. Imagínese nomás un Código Penal con los delitos que de facto ha establecido este régimen en los últimos meses. Sería algo de locos. Algo como así: “Portar chimbombas de los colores azul y blanco será considerado un acto terrorista y se castigará con…” O: “Aquellos que usen banderas rojinegras o sigan órdenes del partido tendrán licencia para matar y torturar sin que autoridad alguna le limite este derecho y por el contrario les debe protección en esta labor” y así como otras que a ustedes se le deben estar ocurriendo en este momento. ¡Una locura!
Violentos
Daniel Ortega debe entender que Nicaragua no es un territorio que se ganó en perrerías para que la gobierne como si de una mara se tratara. Que ya no hay posibilidad que vuelva la Nicaragua en relativa paz y seguridad, pero domada, que existía hace cinco meses. Que pedir un cambio pacífico no es cobardía. Al contrario. Que la violencia no es valentía. Al contrario. Y que su solución “violenta” no soluciona nada, y al revés lleva a Nicaragua al carajo pero sobre todo, lo hunde a él.
Eclesiastés
Si alguna cordura le queda, Ortega debería buscar una solución pacífica. Aunque sea por su propia sobrevivencia. Dice el Eclesiastés que hay un tiempo para todo, “tiempo de de plantar, y tiempo de cosechar lo plantado”, “tiempo de matar, y tiempo de curar”, “tiempo de destruir, y tiempo de edificar”. Bueno, este debería ser el tiempo de dialogar para Ortega, antes que sea demasiado tarde. Que tenga en cuenta que por muy pacífico que sea un pueblo hay un momento que el abuso rebalsa y suceden esos cambios violentos que hemos visto en nuestra historia y en la historia de otras naciones.
Diálogo
Dialogar solo con los suyos, debería entender, es solo seguir profundizando el problema. Un diálogo solo encontrará solución si es que lo hace con las partes en discordias. Si la intención de Ortega es dialogar con sus propias bases, para que le aplaudan todo lo que diga, mejor que siga en el diálogo que por doce años ha tenido con Rosario Murillo y así se evita la fatiga como decía Jaimito El Cartero.
Solución
Nicaragua cambió. Cualquier solución debe comenzar por reconocer esta situación. Tal vez en este momento no es la Nicaragua que nadie quiere. Es una Nicaragua en transformación. Y de lo que suceda ahora dependerá que ese cambio sea para bien, y tengamos una patria donde todos podamos convivir, con libertad y armonía. Es algo sencillo: dejemos que el pueblo diga qué es lo que quiere. Dejemos de imponerle el sistema que nosotros creemos que es lo que más le conviene. Diálogo y elecciones, parecen ser la única solución. Sencilla y pacífica.