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Un país, un problema de salud mental

El caso de Nicaragua es especialmente grave puesto que en el país no se ha vivido un proceso de reconciliación y reparación real e independiente del ámbito político y partidario

Supe del concepto de multiduelo por un escrito de Martha Cabrera en el que hablaba de las muchas y variadas tragedias que afectan a poblaciones como la de Nicaragua. Guerras, desastres naturales, pérdidas y sufrimientos familiares y personales. El concepto de multiduelo nos alerta sobre la necesidad de desahogar parte de los dramas que se han vivido en una sociedad convulsa.

El caso de Nicaragua es especialmente grave puesto que en el país no se ha vivido un proceso de reconciliación y reparación real e independiente del ámbito político y partidario. El cúmulo de resentimientos y daños, cada uno lo ha llevado como ha podido sobre los hombros. Pero ahora hemos visto claramente las consecuencias de no liberarlos. Hablaba Ortega y Gasset de la cultura como un gran saco que uno va llevando mientras camina y que, en cierto momento, debe vaciar para seguir caminando. Creo que la metáfora es más apropiada aún para los dolores compartidos de una sociedad.

Una joven psicóloga que ha estado acompañando a los muchachos que se enfrentaron a la Policía y los paramilitares de Ortega y de quienes les siguen, contaba cómo los jóvenes querían hablar del miedo, de las ilusiones y de la esperanza que sentían en todo lo que estaban haciendo. Uno de ellos dijo que él no quería acabar como su padre, que guardaba silencio cuando se le preguntaba sobre la época de la revolución y su participación en la guerra.

El dolor de la pérdida tiene sus ciclos, y cuando esas pérdidas se producen por la violencia, al dolor propio se le suma el resentimiento. Muchos nos hemos preguntado cómo ha sido posible que tanta gente estuviese dispuesta a disparar contra sus compatriotas y hermanos.

Ha bastado una consigna de la dirigencia del Frente para que gente joven y no tan joven saliese a matar si era necesario. Con ello no trato de minimizar los actos violentos y crímenes que también se produjeron en algunas barricadas. El estallido social que comenzó en abril ha destapado la mentira de un país que ha olvidado la necesidad urgente de la paz. Lo que este gobierno hizo con el monumento que representaba el fin de la guerra (la destrucción del faro de la paz) fue toda una declaración de intenciones.

Muchos médicos que atendieron de urgencia a las víctimas de balas durante las protestas confiesan que en lo último que pensaron fue en referir a los pacientes y a sus familiares a la consulta de salud mental. Muy pocos buscaron esa ayuda, porque en medio de esas urgencias no se suele considerar que la salud mental es prioritaria. Y es un error grande.

La gran pregunta ahora es qué hacer para enfrentar el problema.

Los cambios más importantes son los que se dan por dentro. Pero los de fuera a veces ayudan. En Nicaragua, el gobierno está sostenido por un liderazgo tan pobre que solo ha sabido responder a la crisis causando heridos, abusados, muertos en las calles y exiliados en otros países. Pero los dirigentes no dejan de ser fruto y consecuencia de un pueblo que sufre de multiduelos.

Yo vi en la marcha de las madres, en las palabras de quienes allí caminaron, en los escritos de las cartulinas, un cambio, una necesidad de expresar el dolor y la esperanza. Un país que quería, que necesitaba ser escuchado. Al final, volvieron a sonar las balas. Pero ese país ya ha empezado a cambiar por dentro. Y me quedo con la pancarta que llevaba una madre caminando con su hija: “Ya falta poco mi niña; resiste”.

El autor es periodista.
@sancho_mas

Columna del día Crisis en Nicaragua Daniel Ortega Nicaragua

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